Poseidón, señor de mar, hermano de Zeus, dueño de los mares y, por tanto de todas las aguas, cuya casa era un palacio de oro en el fondo del mar, que habitaba con su mujer llamada Anfitrite, tenía un hijo, según la mitología griega, llamado Procusto al que se describe como posadero de Ática, aunque haya quien dice que la posada se localizaba a las afueras de Eleusis. Sea una cosa u otra, Procusto la ofrecía el albergue al viajero que veía solitario, invitándolo a tumbarse en un jergón de hierro, donde una vez dormido le amordazaba, atándole fuertemente al camastro. Si su víctima era de estatura alta, la acostaba en una cama pequeña de la que obviamente le sobresalían las piernas abajo o la cabeza arriba, procediendo a cercenar la parte o partes descollantes o sobresalientes, utilizando una azuela rústica para ese objetivo, ajustándolo al tamaño del lecho; lo mismo si era más bajo le proporcionaba una cama larga, maniatándolo para descoyuntarlo a martillazos hasta lograr estirarlo (claro que cuando lo lograba ya habían muerto). Obviamente el tamaño del catre previamente lo regulaba el propio posadero, no esperando le dieran las gracias ¡uf! por sus esfuerzos.
Los estudiosos del tema expresan que la leyenda ha llegado hasta nosotros como una expresión que se refiere a quienes pretenden acomodar la realidad a la vaciedad de sus intereses o a su particular visión de las cosas. Están siempre muy convencidos de lo que deben hacer, pero esa seguridad suya es la principal causa de que se obstinen en el error. Son los que piden sinceridad y cuando se les dice la verdad, se enfadan. Hablan de diversidad y de tolerancia, pero consideran equivocado el que no se piense como ellos lo predican. Censuran, las más de las veces sin razón a los que se atreven a expresar que piensan de manera distinta. Si alguien sobresale de la medida de su propia mediocridad se llenan de cólera y les ciegan los celos furibundos. Llegando al grado de enfadarse cuando les dicen la verdad. Es cierto que ya no se usan las mismas herramientas que utilizaba Procusto, pero los resultados son igualmente demoledores.
¿Esto, a qué viene?, a que desgraciadamente hay muchos políticos émulos de Procusto, que están a la espera del primer resbalón de al que gratuitamente consideran su antagonista, manteniéndose expectantes para a la primera pisada arrojársele encima cual si fuera su más odiado rival. Obviamente estoy hablando de quien tras seis meses después de ocupar el cargo de jefe de Seguridad en Coahuila lo deja por "motivos personales", presentando "su" renuncia al puesto (cuando casualmente se encuentra fuera de la entidad el gobernador Rubén Moreira, a quien no esperaron que regresara para validar el despido). Es así como operan ciertos personajes que viven en lo más recóndito del escaparate social y sin dar la cara pretenden, desde su maloliente escondrijo, enmendarle la plana al mandatario estatal por no se sabe qué oscuros intereses. Se valen del anonimato para sembrar su cizaña, o sea la discordia, porque en eso son como Procusto, no se aguantan ante la oportunidad de desollar al que se les atraviese.
En unas horas más los mexicanos celebraremos con pompa y circunstancia cuando el espíritu de nuestros seres queridos, según las creencias de nuestros antepasados, nos visiten. En su honor repetiré los versos del poema titulado "Hay un Silencio Sepulcral", de la autoría de Lismar Godoy, que es del tenor siguiente:
"Hay un silencio que acalla el sonido de las calles/ Hay un silencio que sosiega las voces que quieren gritar/ Hay un silencio perturbador, sentenciador, intrigante/ Hay un silencio que busca estremecer a la nación. / Hay un silencio que no nos deja vivir en paz / Hay un silencio que ocupa el lugar de las voces del pasado/ Hay un silencio que queremos romper con el habla/ Hay un silencio que borra nuestra visión, poco a poco y casi sin darnos cuenta/ Hay un silencio que no me deja oír/ Hay un silencio que sella mis labios por completo/ Hay un silencio que ata las manos a mi espalda/ Hay un silencio que me impide moverme libremente (y huir si es necesario)/ Hay un silencio lleno de cansancio y odio/ Hay un silencio capaz de romper corazones y envenenar almas/ Hay un silencio que mutila a las personas/ Y es el mismo silencio que hace años hizo estallar una guerra entre hermanos".
En fin, los que tienen una alma semejante a la de Procusto se arriman gozosos, esperando aquello de: "a río revuelto ganancia de pescadores".