El nuevo sexenio hace su entrada con la posibilidad de llegar a un gran Acuerdo Político Nacional entre los tres principales partidos políticos. Según lo describe el presidente del PRI, el Acuerdo delinea tres ejes: fortalecimiento del estado mexicano, desarrollo de la economía y participación ciudadana.
De ellos se desprenderían cinco acuerdos básicos que se convertirán en iniciativas de reforma: sociedad de derechos, seguridad social; crecimiento económico, generación de empleos, y competitividad, reforma hacendaria, modernización del sector energético; seguridad y justicia; transparencia y rendición de cuentas y combate a la corrupción; gobernabilidad democrática con reformas políticas y electorales.
Aunque desde el mismo momento de su anuncio el proyecto fue rechazado por el PRD la posibilidad de insistir en llevar adelante el progreso del país a través de la concordancia de las fuerzas políticas en el Congreso no debe dejarse pasar.
Las partes que tienen que ejecutar el acuerdo no sólo son los parlamentarios que por fin actúen juntos. De la acción de los empresarios, los productores de las empresas de todas las dimensiones, los agricultores, campesinos y sindicatos obreros depende su éxito. Es necesario que todos se convenzan de que los cambios en las leyes y los reglamentos tienen que prepararse con toda rapidez.
El menú para un gran Acuerdo es claro, así lo fue en el caso de los Pactos de la Moncloa en octubre de 1977 que cumplieron el doble propósito de conducir a España a la democracia y de reorganizar su economía y así responder a tres desequilibrios fundamentales que aquejaban a España en esos momentos: una persistente y aguda inflación, un desarrollo insatisfactorio de la producción que resultó en altas tasas de desempleo y un fuerte desequilibrio en comercio exterior.
Sin demeritar las sanas intenciones que animan a los presidentes de las tres principales fuerzas legislativas de México, el ejemplo de la Moncloa les queda muy sobrado.
El Acuerdo de la Moncloa convenidos el 7 de octubre de 1977 y firmados el 27 de ese mes fueron producto de varios meses de trabajo que se inició en junio de ese mismo año. Se iniciaron bajo la intensa presión de la crisis económica que se sufría y que se reflejaba en inflación, baja de ocupación, la suma de deudas pública y privadas que excedía el valor de las exportaciones y hasta de las reservas de divisas. El empresariado fue consultado para asegurar su contribución a los propósitos del Pacto.
Primeramente se convino en criterios básicos sobre política presupuestaria, seguridad social, política monetaria, precios y salarios y empleo para después detallar el amplio espectro de disposiciones que iban desde lo político hasta los parámetros económicos a que se comprometieron los participantes.
Las disposiciones eran puntuales.
Las condiciones de España a dos años de la muerte de Franco eran bien diferentes a la coyuntura actual de México que no está sufriendo una crisis análoga a la de 1977.
El Acuerdo cuyo anuncio se festinó ha sido promovido por el PRI con el patente objetivo de promover la aprobación de reformas que durante doce años sistemáticamente se le negaron a las iniciativas de los dos gobiernos del PAN. El Presidente de este último partido, en un afán pragmático, vio en el Acuerdo la vía directa para no sólo aprobar iniciativas de Calderón sino otras del PAN.
El PRI a su vez pecó de ingenuo al suponer que el PRD pudiera estar de acuerdo con una profunda reforma energética con implicaciones de apertura hacia el sector privado o una reforma fiscal que pudiera conllevar un IVA a alimentos y medicinas. El ala recalcitrante de la izquierda impidió que el presidente del PRD continuara dando luz verde al gran Acuerdo.
El frustrado arranque de un proyecto que es en sí una necesidad reconocida de coordinación parlamentaria nos previene de la estrategia que puede esperarse del PRI en los próximos seis años. En efecto, sin tener mayoría absoluta en las cámaras, el PRI pretenderá imponer sus fórmulas por encima de una oposición conjuntada que desde ahora se perfila como la que frenará los impulsos.
Más le vale al PRI entender que con el país ya no es el mismo de hace doce años.
juliofelipefaesler@yahoo.com