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EL SÍNDROME DE ESQUILO

UN ARRANQUE ATROPELLADO

VICENTE ALFONSO

Señoras y señores, esta columna entra en campaña. Tranquilos: antes de que den vuelta la página, aclaro que no verán aquí anuncios con tenores a toda voz ni candidatos sonrientes. Esta columna entra en campaña porque de aquí a junio compartiré con ustedes algunas ideas acerca de la democracia que tan cara nos ha salido.

En temporada política es común señalar que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Nadie advierte, sin embargo, que si ese pueblo no recuerda nada es imposible que se dé cuenta de que su historia se repite una y otra vez y por lo tanto, jamás le preocupará salir del ciclo. Y ese es uno de los riesgos que amenazan al México de nuestros días. Escuchamos los mismos argumentos y creemos en ellos porque hemos olvidado lo que ocurrió hace seis, doce, veinticuatro años.

Para no ir más lejos, olvidamos lo inmediato: ¿Cómo entender que Enrique Peña Nieto, a quien se ha señalado como superficial por estar casado con una actriz de melodramas, ofrezca precisamente mejores telenovelas? ¿Le quedarán claras sus atribuciones como presidente, sabrá que no está entre ellas decidir qué transmiten las televisoras? ¿Cómo entender que Josefina Vázquez Mota, ex Secretaria de Educación Pública, denoste a instituciones educativas y universidades? ¿Cómo entender que ella (o su equipo, da lo mismo) hable en un boletín de prensa del "Premio Nobel de la Paz, Mario Vargas Llosa"? ¿Cómo entender que López Obrador defienda a Manuel Bartlett, Presidente de la Comisión Federal Electoral en la famosa caída del sistema durante las elecciones de 1988 que resultaron en un dudoso triunfo de Carlos Salinas sobre Cuauhtémoc Cárdenas?

A juzgar por el accidentado arranque, ni en los anuncios del IFE ni en los spots de los candidatos encontraremos el corazón de los asuntos que debemos debatir como país. Al contrario, el bombardeo de anuncios pudiera actuar como una vacuna que nos aleje del proceso electoral, que no es lo mismo que la vida democrática. Pero entonces la historia se repetirá: los perdedores descalificarán la elección, los ciudadanos veremos desde gayola una guerra de lodo, y el país saldrá debilitado y resentido de un proceso que debiera fortalecerlo.

Para qué nos esperamos. Desde ahorita hay que rascarle más. Hay que estar muy atentos a lo que publican los periódicos y a lo que dicen los especialistas en temas medulares como educación, economía, seguridad y procuración de justicia. En esa línea me parece congruente la propuesta de López Obrador al mencionar quiénes integrarían su gabinete: desde ahora los somete al escrutinio público, los enfrenta a cuestionamientos, los obliga a generar propuestas que atraigan a quienes han dedicado su vida a cada tema. Si eso le da puntos, otras declaraciones le quitan seriedad: es una tontería decir que gana $50 mil mensuales y que tiene sólo $20 mil ahorrados. Eso nos habla de un pésimo administrador o de alguien que no tiene los pies sobre la tierra (como Peña Nieto, que no sabe cuánto cuesta el kilo de tortillas).

Para refrescar la memoria he comenzado a leer Las Palabras Perdidas, de Mauricio Magdaleno, crónica de la campaña que José Vasconcelos emprendió por la Presidencia en 1929 (año en que amenazaba al país un fantasma que aún ahora se pasea cada vez que hay elecciones: la ingobernabilidad). También quiero hincarle el diente a El Ogro Filantrópico, volumen de ensayos en donde Octavio Paz reflexiona acerca de la naturaleza del Estado mexicano, del poder y la burocracia. Y ya que andamos en ésas, también habrá que revisar otro texto del Nobel mexicano: "Las elecciones de 1994: doble mandato", pues allí hace una certera disección de los orígenes del PRI, el PAN y el PRD. Habrá que volver a algunos diagnósticos recientes, como Mañana o Pasado, El Misterio de los mexicanos, de Jorge G. Castañeda, y Por eso estamos como estamos, de Carlos Elizondo Mayer Serra.

Vivir así la democracia suena más cansado que sólo ir a revisar que nuestro nombre esté en el padrón. Y es mucho, muchísimo más pesado que dejar que algún partido me invite a desayunar el primero de julio y luego me acarree a la casilla. Pero repito algo que ya había escrito aquí: votar por quien promete soluciones mágicas es endosarle la responsabilidad a otro, y es muy cómodo. Una forma de comenzar a sentar las bases para un México distinto es identificar qué deberíamos aportar los ciudadanos para atenuar la corrupción, para ser más productivos, más críticos. Y eso, hay que decirlo, difícilmente nos lo va a decir un cantante de ópera en un spot o en un volante.

Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx

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