El retiro no es para Woody Allen
En el Manhattan Film Center de Park Avenue, muy cerca de su casa en el Upper East Side, se encuentra Woody Allen, quien se coloca frente a la cámara en la película De Roma Con Amor, que en breve se estrenará en la Comarca Lagunera.
"Siempre me ha gustado actuar y cuando termino de escribir un guión en el que hay un personaje para mí me siento muy contento. Pero es algo que nunca fuerzo", cuenta el director de Annie Hall, que desde que hizo Scoop en 2006, no había vuelto a actuar.
"Jerry es un personaje que pude interpretar muy bien porque tiene esa especie de personalidad nerviosa y neurótica. También es un director avant-garde que siempre está deseando poner en marcha cualquier idea nueva. Así que era el papel ideal para mí", asegura el poseedor de cuatro premios Oscar, y confiesa ser muy parecido al artista neoyorquino incomprendido que interpreta en la cinta dedicada a la capital italiana y con quien también comparte su terror a jubilarse.
"Creo que hay dos tipos de jubilados. Los que viajan constantemente a Europa y Asia, pescan, juegan con sus nietos y son muy felices y los que no hacen nada.
Simplemente se sientan a ver la televisión, dan un paseo durante el día y ven pasar a la gente por la ventana.
"Yo creo que si me retirara sería del segundo tipo de personas, así que no me veo jubilado nunca a menos que fuera forzado a ello porque mi salud fallara", y si no pudiera filmar más, seguiría escribiendo.
"Un escritor nunca se retira porque aunque tengas 100 años puedes seguir haciéndolo desde casa. Si llegara un momento en el que no pudiera hacer más películas escribiría obras de teatro y libros. Pero no me detendría".
A sus 77 años el cineasta reconoce que combate el miedo a la muerte creando historias.
"Creo que todas las personas tenemos fobia a ese momento y todo lo relacionado con él. A todos nos cuesta trabajo lidiar con esa terrible realidad y tenemos que buscar cómo vivir con ella. Yo lo hago escribiendo, eso me distrae de mis pensamientos catastróficos", apunta.
Incomprendido por psicólogos
Además de escribir, es bien sabido que al director le encanta tocar el clarinete con su grupo The New Orleans Jazz Band -incluso ha dejado de ir a la Ceremonia de los Oscar a recoger sus premios por no dejar de dar sus conciertos en el mítico Café Carlyle de Manhattan-; adora los trucos de magia y no puede vivir sin su psicoanalista.
"Seguramente muchos de mis terapeutas sintieron que fracasaron en su intento por entenderme, pero al mismo tiempo creo que he crecido mucho a lo largo de mi vida, he aprendido a entenderme mejor y a resolver los problemas que tengo de forma más efectiva, aunque no los haya erradicado por completo", explica el artista que sigue creyendo en el poder de la terapia.
"Tiene una función muy importante porque te ayuda a poner las cosas en perspectiva, es una herramienta muy buena para mí", comenta el cineasta, quien dice que no viviría en otra ciudad de EU que no fuera la gran manzana o alguna de Europa.