El repaso que hizo el Presidente el miércoles pasado de sus cinco años y medio de gestión fue absolutamente necesario y por lo tanto, válido. No era lógico dentro de un esquema pretendidamente democrático que llegase el próximo primero de julio, día en que se tomará una histórica decisión cívica que definirá otros seis años de la vida nacional, sin que el actual Jefe del Ejecutivo describiera lo que hasta ahora ha hecho, a fin de que el electorado estuviese correctamente informado para evaluarlo. Después de los comicios habremos todos de entrar al prolongado interregno en que la atención necesariamente estará enfocada hacia el futuro. Se habrá pasado ya el tiempo en que el Presidente Calderón no tendrá ya la oportunidad de comunicarse con su pueblo.
Ese era el efecto conscientemente buscado en la nueva legislación electoral diseñada con insigne torpeza y avalada por los partidos en la Cámara. Las atrabancadas modificaciones al régimen de gobierno hechas inmediatamente después del triunfo de Vicente Fox en el año 2000, abolieron la asistencia personal del Informe presidencial. Las que entraron en vigor después de la azarosa toma de posesión del Felipe Calderón en 2006, significaron la desarticulación del IFE que tanto trabajo costó montar. Se había roto la comunicación directa entre el Presidente y el Poder Legislativo. Nuevas y extrañas disposiciones introducidas al proceso electoral habrían de sujetar ahora a los precandidatos a una veda total de promoción. La legislación continuó impidiendo ahora al Presidente de la República al silencio completo inclusive prohibiéndole la inauguración de obras dizque para no contaminar al proceso electoral.
La ciudadanía debía estar, según los absurdos reglamentos, protegida contra la "perversa acción" de los mensajes oficiales que supuestamente lo sugestionasen a favor de alguna candidatura.
Pero la democracia no es así. Para que funcione tiene que garantizar a la ciudadanía participar tan activamente como cada elector lo quiera para poder conocer en todo detalle el resultado cómo sus mandatarios, particularmente los del Ejecutivo y el Legislativo han cumplido con sus encomiendas.
Para remediar esta distorsión absurda inspirada en el revanchismo de los partidos perdedores, Felipe Calderón nuevamente invitó a la ciudadanía a escuchar los logros de su gestión, en un evento realizado en el espacioso Auditorio Nacional.
La comunicación formal entre el Ejecutivo y el Legislativo, sin embargo, se ha roto. Hay que reanudarla. No se trata de reestablecer el gran teatro priista hipertrofiado del antiguo día del Presidente con todo y ritual del largo desfile del besamanos. Sí se trata, empero, de reestablecer una interacción indispensable entre los dos poderes, semejante al chispeante debate parlamentario que se da en otros países, cercano y eficaz con debate y polémica como lo pide la dinámica evolución de nuestro país que plantea problemas de todo orden que no admiten los dañinos e intencionados impasses que hemos sufrido en los últimos años, debido a la obstinación por parte de la oposición al obstaculizar las reformas legislativas que se requieren y que ha impedido avances tangibles hacia metas indispensables.
La articulación de las fuerzas políticas y sociales que hay que instituir, depende no sólo de la acción de los partidos políticos, cuyo prestigio se ha visto disminuido, sin que por ello su contribución al progreso nacional deje de ser absolutamente indispensable.
En tal virtud resulta muy oportuno "las preguntas cuyas respuestas podrían transformar a México", documento que cubre prácticamente todas las facetas del desarrollo de la vida nacional. La acción social y muy particularmente la que está formada por los actores económicos que son los que transforman los recursos naturales y organizan las fuerzas productivas necesita encontrar la nueva dimensión que les corresponde en el desarrollo integral del país. No todos los problemas que nos aquejan proceden de la ineficacia de la clase política. El empresariado nacional ha tenido un papel crucial que lamentablemente ha desatendido. Sus consecuencias las vemos en las altas tasas de desempleo y el insuficiente desarrollo de las cadenas de producción que de haberse impulsado, nos hubieran dado la musculatura económica que hoy en día padecemos.
En esta virtud, todo esquema diseñado o propuesto para accionar el vigoroso impulso que requerimos, tiene que contar con la decidida contribución del empresariado en absolutamente todos sus niveles. Esto se entiende como resultado de un acuerdo en el que las fuerzas productoras se comprometan a realizar determinadas metas cuantificables y calendarizables, las que deben contar con el claro y decidido apoyo gubernamental utilizando todos los instrumentos con los que se cuente.
La descripción que esta semana hizo Calderón de su gestión describió hasta qué grado el país ha podido avanzar sin semejante pacto y el sentido de la evolución nacional. El siguiente paso consiste en completar mediante un acuerdo entre las fuerzas políticas, económicas y sociales que tracen conjuntamente la ruta que el país tiene que seguir para alcanzar su prosperidad en la dignidad y en la justicia que con este nuevo instrumento nos llevará a niveles insospechados de éxito.
juliofelipefaesler@yahho.com