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El hijo de la leyenda

GILBERTO SERNA RAMÍREZ

La primera vez que tuve noticia de la marihuana en mi entorno fue a principios de los sesenta. Un joven en aquellos años, decía la reseña, subió a refugiarse en la azotea del hotel Nazas, aquí en Torreón, tratando de huir por algún motivo de las fuerzas del orden. Se hacía mención en la nota del Siglo de la fuerza descomunal del individuo que obligó a que dos cumplidos policías batallaran arduamente para someterlo. El comentario era que estaba bajo los efectos de algún psicotrópico, lo cual no era de extrañar, la droga más conocida era entonces la marihuana que en aquellos años la consumían los jóvenes de las clases populares. Incluso se sabía que la yerba la fumaban uniformados del más bajo rango. En las películas se decía que los soldados del Tío Sam se drogaban para soportar los embates del enemigo. Eran los tiempos en que, usando un caló local, se decía de alguien "se las tronaba" aludiendo al ruido de la yerba cuando se fuma verde.

La llamada cannabis indica es la sustancia ilícita más usada en el mundo. Contiene más 400 sustancias químicas. Las pruebas de orina pueden detectar restos varios días después del consumo de la droga o en los que fuman mucho, hasta varias semanas después.

Algo así debió pasarle al "hijo de la leyenda", quien se sujetó al antidopaje una vez que terminó su última pelea. No tiene justificación. A menos que ya lo traiga como herencia. Sus efectos son impredecibles. Sin embargo, el que un boxeador de la juventud del hijo de Julio César puede ser rescatado, si es que quiere seguir en ese deporte. Por lo pronto se expuso a perder la bolsa de tres millones de dólares que le pagaron por su pelea con el argentino Sergio "Maravilla" Martínez, y no sólo eso sino también será retirada la licencia para volver a pelear por un año.

Hace tres años en anterior pelea dio positivo, pero se alegó que fue porque ingirió un diurético, siendo multado con el pago de diez mil dólares declarándose la pelea, que él había ganado, sin decisión. Hay el antecedente de que en el mes de enero fue arrestado por conducir ebrio, obteniendo libertad condicional y la obligación de acudir a treinta reuniones de alcohólicos anónimos. Total, un muchacho problemático.

No es más un campeón en el boxeo, a esto cabe agregar que es criticado públicamente por su entrenador Freddie Roach tachándolo de indisciplinado y falta de compromiso en la preparación para el combate que luego perdería a manos del argentino "Maravilla" Martínez.

El entrenador Roach quien también entrena al filipino Manny Pacquiao, declaró estar muy decepcionado del cachorro de Julio César por no haber trabajado para la pelea que al fin perdió con el argentino. Dice que no acudía al gimnasio a prepararse y que cuando quería lo hacía solo en su casa o de plano no entrenaba.

Esto está levantando ámpula, pues no es lógico que un entrenador hable de su pupilo de esa manera. Ha de estar muy dolido o dispuesto, como se dice en el argot boxístico, a tirar la toalla. Lo malo es que lo hace cuando se ha desatado una ola de críticas en contra del joven pugilista y antes se mantenía con los labios cerrados. Como que aprovecha lo que está pasando: "y si pierde con 'Maravilla' lo dejo y si le gana sigo cobrando".

El entrenador no es el primero que carece de pundonor, de hombría, de dignidad. Si el hijo de la leyenda era un displicente bien pudo Roach retirarse y no esperar a que ladraran los demás para dar cuenta de su fracaso como entrenador. En el boxeo hay todo un equipo que participa en la preparación de quien va a pelear.

Desde el más humilde que arrima el banquillo como el que lleva la botella de agua, el que le coloca el protector bucal, la vaselina y la esponja. Todos resultan importantes para el éxito de la jornada. Las instrucciones que recibe el boxeador, entre campana y campana, mostrando las debilidades del contrario. En fin, toda una estrategia que debe salir de quien está preparando una pelea. Quien está a cargo debió impedir la celebración.

La pelea en sus primeros raunds fue un fiasco. En el último pareció salir de su marasmo el Junior . Los efectos de la droga impidieron que el público se percatara que había dos gladiadores en el cuadrilátero. Supongo que no debió dejarse subir a los contendientes. Tal como ocurrieron las cosas ahí hubo un tongo sui géneris (como en los viejos tiempos).

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