No es lo mismo la Cultura que las Bellas Artes. En una definición sencilla la cultura es un conjunto de costumbres y conocimientos comunes a un grupo de personas. Aunque para algunos pudiera sonar extraño, las gorditas de asado son cultura, los pantalones tumbados son cultura, el baile del gavilán y la pizca de algodón son cultura. Dentro de ese gran conjunto de saberes hay ciertas manifestaciones específicas que conocemos como bellas artes: la arquitectura, la escultura, la pintura, la literatura, la danza, la música y recientemente el cine. Así podemos decir que todo el arte es cultura, pero no necesariamente toda la cultura es arte.
Esto puede convertirse en un problema si no se entiende bien. De hecho, ha sido un dolor de cabeza para la ciudad y para el país en diferentes épocas. Visto así, un director de Cultura tiene mucha, muchísima chamba y enfrenta además el reto enorme de hacer rendir los pocos pesos que se tienen para ello. Porque la primera tentación (y muchos han cedido) es borrar de un plumazo lo relativo a cultura y quedarse sólo con las artes. Pero la cosa no se queda allí: ya limitados al arte, viene una segunda tentación: restringir más su ámbito y atender sólo a creadores y artistas, olvidándose de democratizar las artes. Lejos de beneficiar a la comunidad, la limitan: de una oficina que debe ser dinámica, abierta, pensada para respirar la vida de la comunidad, hacen una ventanilla para repartir las canicas del presupuesto.
Por eso me dio tanto gusto ver el programa de actividades que hace unos días presentó Jaime Muñoz Vargas para la Dirección de Cultura de Torreón. Al hacerlo, Jaime insistió en dos estrategias: descentralizar los espacios y favorecer la presencia de los creadores locales. Muñoz Vargas no es nuevo en estas cosas: tiene ya muchos años escribiendo, observando, haciendo crónicas y notas mentales para conformar un mapa cultural de la Comarca, y lo digo en el sentido amplio: lo mismo sabe dónde preparan los mejores lonches de adobada, que edita cuadernillos sobre temas muy variados, se sabe de memoria las alineaciones del Santos en los últimos quince años, y se interesa por la historia y por la biodiversidad. Antes que un escritor (que lo es y magnífico), es un hombre que ha vivido atento a la cultura local, nacional y continental.
Así pues, entiendo su propuesta de descentralizar el ejercicio cultural como un esfuerzo para incluir a los sectores más marginados del municipio, los ejidos y las colonias de la periferia. Al hacerlo restaura las funciones de la Dirección de Cultura, sale a la calle y disipa ese tufillo de academia que siempre amenaza con invadir las oficinas de esta naturaleza.
La otra estrategia es incluir a los artistas locales en su plan de trabajo. Ahora sí hablamos de ese círculo más pequeño dentro de la cultura que es el arte. Muñoz Vargas no plantea meter a creadores y ejecutantes en una pecera. Su programa nos habla de una apuesta por la difusión y la apertura; por completar el ciclo que conecta a artistas y públicos. Quiere llevar músicos a las prepas, que las artes salgan a las calles, que los clubes de lectura sean más una tertulia que una sesión de caras largas, que las obras de teatro no se queden en papel.
Recuerdo sólo a un alcalde que asumió la cultura con esa mística: Jorge Zermeño. Ahora, con Jaime Muñoz Vargas como director de Cultura, la presente administración tiene un aliado inteligente, talentoso y de muy alto nivel. Se abre así la posibilidad de marcar estos dos años con aciertos que hagan eco en la forma de vivir de quienes somos hijos de esta ciudad.
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