Por qué lloran en campaña lo que no supieron defender en la Cámara. Los candidatos están ahora muy molestos con los asuntos de los debates, quieren cambiar el formato, demandar las televisoras, eliminar las reglas que ellos acordaron. Las reglas se hacen antes justamente porque durante una campaña resulta imposible ponerse de acuerdo. Los punteros no quieren cambiar nada y los coleros quieren cambiarlo todo a ver si en algún viraje logran el milagro de hacer caer al de arriba.
No hay nada nuevo en esto. Así ha sido siempre: los que van perdiendo buscando más y mejores debates, los que van adelante rehuyendo cualquier confrontación. Desde el "hoy, hoy, hoy" de Fox que hizo de su borrachera una virtud, al "no voy al debate" de Andrés Manuel, nunca un partido ha sido consistente en sus planteamientos sobre los debates, todo depende es qué momento electoral se encuentren.
Discutir cualquier cosa en este momento no tiene, pues, ningún sentido. El reglamento de debates en el proceso electoral vendrá en todo caso, y ojalá que así sea, en la próxima reforma electoral (si algo es seguro es que habrá una nueva reforma porque no hay elección que nos guste).
¿De verdad quieren los partidos debates que ayuden a definir elecciones? Esto es, ¿de veras quieren poner a sus candidatos en riesgo de perder cuando vayan arriba a cambio de poder competir cuando vayan abajo? Eso es lo que tienen que decidir los partidos. La experiencia sobre debates en todo el mundo es enorme, no es un asunto de falta de creatividad del IFE, es un asunto estrictamente de falta de compromiso democrático de los partidos.
Podemos hacer debates con réplicas y contra réplicas, pero eso implica que no necesariamente todos los candidatos hablarán lo mismo y que el debate terminará centrándose en dos y los otros dos o tres, dependiendo del caso, pararían a ser muebles, parte del escenario. De veras quieren debates sin temas pre asignados y que el moderador haga preguntas distintas con el riesgo de que le toquen al candidato en el punto débil o que el golpe llegue por debajo de la línea de flotación y se hunda. De verdad están dispuestos a que las cámaras sean libres y tomen lo que el productor piense que es importante y atractivo para la audiencia y no que, en aras de esa equidad mal entendida, todos tengan un tiro de cámara fijo e idéntico.
El debate sobre el debate es pues absolutamente inútil. Son sólo estrategias de los partidos que van abajo para tratar de hace ver mal a los que van arriba. Se vale, es parte de una campaña electoral, lo que resulta curioso y hasta risible es que haya quienes crean que efectivamente se puede modificar el formato de debate a medio camino.
Esta discusión, con esta intensidad y con esta participación de los partidos y la sociedad hay que tenerla dentro de un año, a ver si es cierto que como roncan, duermen; a ver si la vocación democrática les dura más allá de la desesperación electoral.