Los Simpon: la película, 2007.
Decenas de filmes referenciales para la actual generación deben buena parte de su éxito al vigor e ingenio de la extraña mente musical de Danny Elfman. Su estilo es inconfundible y su marca está adherida a importantes nombres de la industria como Gus Van Sant, Sam Raimi y Tim Burton.
Nacer en Los Ángeles y no amar el séptimo arte es haber nacido en el lugar equivocado. Si a ese gusto se le agrega el placer por la música y mucha irreverencia, entonces la llamada “meca del cine” puede engendrar personajes casi míticos como Danny Elfman, quien con sus inquietantes composiciones ha dotado de atmósferas sonoras a casi 70 películas en 30 años de carrera. También ha dejado su sello en el rock y la televisión.
LAS PRIMERAS NOTAS
Daniel Robert Elfman nació el 29 de mayo de 1953 del vientre de Clare ‘Blossom’ Elfman, una escritora de libros para niños casada con Milton Elfman, un maestro ex integrante de la fuerza aérea.
Desde chico mostró afición por la música y el cine. Bernard Herrmann, ‘músico de cabecera’ de Alfred Hitchcock, se convirtió muy pronto en su máximo referente de esa simbiosis artística.
Aunque tuvo la oportunidad de contar con maestros particulares y estudiar en un conservatorio, prefirió ser autodidacta. En la secundaria formó un grupo de ska. Al terminar la escuela se fue a Francia siguiendo a su hermano Richard Elliot Elfman, actor, productor y director. En la antigua Galia se unió al grupo teatral y musical de vanguardia Le Grand Magic Circus. Posteriormente viajó a África, en donde tuvo contacto con los estilos sonoros de países como Ghana, Mali y Alto Volta. Luego de contraer malaria decidió volver a California, en donde entró al instituto CalArts aunque sólo como oyente, pues nunca se matriculó.
Ya en casa, Danny se integró en 1974 a la desconcertante agrupación The Mystic Knights of Oingo Boingo, conocida simplemente como Oingo Boingo (fundada dos años antes por su hermano), la cual terminaría liderando en el rol de vocalista y guitarrista durante dos décadas.
Su debut como músico para la pantalla grande vino de la mano de su hermano Rick en 1982 con la comedia fantástica Forbidden Zone, proyecto que se convertiría en el inicio de una de las carreras más interesantes del mundo de las bandas sonoras.
EL INFRAMUNDO DE BURTON
A mediados de los ochenta un extraño joven de nombre Timothy William Burton, cineasta en ciernes, invitó a Elfman a musicalizar su primer largometraje: La gran aventura de Pee-wee (Pee-wee’s Big Adventure, 1985), en donde el compositor retomó el espíritu troupe de la primera etapa de Oingo Boingo. Esta cinta, que fue un éxito en taquilla considerando su bajo presupuesto, marcó el comienzo de una prolífica relación profesional. La compenetración creativa entre ambos pronto rindió sus frutos.
En la excéntrica comedia negra Beetlejuice. El súper fantasma (Beetlejuice, 1988), Danny da soporte al humor siniestro de Tim haciendo uso de melodías que remiten a un aterrador circo de fenómenos con coros y metales potentes, uno de sus sellos más característicos.
Pero fue por la partitura de Batman (1989) que Elfman empezó a ganarse una reputación en Hollywood. Con pasajes orquestales robustos y un tono más serio, concibió una banda sonora perturbadora y oscura, cargada de reminiscencias del romanticismo tardío mezcladas con ritmos y coros orffianos. Su extraordinario trabajo le valió un Grammy.
Un año después musicalizó una de las grandes obras maestras del universo Burton, El joven manos de tijera (Edward Scissorhands), donde mostró su gran versatilidad. Melancólica y onírica, la banda sonora es una pieza digna de apreciar por sí misma.
Difícil es pensar en las producciones Tim sin el ambiente y el carácter que le brinda el trabajo de Elfman. De sus colaboraciones también sobresalen las partituras del extraordinario musical animado El extraño mundo Jack (The Nightmare Before Christmas, 1993, dirigido por Henry Selick pero escrito y producido por Burton), en el cual Danny prestó su voz para interpretar algunas piezas; la de la soberbia adaptación del cuento de Washington Irving, La leyenda del jinete sin cabeza (Sleepy Hollow, 1999), donde la música de aire decimonónico y la estética lúgubre de la película se funden en una atmósfera espeluznante; y la del conmovedor largometraje fantástico El gran pez (Big Fish, 2003), con la que el angelino explora su lado más sensible.
