El Síndrome de Esquilo
En plena temporada electoral he recordado un personaje que estuvo bajo los reflectores en 2008, durante las campañas por la Presidencia de los Estados Unidos. De hecho, jugó un papel determinante durante los debates presidenciales entre el republicano John McCain y el demócrata y actual presidente, Barack Obama. Le llaman "Joe, el Plomero". La anécdota que lo catapultó es la siguiente: el 12 de octubre de 2008, tres días antes del último debate por la Presidencia de los Estados Unidos, Joe estaba jugando futbol con su hijo afuera de su casa. Obama tenía un acto justo allí, y el plomero se le acercó para hacerle una pregunta: ¿cómo se traduciría la propuesta fiscal del candidato demócrata en su vida? ¿tendría que pagar más impuestos, o menos?
Obama le respondió que él entraba en la categoría de clase media-baja y que no se vería afectado por un aumento de impuestos. Pero la cosa no paró allí: tres días después, durante el debate, Joe se convirtió en un personaje, ya que los dos candidatos presentaron propuestas para que este "plomero" pudiera conservar su trabajo en medio de la crisis internacional y la recesión que, desde entonces, sufrían los Estados Unidos. De pronto, el personaje pasó a ser un símbolo de la clase media norteamericana. Al día siguiente la prensa de Ohio revelaba que Joe no poseía título de plomero. Durante los siguientes días dio entrevistas a las cadenas con más audiencia en los Estados Unidos, y aunque declinó revelar por quién votaría, se mostró preocupado porque la propuesta de Obama "estaba un paso más cerca del socialismo". Hoy es candidato republicano a la Cámara de Representantes.
Lo que más me interesa del Plomero Joe es que su pregunta sirvió para aterrizar las propuestas. Los políticos acostumbran comunicar las cosas de manera ambigua: así se aseguran de que cada quien escuche lo que quiere oír. No es lo mismo escuchar abstracciones que traducirlas al impacto que tendrían para cada uno de nosotros. Así, cada vez que tengo que juzgar un asunto de relevancia nacional, me pongo los anteojos del plomero. Por ejemplo: he escuchado muchas veces que la deuda de Coahuila asciende a 36 mil millones de pesos. Nadie sabe a dónde fue a parar esa fortuna, contratada de forma fraudulenta por el gobierno de Humberto Moreira, quien hasta hace poco se ufanaba de ser amigo cercano de Enrique Peña Nieto. Pero pongámonos los anteojos del plomero y hagamos números para saber qué representa esa deuda para usted y para mí… Si tomamos en cuenta que la población de nuestro estado es de 2 748 391 habitantes, quiere decir que a cada habitante (niños incluidos) le toca pagar 13,098 pesos. Más de trece mil pesos extra, además de los impuestos de siempre… ahora multiplíquelo por los miembros de su familia. Según las estimaciones más optimistas, tardaremos más de treinta años en pagar.
Hay muchos, demasiados temas que podemos analizar bajo la óptica del Plomero Joe: ¿Qué significan 50,000 muertos en un país que niega estar en "guerra"? ¿Qué significa que en los últimos sexenios se hayan creado registros nacionales de vehículos y hasta de celulares, y no se pueda crear un registro de desaparecidos, o uno de víctimas de la guerra contra el narco? ¿Cuántos salarios mínimos gana al día un diputado? ¿Qué me quieren decir cuando prometen educación de calidad, en verdad se trata de un tema estrictamente escolar?
A pocos días del último debate por la Presidencia, estamos a tiempo de transformar las propuestas en preguntas, y de aterrizar la información ambigua en hechos concretos, que nos ayuden a comprender cómo se traducen en nuestra vida diaria las decisiones de la clase política. Para tener una estimación de cómo nos afectan esas decisiones sólo se necesita sentido crítico, memoria, y a veces una calculadora. Eso puede ser un factor decisivo al momento de razonar nuestro voto.
Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx