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El perro descabezado

GILBERTO SERNA

Cuál es la interpretación que debemos dar a la aparición de un perro que había sido degollado en alguna parte de Tultitlán cuyo destino era el de morir sin cabeza, como si ya muerto sus verdugos pensaran que sería un escarmiento para los demás perros del rumbo o que los que lo sacrificaron estimaron que es un congénere de los políticos, porque a ellos va dirigido un mensaje escrito en una cartulina con la leyenda "los próximos serán ustedes" y para que no hubiera equívocos lo abandonaron en las cercanías de las oficinas que ocupa el Comité Municipal del PRD.

Se dejó la cabeza del cadáver en la madrugada del día último del mes, un día antes de las elecciones. Hasta dónde puede llegar la estulticia de un cristiano que ceba sus instintos asesinos en un pobre animalito considerado el mejor amigo del hombre. Viendo tal situación me propuse la ingente tarea de hacer una interviú a los cánidos del vecindario. Me di cuenta de inmediato que necesitaría un traductor. Pero no fue necesario, pues recordé que el Papa Juan Pablo II dijo en alguna ocasión que los animales poseen un alma.

No necesité mucho para convencerme de que en efecto los perros sienten, al igual que el ser humano con la diferencia de que lo hacen sin dobleces. Algunos son más caritativos, sensibles y fieles que los seres humanos.

Miraba sus acuosos ojos y la nariz siempre húmeda de mi perro al que mi padre llamó Nerón y sólo encontraba en ellos una lealtad a toda prueba y un amor a su amo por el que era capaz de dar la vida, si necesario fuera.

Yo tenía dos años y él cuatro. Llevaba un collar de cuero con medias esferas de metal y una dentadura colosal cuyos colmillos eran un par de sables capaces de atravesar, si se lo proponía la musculatura del mismísimo Sansón. A pesar de que lucía un aspecto fiero, su obediencia era proverbial. Era un Bóxer colosal, vivió hasta los once años de edad. En ese entonces no había cementerio para perros por lo que mis hermanos mayores lo llevaron a las afueras de la ciudad donde se le dio sepultura. Un túmulo de tierra lo cubría. De acuerdo con el concepto aristotélico, ahí reposaba y creo que su alma, al igual que la de los seres humanos, se encontraba desde ese entonces en el paraíso perruno.

Los perros que entrevisté o quise hacerlo, se negaron a decir algo concretándose a expresar este hocico es guauguaumio, y no los saque de ahí. Luego supe que el miedo a terminar sin cabeza los había vuelto mudos. Los perros también presienten el peligro.

Pero sigamos a Tultitlán. ¿Qué culpa tenía el perro inmolado de los despapayes de los políticos? Hasta donde sé los perros no participan en la vida pública, aunque haya algunos políticos que se pelean por un "hueso" como si lo fueran. Lo dice el dicho: perro que ladra no muerde. No conozco un político que ladre, por lo que de seguro todos "muerden" bien y bonito. Interrogamos a un político sobre su declaración patrimonial y nos contestó ¿y yo porqué?; otro dicho dice: perro que come huevo, ni aunque le quemen el hocico y perro callado, míralo con cuidado. Perro de muchas bodas, no come en ninguna por comer en todas. Guárdate del hombre que no habla y de perro que no ladra. En ambos casos es sabido que son los más proclives a hincar el diente.

El letrero, al lado del degollado perro, no deja lugar a duda de que se trataba de políticos pretendiendo intimidar a políticos. Lo que es clásico decir que del dicho al hecho hay mucho trecho o sea del decir al obrar mil pasos hay que dar o del pensar al hacer hay cien leguas que recorrer.

Hay, desde luego, una gran diferencia entre el hablar y el actuar. Son parte de las intrigas entre políticos de las que no hay que hacer caso. Simplemente ignorarlas. Lo que no quiere decir descuido. (Habría que analizar qué otros pasos se dan en el mismo sentido o se han dado antes). Los políticos de ahora, hay que decirlo, sufren de metempsicosis, que es una doctrina filosófica según la cual el alma se reencarna después de la muerte en un cuerpo humano, animal o vegetal. Herodoto dice que en ciclo de tres mil años hay una transmigración del alma. En fin, en ese orden de ideas no sabemos si el animal, cuya cabeza fue desmembrada de su cuerpo, era o no familiar en una vida pasada de quienes lo inmolaron en la terminación de un ciclo de transmutación.

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