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El saldo

JULIO FAESLER

Ha terminado la parte sustantiva del proceso electoral de 2012, el tercero en el que puede afirmarse que el voto del pueblo realmente determinó el resultado.

La jornada del domingo pasado se desarrolló sorprendentemente tranquila. Las 143 mil casillas se integraron casi en su totalidad y por la noche los paquetes electorales conteniendo los votos fueron entregándose sin incidentes en los comités distritales del IFE.

El avance de la democracia ha sido claro y su prueba ácida está resultando de la terquedad de AMLO que insiste en que fue necesariamente falseado el proceso que no le entregó los laureles de la victoria. El hecho de que ahora estamos en la compulsa voto por voto, casilla por casilla, que todo indica confirmará el triunfo del PRI, dará el cerrojazo definitivo a la larga etapa de burdas distorsiones a la voluntad popular que México vivió durante casi un siglo de su historia electoral.

La democracia no garantiza que los votantes se receten lo que más les conviene. En el caso de México los próximos seis años dirán si el pueblo acertó en apostarle al regreso del PRI.

¿Nostalgia de un régimen paternalista que a todo tenía respuesta?...¿Necesidad del pueblo por un cambio de estafeta? ¿Las deficiencias de las campañas que mucho antes de concluir nos habían colmado la paciencia por su falta de viveza, creatividad e imaginación?

Las campañas en su contenido fueron superficiales. Al electorado nunca se le explicó qué estaba en el fondo de las propuestas que los candidatos le planteaban. Los temas de campaña bien pudieran haber exhibido las diferencias entre las distintas posturas políticas.

El concepto panista de Nación que venía imperando desde 2000 de un neoliberalismo matizado de humanismo subrayando disciplinas macroeconómicas compensadas con la responsabilidad social del sector privado inspiró los años de las dos últimas administraciones. Esta concepción fue fuertemente contestada por el PRD que se pronuncia por someter los intereses particulares a los del Estado utilizando el asambleísmo para tomar decisiones de fuerte carácter social.

Por otra parte, la tercera posición, la del PRI, difícilmente definible es la de un esquema que, sin respuestas a largo plazo y mucho menos identificable con determinadas tesis, era la de soluciones inmediatas a problemas socioeconómicos. Pragmatismo puro como fue el desempeño del PRI desde su concepción en 1929.

¿Faltó claridad en las propuestas? ¿Es posible que el electorado nacional no esté aún concientizado al sentido de las tres alternativas? Votar por el PAN era darle un voto de confianza a las libertades empresariales con fundamentos de vocación social. El voto por la izquierda, por su parte, representaba la centralización de decisiones de políticas públicas con cimientos cuasi socialistas que México hace mucho tiempo experimentó.

Como resultaron las cosas, hubo en el voto popular un fuerte ingrediente de buscar un pronto alivio a las rigores de las disciplinas macroecnómicas. El ingrediente de la guerra contra el crimen organizado, no fue en último término, un factor determinante de la elección como se predecía. Los principales candidatos convinieron en que esta lucha ha de continuar aunque con modalidades distintas. Tan es así que tanto en Nuevo León como en Tamaulipas, estados fuertemente golpeados por el narco, el PAN arrasó.

La elección de 2012 no fue, pues, ni remotamente la arena de confrontación de visiones ideológicas. Naturalmente sí estuvieron presentes los problemas que aquejan a la ciudadanía como es el empleo y la educación. Ninguno de estos asuntos, pese que los analistas los vinculen a postulados ideológicos, fueron planteados así Eran simples hechos que requerían atención inmediata, Todavía no se presentan de otro modo, como por ejemplo, nuevos modelos fiscales, o la responsabilidad del empresario como creador de empleos, o bien, el dilema de escuelas gratuitas públicas versus escuelas privadas de paga. Estos temas quedarán para futuras elecciones cuando haya una mayor reflexión ciudadana.

En suma, las campañas fueron de peso ligero. En materia de corrupción ninguno de los contendientes fue más allá de condenar la lacra de la corrupción que desde luego, es tema obligado en todas las campañas del mundo. Efectivamente la corrupción está presente hasta en el último poro de nuestra vida nacional. La siguiente administración decidirá si simplemente la factoriza en su esquema administrativo, o si emprende con honestidad una gran cruzada nacional en su contra. El pueblo de México tiene ahora una prueba de fuego: La del mandato que quiera emitirle al siguiente Presidente en esta materia.

A juzgar por las características históricas del PRI, los próximos seis años se anuncian, pues, de decisiones de mucho pragmatismo sin grandes tesis sociales. Así parece haberlo escogido el electorado.

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