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'El Lazca', trofeo de la casualidad

Gran angular

RAÚL RODRÍGUEZ CORTÉS

Si acaban por imponerse los argumentos oficiales con que la Marina, Gobernación y el gobierno de Coahuila justifican los equívocos en que incurrieron al informar sobre la muerte y robo del cadáver del jefe zeta Heriberto Lazcano, se habrá impuesto también la percepción de que este golpe al narcotráfico, sin duda el mayor del gobierno de Felipe Calderón, fue producto de la casualidad.

Por que eso y no otra cosa podría ser que los marinos mataran a un capo de capos sin saber quién era y que el posterior robo del cadáver llevara a investigar y a descubrir que se trataba de un peso pesado en la estructura del crimen organizado. En fin, un hecho fortuito que contrasta lamentablemente con lo gastado en dinero y vidas en seis años de guerra.

Están confrontadas por un lado la palabra de la autoridad -apoyada en periciales dactilares y fotografías a los que pronto se añadirán, sin duda, los resultados de exámenes genéticos que reconfirmen la identidad de El Lazca-; y por el otro todo lo que permite imaginar y decir el hecho de que no se tiene la evidencia incontestable en cualquier muerte, el cadáver.

Pero en medio de todas esas especulaciones, no pueden soslayarse hechos que proyectan alguna luz sobre la violencia que ha tenido a Coahuila como escenario durante los últimos días y de la que forma parte el abatimiento del fundador de Los Zetas. Hechos que, por cierto, no pueden separarse de la coyuntura política nacional.

Cada día es más evidente, por ejemplo, la ruptura personal y política entre los hermanos Moreira: el gobernador Rubén y su antecesor Humberto. El hijo de éste, José Eduardo, fue asesinado en Ciudad Acuña, como se sabe, el 3 de octubre. La joven viuda hizo señalamientos que atribuían al actual mandatario, por no saber gobernar, la responsabilidad del crimen. En ese contexto, el gobernador no asistió, incluso, a los funerales de su sobrino.

Estos hechos explican, por supuesto, un enfriamiento, por decir lo menos, de la relación entre los hermanos. Pero sus problemas, al parecer, vienen de tiempo atrás y están relacionados con el ejercicio del gobierno y la manera de confrontar al crimen organizado.

Humberto fue como gobernador muy crítico de la estrategia de seguridad de Calderón. Llamaba la atención que mientras el vecino Nuevo León se empezaba a incendiar con la violencia zeta, Coahuila estaba relativamente tranquila salvo hechos aislados en la Comarca Lagunera.

Su hermano Rubén, desde que llegó al gobierno el 1 de diciembre de 2011, ha mantenido un discurso duro frente al crimen y ha cerrado la entrada de nuevos casinos, prohibido los table-dance y acortado los horarios de venta de alcohol. En ese contexto la violencia se ha recrudecido. Baste este recuento del último mes: Los Zetas fueron a sacar a 131 reos de la cárcel de Piedras Negras (17 de septiembre), murió en un enfrentamiento con fuerzas federales Alejandro Treviño Chávez, sobrino de Miguel Ángel Treviño Morales, alias El Zeta 40, segundo en jerarquía de ese cártel de las drogas (3 de octubre); fue asesinado José Eduardo Moreira (ese mismo 3 de octubre); y cayó abatido El Lazca (7 de octubre).

Pero todo esto también encuentra explicación en la dinámica del propio cártel de Los Zetas y el proceder de quien fuera jefe fundador. Lazcano tenía como principal centro de operación, hasta hace un año, a su natal Hidalgo. Se dice que Pachuca era su ciudad de residencia. De Coahuila y Nuevo León se ocupaba Treviño Morales.

La consultora de inteligencia global Stratfor, relacionada invariablemente con la CIA, refirió, en algún momento, que El Lazca padecía una enfermedad terminal, lo que lo alejó del ilícito negocio, mientras que El Zeta 40 aumentaba su influencia. Fue así que, para no dejarle el camino tan libre, Lazcano decidió residir en Coahuila, lo que agudizó la disputa por el control del cártel y atizó la violencia. En ese contexto debe entenderse la captura el 6 de octubre en Nuevo Laredo de Salvador Alfonso Martínez Escobedo, La Ardilla, compadre de El Lazca y probablemente el que haya revelado detalles de su paradero.

Humberto Moreira fue, y debe seguirlo siendo, un hombre cercano a Elba Esther Gordillo y, por esa vía, a Enrique Peña Nieto. Ese vínculo lo hizo presidente del PRI hasta que el problema del endeudamiento que contrajo como gobernador lo llevó a dejar el cargo. Rubén Moreira, por su parte, también tiene fuertes vínculos con el equipo del Presidente electo. Su esposa, Carolina Viaggiano, fue diputada federal por Hidalgo y coordinadora, en 2005, de la campaña a gobernador de Miguel Ángel Osorio Chong, el hombre al que Peña Nieto ha encomendado el tema de la seguridad. De hecho, la primera dama de Coahuila es también en la actualidad coordinadora de Sociedad Civil del equipo de transición.

Este es otro referente de la conexión Hidalgo-Coahuila que tampoco debe perderse de vista.

(rrodriguezangular@hotmail.com @RaulRodriguezC)

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