El tándem Burton-Elfman ha generado más de una docena de filmes.
ENTRE HÉROES Y EXTRAÑOS MORTALES
Elfman ha trabajado junto a otros directores importantes con el mismo buen resultado. Uno de ellos es Sam Raimi, para quien ha escrito partituras como la de Darkman, el rostro de la venganza (Darkman, 1990), cinta donde logra una de sus bandas sonoras más oscuras; o la de El plan (A simple plan, 1998), de intrigantes pasajes con un interesante juego de notas disonantes. También la de la taquillera saga de uno de los personajes favoritos de Norteamérica, El hombre araña (Spider-Man, 2002, 2004 y 2007), donde con un inicio minimalista urde a través de finos hilos una telaraña musical cargada de vértigo y suspense, aunque sin un claro leitmotiv.
Otro de los cineastas que ha encontrado en Elfman un colaborador asiduo es Gus Van Sant. Trabajó con él en Todo por un sueño (To Die For, 1995) para la que compuso un tema inquietante, esquizofrénico, en el que combina pasajes orquestales y corales alucinantes con descargas de death metal.
Muy distinto es su trabajo en Mente indomable (Good Will Hunting, 1997), para la cual escribió una partitura reflexiva y apacible con una buena dosis de piano, alientos y guitarra acústica. Y en Milk. Un hombre, una revolución, una esperanza (Milk, 2008), filme que cuenta la vida y el asesinato de la primera persona abiertamente gay que ocupó un cargo público, Danny arroja unas notas llenas de heroísmo y calidez con un aire retro remarcado por el uso del saxofón.
De su trabajo con otros directores destaca el musical satírico Chicago (2002) de Rob Marshall, que recrea la jazz age de dicha ciudad de Illinois, surgida durante en el contexto de la Gran Depresión, la delincuencia y la corrupción, y para el cual Elfman elaboró piezas instrumentales en el estilo típico de la época.
También resultan interesantes otras composiciones como las realizadas para Dick Tracy (1990), adaptación de Warren Beatty de la popular tira cómica homónima; la alocada comedia de ciencia ficción Hombres de Negro (Men in Black, 1997) de Barry Sonenfled, y Hellboy II: El ejército dorado (Hellboy II: The Golden Army, 2008), del mexicano Guillermo del Toro, con una banda sonora poderosa y electrizante, llena de matices.
POR OTROS SENDEROS DEL HADES
Elfman no sólo ha trabajado para la pantalla grande. El tema de inicio de la exitosa serie animada Los Simpson (The Simpsons) es ya un clásico de la pop culture. También compuso la melodía de entrada para series populares como Esposas desesperadas (Desperate Housewives) y Cuentos de ultratumba (Tales from the Crypt), entre otras.
Por si fuera poco, su música también se puede encontrar en videojuegos como Fable, Lego Batman y Wanted: Weapons of Fate.
Versátil, extravagante, creativo y dotado de una amplia imaginación, Danny Elfman ha impreso su marca de Orfeo irreverente en la celosa industria del entretenimiento, en general, pero sobre todo en la del cine. Sus contrastantes coros, sus metales dominantes, su eclecticismo y su dominio de una mezcla de música orquestal y efectos digitales, han hecho de sus partituras un elemento esencial de las obras con las que se fusionan.
Twitter: @Artgonzaga
LAS IMPRESCINDIBLES
-Batman (Tim Burton, 1989). Ganador del Grammy
-El joven manos de tijera (Edward Scissorhands, Tim Burton, 1990)
-El extraño mundo de Jack (The Nigthmare before Christmas, Henry Selick, 1993)
-Mente indomable (Good Will Hunting, Gus Van Sant, 1997). Nominado al Óscar
-La leyenda del jinete sin cabeza (Sleepy Hollow, Tim Burton, 1999)
-El gran pez (Big Fish, Tim Burton, 2003). Nominado al Óscar
-Milk. Un hombre, una revolución, una esperanza (Milk, Gus Van Sant, 2008). Nominado al Óscar