No tengo ningún inconveniente en dar a conocer que ese personaje me simpatizaba, sin que dejara de reconocer que en veces era un tanto desolotado. Se veía mejor con ropa de ranchero que de saco y corbata. No lo imagino impartiendo cátedra en la Sorbona de Paris. Son memorables sus deslices gramaticales. No parecía saber gran cosa de sintaxis o de prosodia. Le es, el de las letras, un mundo desconocido. De política no parecía saber mucho y en este país lleno de misticismo y magia llegó a ocupar la silla que menospreció Emiliano Zapata, Más parecía un vaquero arriando ganado, montado en su caballo cuatroalbo. Estaba en su ambiente. Grandote, manos grandotas, pies grandotes, uñas ídem. Lo de intelectual como que no le queda. Aunque al parecer no le importa. Le ha dado ahora por convertirse en el oráculo de San Cristóbal, vaticinando que será el PRI el que ocupe Los Pinos, de acuerdo (según él) con las evidencias. Explicando que su parte "racional y pensante" (¡humm!) le dice que sólo un milagro haría ganar a Josefina Vázquez Mota. Es seguro que al hacer tal declaración se encontraba rodeado de musas y ninfas, como los antiguos videntes.
Se ignora, no lo dice la nota, si para hacer tal predicción aspiró gases tóxicos al igual que las pitonisas de Delfos, entrando rápidamente en un estado de embriaguez y desesperación, con grandes tiritonas, como las que produce la fiebre, desgreñándose y arrojando espuma por la boca. La leyenda cuenta que el dios Zeus mandó volar dos águilas, soltadas desde dos puntos opuestos del universo, que se llegaron a encontrar, donde una piedra en forma de medio huevo llamada ónfalos señalaba el lugar en donde se encuentra el ombligo del mundo. Es factible que la intención sea convertir a San Cristóbal en un santuario del saber y por qué no, también de los presagios. Las respuestas del oráculo de Delfos, por lo común, no eran precisas, más bien eran oscuras y confusas, no trataban de adivinar los hechos si no de dar buenos consejos, cosa que no era demasiado difícil pues en el santuario se disponía de la información necesaria sobre los últimos acontecimientos del mundo conocido en aquel entonces.
Aunque habría que ver si en San Cristóbal sucede lo que con el oráculo de Delfos, donde la fe de los creyentes era tal, que incluso si se equivocaba, el yerro se atribuía a quien había hecho la consulta, no al oráculo en sí. Tal fue el caso de la solicitud que hizo al oráculo el último rey de Lidia, de nombre Creso, quien preparaba su ejército para invadir territorio persa, preguntando si el momento era propicio. (Este personaje era el hombre más rico del mundo y tan célebre su nombre que aún hoy en nuestra época es común decir que un individuo acaudalado es un Creso). La respuesta fue: "si cruzas el río Halys (frontera entre Lidia y Persia), destruirás un gran imperio". La respuesta la consideró favorable, dando por hecho que el gran imperio era el de los persas. ¡Oh! sorpresa, el gran imperio que destruyó fue el suyo, pasando Lidia a poder de los persas. Lo que es un ejemplo de la ambigüedad en la respuesta que recibían los consultantes.
Sin embargo, a Creso no le bastaba con ser rico, necesitaba ser reconocido, por lo que enterado de que el sabio Solón, célebre por su sabiduría, viajaba por sus tierras le invitó a visitarlo en su hermoso palacio mostrándole su enorme riqueza, preguntándole ¿quién crees, de los hombres que has conocido, sea el más feliz de todos? Esperando que el sabio respondiera, "Quién más que tú, mi estimado Creso". En vez de eso Solón le habló de los méritos de un hombre honesto que después de educar a sus hijos, se alistó en el ejército y dio su vida en defensa de su patria. Luego ante la insistencia de su anfitrión, le mencionó a dos jóvenes pobres que trabajaron virilmente para mantener a su casa y a su madre. Ya a estas alturas Creso enfurecido le dijo a su huésped ¿por qué no me tienes en cuenta y restas importancia a mi riqueza y mi poder? Oh rey, contestó Solón, nadie puede decir si eres feliz o no hasta que mueras. Nadie sabe qué infortunios pueden sorprenderte, ni qué desdicha puede despojarte de todo este esplendor.