Andrés Manuel López Obrador es un hombre carismático imbuido de un sentido de causa personal. Se ve a sí mismo como baluarte moral frente a un mundo corrupto. “El principal problema de nuestro país es la corrupción política”, dijo en diciembre de 2011.
Desde la elección de 2006 parafraseó a Benito Juárez al afirmar que un triunfo de la derecha, en ese entonces representada por Felipe Calderón, era moralmente inaceptable. En la campaña actual fue el triunfo de Enrique Peña Nieto el que calificó de “moralmente imposible”. Al final el mensaje es que él representa la posición moral en un país en que la corrupción son todos sus rivales. En su conferencia de prensa del viernes 6 de julio afirmó: “Si se trata de hablar de cómo somos cada uno de nosotros, Enrique Peña Nieto es un inmoral.”
En el primer debate del pasado mes de mayo Andrés Manuel pidió una “renovación moral de la sociedad”. La frase, para muchos, se identifica con Miguel de la Madrid, pero el concepto parece haber surgido de Samuel del Villar, jefe del programa Renovación Moral de la Sociedad en el gobierno de De la Madrid y procurador capitalino con Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles.
López Obrador ha hecho gala de honestidad personal. De todos los políticos encumbrados del país, es quien parece vivir con mayor austeridad. La decisión de viajar en vuelos comerciales, despreciada por los demás candidatos presidenciales, es un buen mensaje en el baile de los millones de la política mexicana.
López Obrador dice que ha ganado solamente 50 mil pesos al mes en los últimos años. Sus críticos cuestionan que no está claro de dónde han provenido los fondos de su campaña de seis años, ni si ha pagado impuestos en lo personal. Creo que el origen del dinero es claro, pero nunca he sabido si paga Impuesto Sobre la Renta.
Las ideas económicas de Andrés Manuel parecen poco realistas o incluso suicidas. Ahorrar 600 mil millones de pesos al año del gasto público es un objetivo loable; pretender lograrlo simplemente reduciendo a la mitad los sueldos y gastos de los altos funcionarios se antoja ingenuo. La propuesta de eliminar gradualmente las exportaciones de petróleo crudo, la parte más rentable de Pemex, e invertir en cambio en construir cinco refinerías de gasolina, la parte que pierde, es no entender cómo funciona una empresa o la economía. La iniciativa de revivir Luz y Fuerza del Centro y entregársela nuevamente al Sindicato Mexicano de Electricistas es una traición al pueblo mexicano a cambio del respaldo político de un sindicato.
López Obrador no es codicioso, pero sí ambicioso. Su búsqueda del poder a toda costa es sintomática. Ha reclamado fraude en todas las elecciones que ha perdido y ha tomado sin empacho los cargos cuando ha ganado. Su visión es que un proceso sólo puede ser democrático cuando triunfa.
En 2006 y 2012 exigió el recuento voto por voto. Lo obtuvo en 2, 800 paquetes en 2006 y en 68 mil en 2012, lo que permitía la ley en cada caso. Los resultados demostraron que los ciudadanos en las casillas no habían hecho un gran fraude en su contra. Ahora dice que el problema no fue el cambio de los votos sino la compra de sufragios. Pero si bien hay razones para pensar que algunos votos han sido comprados, Rosario Robles ha señalado que cuando era jefa de gobierno del Distrito Federal López Obrador le pidió apoyo para ofrecer despensas a cambio de votos.
López Obrador es un moralista pragmático. El fin justifica los medios. El bien moral superior es llevarlo a él al poder para que desde ahí pueda imponer la renovación moral de la sociedad.
BARTLETT AL SENADO
Perdió la elección al Senado en Puebla; su tercer lugar no le permitió siquiera el premio de consolación de la primera minoría. Manuel Bartlett afirma que su derrota se debió a un fraude electoral, pero llegará de todas formas al Senado en la lista plurinominal. En México no hay que ganar una elección para llegar al Congreso.
Twitter: @sergiosarmient4