El clásico de Francis Ford Coppola cumplió ayer cuatro décadas.
Un director inexperto como Francis Ford Coppola y un actor presuntamente acabado como Marlon Brando alumbraron una obra maestra sin paliativos, El Padrino, que descubrió un nuevo sentido de la épica y se convirtió en un clásico instantáneo que no ha perdido ni un ápice de su vigor a sus 40 años, los cuales celebró ayer.
El cine de gran formato parecía cosa del pasado. La épica y la grandilocuencia se vinculaban a la última época de los grandes estudios, una antigualla que ya solo directores como David Lean sabían realizar con dignidad. Pero un joven director llamado Francis, que había escrito el guión de Patton y dirigido películas de interés medio, encontró en el descalabro moral un nuevo código mitológico.