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El oro lagunero

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ
"No podrás elogiar combates más nobles que los que se celebran en Olimpia".— Píndaro de Tebas

La Laguna tiene un campeón olímpico de áureo nombre, un "artífice que trabaja en oro". El sábado 11 de agosto de 2012 -que quede así escrito en la historia- Oribe Peralta con dos goles dio a la nación del águila y la serpiente su primera medalla de oro en el balompié, el deporte más popular del mundo. Es el primer lagunero en alcanzar este logro. Para gloria y esperanza de estas golpeadas tierras, debe ser el primero de muchos. La victoria no es trivial… nunca lo ha sido.

Los antiguos griegos, forjadores de nuestra civilización, llamaban "olimpiónicos" a los triunfadores del más universal de los certámenes deportivos. Todo tipo de honores prodigaban las ciudades a sus grandes campeones. Si bien la aristocracia acaparaba la participación en los sagrados juegos olímpicos, la victoria que alcanzaban los competidores enorgullecía a toda la ciudad de donde provenían. La gloria era el principal motor de aquellos privilegiados atletas.

Pero el deporte y la competencia formaban parte fundamental de una sociedad basada en una ciudadanía guerrera. De las capacidades físicas de sus hombres dependía en gran medida la existencia de una polis. Una ciudad de débiles y ociosos era una ciudad perdida. Y los juegos de Olimpia podían ser el escaparate principal para demostrar de forma pacífica la superioridad de una ciudad. La gloria individual se hacía colectiva.

A los juegos olímpicos modernos acuden hombres y mujeres de toda raza y condición. El elemento guerrero del deporte ha desaparecido, pero ha prevalecido el propagandístico y han surgido otros como el económico. El dinero acompaña ahora a la gloria de un gran atleta. Contrario a lo que sucedía en la antigüedad, ser deportista hoy es un proyecto de vida que, como tal, requiere esfuerzo y sacrificio. Y para quien sobresale en él, el éxito económico es una garantía.

Pero al igual que el arte en todas sus manifestaciones, el deporte tiene una función social muy importante. A través de él, miles de personas pueden encontrar una sana vía de desfogue de sus capacidades, una buena alternativa a las conductas antisociales y una salida positiva a su condición de precariedad. La apuesta por el arte y el deporte forma parte fundamental de estados que pretenden resolver graves problemas de criminalidad y violencia.

En países como el nuestro en donde no existe todavía un sistema deportivo eficiente, historias como las del lagunero Oribe Peralta cobran especial relevancia. Originario de La Partida, un humilde pueblo de calles terregosas y con apenas 4 mil habitantes, ubicado en el municipio de Torreón, Oribe comenzó a jugar en el llano, lejos de cualquier apoyo institucional. Como él mismo ha reconocido, su principal motivador ha sido su padre. Y gracias al futbol, logró alejarse de las "tentaciones" que acechan a los jóvenes.

En una entrevista a El Siglo de Torreón, el propio Peralta confesó: "en La Partida no tenías escuela, no tenías nada que hacer, siempre estabas vagando por ahí, buscando qué locuras hacer. Pero yo siempre me encaminé por el futbol (…) a pesar de que muchos amigos se fueron por el otro lado". Oribe hizo del futbol su forma de vida, pero para cosechar los éxitos que hoy acumula tuvo que superar dificultades mayores a las de los deportistas de países desarrollados.

Hasta hace unos meses Oribe Peralta era un héroe regional, gracias al trabajo que ha desempeñado dentro de su equipo, el Santos Laguna. Hoy, es un héroe nacional. Y esa condición se la ha ganado a pulso, a base de un enorme esfuerzo y de remar contra la corriente.

Pero, desgraciadamente, en este país historias de éxito como la de Oribe son excepciones, hechos atípicos, casos extraordinarios. Porque Peralta es lo que es a pesar de los enormes vicios que enfrenta nuestra sociedad, a pesar de las mafias que controlan la política y el deporte en México, a pesar de la catástrofe cotidiana que padece el país y la región debido a la delincuencia. Eso da más brillo a su triunfo y engrandece su proeza y la de sus 17 compañeros de equipo.

Ojalá esta victoria no quede sólo en la embriaguez y la resaca. Ojalá que este logro y el ejemplo de Peralta sirvan como acicate para hacer del deporte y la cultura en general las tablas de salvación que necesitan muchos jóvenes que hoy, de forma voluntaria o involuntaria, terminan devorados por esa hidra que es la delincuencia. Ojalá mañana podamos hablar y enorgullecernos en la comarca no sólo del "olimpiónico" Oribe, sino de muchos otros jóvenes que encontraron en una virtud su proyecto de vida.

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