Algunos autores como Garretl Hardin y Jared Diamond, publicaron libros que describen hechos históricos en los cuales algunas sociedades se derrumban sin poder recuperarse u otras se transforman sin volver a ser las mismas, particularmente si alcanzaron niveles importantes de desarrollo; ambos señalan que las causas que provocaron su deterioro fueron el mal manejo de sus recursos naturales, es decir, que su destrucción obedeció a la presión que se ejerció sobre su ambiente.
Hardin acuño un término que ha trascendido, "la tragedia de los comunes", que expresa cuando en una sociedad se dispone de recursos naturales que constituyen un patrimonio colectivo, pero ante la libertad que existe en ella algunos de sus miembros abusan de él al sobreexplotarlo perjudicando a los demás y a ellos mismos, al provocar su agotamiento y disminuyendo la disponibilidad existente; el conflicto que señala Hardin es entre esa supuesta libertad que se tiene de usar un recurso que constituye un patrimonio común y la responsabilidad que tienen los individuos que lo usan, donde la primera se impone sobre la segunda al permitir que unos pocos, los abusadores, se aprovechen de ese recurso.
Por su parte, Diamond en su libro El Colapso, destaca lo que sucedió en sociedades importantes como los Mayas o en la Isla de Pascua, donde el deterioro de sus ecosistemas no obedeció propiamente a causas naturales sino sociales, a la sobreexplotación indebida que realizaron de sus recursos naturales hasta someterlos a procesos irreversibles de deterioro, que inexorablemente les conduce hacia el colapso.
No tan lejos, otra autora norteamericana, Rachel Carson, en su libro la Primavera Silenciosa, evidenció el terrible daño que estaban provocando en el ambiente y la salud la población el uso también abusivo de los insecticidas en los campos agrícolas del país vecino, cuando el DDT se aplicaba sin control para combatir las plagas en los cultivos, eran los tiempos del auge derivado de la revolución verde; finalmente este producto fue retirado de circulación y prohibido.
Podríamos multiplicar los ejemplos, algunos no tan conocidos y que no hayan adquirido la notoriedad editorial de estos autores y libros, mismos que nos resultan emblemáticos porque nos transmiten un mensaje que obliga a cultivar la memoria histórica donde estos casos parecen repetirse, como sucedió hace algunos años con la contaminación del aire atmosférico en un perímetro importante de la ciudad de Torreón, con el consecuente daño a la salud de la población que nada tenía que ver con los procesos industriales de la empresa minerometalúrgica contaminante, y tampoco compartía los beneficios de las actividades que ella desarrollaba.
Ahora la historia se repite con el agua, son décadas las que han pasado desde que se detectó el problema de envenenamiento crónico que ha sufrido la población lagunera producto de la contaminación que sufre el agua extraída del acuífero, derivada a su vez de la sobreexplotación a que ha sido sometido este cuerpo de agua dulce subterráneo, ante la pasividad, tolerancia o complicidad de las oficinas de gobierno encargadas de regular su extracción y calidad, pero también ante la irresponsabilidad de los usuarios, particularmente aquellos que bajo el cobijo de las reformas neoliberales del salinismo han concentrado la mayor parte de los títulos de concesión para extraer el líquido del subsuelo.
Hardin ejemplificó la tragedia de los comunes con el caso de los pastizales, Diamond con la destrucción de los ecosistemas y Carson con el abusivo uso de los insecticidas; hoy los habitantes de la Comarca Lagunera enfrentamos la también abusiva extracción de agua del acuífero principal y algunos aledaños a éste, evidenciando la carencia de una política pública en materia hídrica que regule y subordine el interés particular de los abusadores al interés colectivo de la población, que por derecho humano debe consumir agua potable de la llave y no de filtros o garrafones.
Lo increíble del caso es que quienes abusan protestan por que se aplican algunas medidas regulatorias, como el intento de la Comisión Nacional del Agua por someterlos al orden en la medida que se ha evidenciado extraen mayores volúmenes de los que les fueron concesionados, es decir, defienden pública e impunemente la ilegalidad de su situación apoyándose en el poder que poseen para presionar y someter las decisiones gubernamentales a su interés particular; tal parece que el espíritu de las reformas legales en materia de agua que pretendían crear un mercado de aguas y fomentar la producción agrícola de alimentos ha derivado en la concentración del recurso y abuso en la extracción. Su queja es escuchada al grado que se logra remover al funcionario que encabezó ese intento.
Este caso, en tanto hecho consumado y sobre el cual parece no haber otras opciones que conducirnos hacia otra tragedia de los comunes, agregándole el término laguneros, requiere ser documentado puesto que el crecimiento económico de más de una corporación láctea se ha sustentado en la desafortunada suerte de la población que reside en esta región.
El hecho ya ocurrió, sólo hay que terminar de documentarlo y escribir sobre él para que, igual que Rachel Carson, podamos establecer su dimensión y que las generaciones actuales y futuras sepan quienes son los responsables, y como tales queden registrados en la historia local.