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El otro corazón

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El otro corazón

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Roberto Iturriaga

Si hay un órgano que los humanos valoramos es el corazón; la frase “paro cardiaco” hace temblar, pues sabemos que de su buen funcionamiento depende nuestra vida. No obstante, hay otra víscera igual de importante: el hígado. Es trascendental que sepamos todo lo que hace por nosotros para que reconozcamos su trascendencia y sobre todo cuidemos de él.

El cuerpo humano es el resultado de más de cuatro millones de años de evolución constante; tanto sus condiciones externas como internas han variado dependiendo de las necesidades fisiológicas. Cada uno de sus órganos mantiene un delicado equilibrio. Al hablar de la salud, con frecuencia se enumeran algunas de las partes y sustancias que lo integran, y especialmente se resalta la labor de ciertos órganos. La ciencia ha realizado avances determinantes en la comprensión de nuestra estructura, al grado tal que no sólo sabemos las tareas de cada órgano sino su relación específica con todo lo que hacemos, desde respirar hasta resistir una enfermedad. Gracias a ello tenemos claro por ejemplo que el cerebro es el centro de operaciones que controla toda función. O que el corazón es más importante que el riñón, pues a diferencia de éste no cuenta con un par casi idéntico, ni tampoco puede ser reemplazado tan fácilmente si llega a fallar. Aunque tales factores son de conocimiento popular, mucha gente aún ignora la relevancia de otra ‘pieza’: el hígado, al que podría equiparársele en jerarquía con el corazón.

EL LABORATORIO INTERNO

El hígado es una masa de carne con aspecto fibroso y color rojo oscuro; cuenta con gajos o subsecciones en todo su interior. Su tamaño suele variar dependiendo de cada persona; usualmente alcanza un peso de hasta un kilogramo y medio, lo cual lo convierte en el segundo órgano más grande del cuerpo, después de la piel (y el mayor en nuestro interior).

Ocupa un porcentaje significativo de la zona torácica-abdominal y contiene una gran cantidad de sangre. Sabemos que el corazón bombea el total de ésta hacia el sistema circulatorio, siendo esa su principal función. Sin embargo en el transcurso del día una sola de las venas del hígado llega a servir de ‘puente’ hasta al 85 por ciento del total de la sangre del cuerpo. Y su capacidad va más allá del bombeo, pues se encarga de renovarla totalmente; así, los nutrientes y componentes de este líquido entran y salen constantemente en la arteria hepática. Mientras que por la otra ‘conexión’ vital de hígado (la vena porta) transita diariamente el otro 15 por ciento de la sangre.

Si comparamos al hígado con el cerebro, encontramos que en este último se regulan actividades de control global, como cualquier impulso eléctrico, reflejos conscientes y no conscientes, además de todo el sistema neurotransmisor. Por su parte el hígado cumple con trabajos más específicos, se han contabilizado hasta ahora más de 500 funciones (y constantemente se descubren nuevas formas de relación con otros órganos). Muchas de ellas son imprescindibles y sólo el hígado es capaz de realizarlas. Los médicos han seleccionado de 10 a 22 capacidades detalladas que se consideran esenciales e irremplazables, a tal grado que de faltar este ‘instrumento’ sería complicado garantizar la vida por periodos prolongados. Estas son algunas de ellas:

1. Regulación y control de los aminoácidos en la sangre; tales sustancias son las que integran las proteínas y determinan directamente nuestra nutrición.

2. Generación de colesterol de proteínas y colesterol para el correcto transporte de las grasas y lípidos a través del cuerpo. Aquí es donde habitualmente suele aplicarse el término ‘hígado graso’, ante una irregularidad o sobreproducción de colesterol.

3. Depuración y limpieza de la mayor parte de las toxinas, drogas, elementos extraños y cualquier químico no asimilable a la actividad corporal, como alcohol o tabaco.

4. Formación de la urea. Luego de que el cuerpo filtra lo que no necesita, conduce esa ‘basura’ al torrente de la orina mediante la urea, misma que es la contraparte del amoniaco tóxico en todo el organismo.

5. Elaboración de proteínas diversas en el plasma de la sangre. También destruye las células que no son funcionales en el flujo sanguíneo para desecharlas mediante la orina.

6. Transformación de la glucosa en glucógeno. Éste almacena oxígeno y puede ser convertido en glucosa de nueva cuenta, en caso de que el cuerpo requiera de energía inmediata.

