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El PRI y la 'moda colombiana'

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Mientras el candidato del PRI a la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, anunciaba que, de ganar las elecciones del 1 de julio próximo, su asesor en materia de seguridad sería el general Óscar Naranjo, quien hasta el 12 de junio se desempeñó como director de la Policía Nacional de Colombia, el alcalde de Torreón, Eduardo Olmos, y el gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, realizaban un viaje por el país sudamericano para "atraer inversiones y conocer de cerca las experiencias de combate al crimen en ese país".

En esencia, es positivo que un gobierno o grupo político que aspira a gobernar retome y revise las estrategias que han llevado a cabo otros países o ciudades para hacer frente al crimen organizado. Siempre es importante -lo he dicho en columnas anteriores y otros foros- mirar hacia fuera para aprender de los planes que han rendido frutos y tomar de ellos lo que pueda aplicarse en nuestra región. Vivir encerrados con nuestros problemas y mantener un ensimismamiento a la hora de proponer alternativas puede convertirse en obstáculo para alcanzar los objetivos que se plantean. El aprendizaje pasa por el acercamiento y la empatía con sociedades que han padecido situaciones similares a las que hoy nos aquejan.

Pero los problemas y cuestionamientos empiezan a surgir cuando nos damos cuenta que ese gobierno o grupo político ha mostrado hasta ahora una voluntad contraria a la que trata de aparentar y que, desde la base del engaño, lleve a cabo esos ejercicios de "acercamiento" a otras experiencias con una mirada acrítica y desde una postura de nula autocrítica. Ningún gobierno puede partir de cero. Ninguna política pública soporta el "borrón y cuenta nueva". Es mentira que se pueda construir un mejor futuro negando los errores del pasado y el presente. El punto de partida de cualquier estrategia que pretenda en verdad corregir el rumbo debe ser el reconocimiento de lo que hasta ahora se ha hecho mal para evitar repetir las pifias precedentes. Y el PRI nacional y coahuilense no puede jactarse de ello. El ocultamiento del desorden causado por Humberto Moreira así lo acredita.

Esta suerte de "moda colombiana" de los priistas que pretenden recuperar la Presidencia de la República, ha despertado agrias críticas y motivado serios cuestionamientos. En el caso de Peña Nieto, se ha cuestionado que recurra a un extranjero como asesor para su posible gobierno; que se diga de él que fue el hombre que "destruyó" al narcotráfico en Colombia, cosa que es digna de un amplio debate; que el hermano de flamante asesor peñista haya sido detenido en 2006 en Alemania acusado de traficar con 35 kilos de cocaína, y que, con este anuncio, el mexiquense pretenda "congraciarse" con Estados Unidos para evitar que ese país continúe con las investigaciones contra exgobernadores de su partido vinculados al narco, ya que Naranjo es afín a la política norteamericana de combate al crimen organizado en América Latina.

De la misma manera, en el caso del "acercamiento" del Gobierno de Coahuila y el Ayuntamiento de Torreón a la experiencia colombiana, saltan críticas y cuestionamientos. Desde el primer año de administración municipal, Eduardo Olmos intentó aparentar la afinidad con la línea política seguida por Sergio Fajardo cuando éste se desempeñó como alcalde de Medellín. Incluso, en septiembre de 2010, a nueve meses de iniciado su gobierno en Torreón, Olmos invitó a Fajardo a que diera conferencias en esta ciudad y compartiera su experiencia.

El 27 de septiembre de aquel año publiqué un artículo en el que critiqué los afanes del presidente municipal torreonense, centrado en un argumento: la abismal diferencia entre la trayectoria de Fajardo y sus políticas públicas y las seguidas hasta entonces por Eduardo Olmos. Mientras que Fajardo construyó su candidatura sobre la base de un liderazgo moral, alejado del clientelismo y las prácticas tradicionales, Olmos ha sido un político que ha mantenido fielmente la línea de su partido y de los dueños del mismo en Coahuila: los Moreira. Antes de ser alcalde, Fajardo era un académico y columnista, alejado de la política y siguió una ruta independiente para alcanzar su objetivo. Antes de ser alcalde, Olmos ocupó cuatro cargos públicos distintos en cuatro años, siempre a las órdenes del entonces gobernador Humberto Moreira, su padrino político, hoy hundido en la ignominia por el desaseado manejo financiero de su administración. En lo que se refiere a la carrera política, entre Fajardo y Olmos no hay punto de comparación.

Pero tampoco lo hay en cuanto a la forma de hacer política. Mientras Fajardo habla de un modelo basado en la recuperación del espacio público que incluya a los ciudadanos en la toma de decisiones, para lo cual la transparencia y la confianza son clave, Olmos ha seguido hasta ahora la ruta contraria. La opacidad, la verticalidad, la discrecionalidad y la segregación de la ciudadanía del poder público han sido las constantes no sólo en el Ayuntamiento de Torreón, sino también del Ejecutivo Estatal, encabezado ahora por Rubén Moreira.

Y mientras los Moreira no han sido capaces de sentar las bases para una estrategia sólida de combate a la delincuencia en Coahuila, y Olmos no ha logrado llevar a cabo el tan pregonado rescate de Torreón, pretenden que creamos que entre ellos y Sergio Fajardo, hoy gobernador de Antioquia, hay coincidencias. Y así quieren justificar su viaje, del cual, por cierto, deberían informar cuánto nos costó.

Pero hay otro aspecto que les causa escozor abordar. Para llevar a cabo las estrategias aplicadas por Fajardo en Medellín se requiere una administración adecuada de cuantiosos recursos, de los cuales, el Ayuntamiento de Torreón ni el Gobierno de Coahuila pueden presumir, debido a la inmensa deuda que dejó la primera versión del moreirato. De manera que, en el supuesto caso de que en realidad tuvieran la voluntad de nutrirse del llamado "Modelo Medellín", ¿con qué dinero llevarían a cabo las obras y programas que éste contempla? Basta con ver el estado deplorable en el que tienen a Torreón en materia de seguridad e infraestructura para despertar el mayor de los escepticismos.

Cuando un gobierno no tiene rumbo ni soporte económico, la tentación de aparentar se hace irresistible. Ojalá que, antes de planear otro viaje al extranjero, los gobiernos de Torreón y Coahuila se esfuercen por poner orden en la casa, aclarar los desmanes del pasado, recuperar con acciones la confianza ciudadana y sentar bases sólidas de una estrategia clara y viable que, ahora sí, pudiera nutrirse con experiencias ajenas. La moda en política poco o nada deja, porque la moda está emparentada a la ocurrencia.

Dialoguemos en Twitter, @Artgonzaga

O a través de e-mail: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

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