7. Coagulación sanguínea total. El hígado toma los llamados fibrinógenos, encargados de dar su liquidez a la sangre, y los cambia a fibrina, que le otorga un aspecto espeso. Todo ese proceso requiere de unas 15 enzimas básicas, que en su mayoría se encuentran en este órgano.

8. Produce la bilis, uno de los principales químicos que eliminan toxinas y descomponen cadenas de lípidos (deshacen grasas) dentro del intestino delgado. Ello se realiza en la vesícula biliar, situada en el mismo hígado.

9. Adición de la hemoglobina para añadir hierro a la sangre. Esto proporciona una calidad al transporte y procesamiento de la hemoglobina durante todo su tránsito por el organismo. La mayor parte del hierro que se consume se acopia en el hígado y luego es utilizado para nutrir y mantener este equilibrio de elementos.

10. Almacenaje de nutrientes esenciales. Algunas vitaminas como A, D, E, K, B9 y B12 permanecen en este órgano hasta ser requeridos en el torrente sanguíneo de la hemoglobina (la molécula de los glóbulos rojos que transportan oxígeno).

11. Síntesis de gran cantidad de hormonas, incluidas las que se producen en la adolescencia. Todas son desechadas también mediante la orina.

12. En los fetos la elaboración de hematíes (principales células de la sangre) se lleva a cabo dentro del hígado, situación similar a la hematopoyesis (generación de sangre) que en los adultos se efectúa en la médula ósea.

LOS ENEMIGOS

Tomando en cuenta todo lo que el hígado hace por nosotros, resulta fundamental preguntarnos qué podemos hacer por mantenerlo funcionando correctamente. La comunidad médica enfatiza que la mayor parte de los daños que sufre ocurren por responsabilidad directa de cada individuo, como consecuencia de sus acciones. Y es que si bien está capacitado para deshacerse de agentes innecesarios, innumerables personas tienden a causarle una sobrecarga, mediante el consumo de sustancias en forma indiscriminada. Es preciso aclarar que con esto nos referimos a todo aquello que ingerimos, desde la alimentación diaria (grasas, azúcares y nutrientes) hasta drogas como el alcohol y el tabaco u otros químicos. Cada vez que fumamos, bebemos y simplemente comemos, ponemos a trabajar al hígado.

El tabaquismo en particular ocasiona la sobreproducción de elementos nocivos para la salud. En cuanto al alcohol, el hígado debe procesar su paso por el cuerpo; recordemos que no es un componente necesario al cuerpo. De ahí que su depuración excesiva y sobre todo constante (alcoholismo) puede derivar en una cirrosis, es decir la descomposición de todo el órgano, hasta dejarlo inhabilitado para realizar sus funciones más básicas.

Igualmente, drogas como las metanfetaminas y los ácidos pueden ocasionar cirrosis. De hecho si llegan a ser empleadas por una embarazada, el hígado del feto se ve gravemente afectado, ya que es el principal generador y consumidor de nutrientes mientras el ser humano está en formación.

Asimismo, al evitar comidas saludables e ingerir excesivas raciones de calorías, azúcares y grasas, se obliga a que nuestro sistema elabore sustancias como el colesterol y otros lípidos, cuya sobreproducción causaría que el hígado resulte afectado y modifique sus funciones de manera negativa.

Por otro lado la alimentación irregular de azúcares y los desórdenes de la bilis originan un exceso de fabricación de la bilirrubina, lo cual causa que las toxinas aparezcan en todo el torrente sanguíneo; un síntoma de que hay un desorden de este tipo es que los ojos de la persona se vuelven amarillentos.

EL SÚPER ÓRGANO

Sin duda la más sorprendente de las características del hígado es su capacidad de regeneración. Por ello es posible que si alguien requiere un trasplante, un donante vivo le ceda un fragmento (lóbulo), y que en ambos individuos el órgano crezca hasta alcanzar su tamaño total.

Por todo lo anterior no es de extrañar que algunos especialistas lo cataloguen como el órgano más importante del cuerpo. Así, es recomendable que lo mantengamos libre de sustancias dañinas, que no lo saturemos con alimentos grasosos o poco nutritivos, y que revisemos su estado con regularidad mediante un examen general o de sangre.

Correo-e: riturriaga@elsiglodetorreon.com.mx

Fuentes: Médico General Felipe Navarro; Licenciado en Nutrición Juan Manuel Salazar.

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