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El Síndrome de Esquilo

EL HOMBRE DE ACAPONETA

El Síndrome de Esquilo

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VICENTE ALFONSO

Creo que las cosas no ocurren por casualidad. El sábado me acordé fugazmente de don Alí Chumacero, o acaso sea más preciso decir que la vida me sopló su nombre dentro de una conversación en una tarde perfecta. El nombre del poeta quedó rebotando como un eco de aquella charla, y pensé entonces que debía haber alguna razón para ello. Me percaté entonces de que hoy lunes 22 de octubre se cumplen exactamente dos años de su muerte.

Conversé con él sólo en una ocasión, durante 2006, cuando se llevaba a cabo el Primer Encuentro Iberoamericano de Poesía Ciudad de México 2006. Hablamos luego de su participación en las mesas de poesía, y el nayarita me habló del avance que veía en las nuevas generaciones de poetas mexicanos: "Creo que todavía están forjándose los muchachos, y lo están haciendo muy bien. Hay por lo menos una veintena de ellos que están ya preparados para dar el gran salto y ser grandes poetas. La continuidad de la poesía está absolutamente garantizada en manos de ellos".

El autor de Páramo de Sueños me dijo también que en el México del siglo XXI la poesía "sirve absolutamente para nada", y señaló que lo hermoso de la práctica poética es "que no enriquece siquiera al poeta; es un juego, una forma de afirmarse uno mismo, una forma de considerarse un ser humano".

"Sin arte el hombre no es completo: requiere tener siempre algo de arte, y no estoy hablando sólo de arte exquisito. Me refiero a cualquier forma de arte. Sólo los animales no tienen arte". Para rematar aquella charla, deseó "que la continuidad de la poesía no tenga intermitencias" sino que avance a un ritmo cada vez más acelerado.

Para usar las frases con que él mismo se ha definido, don Alí fue "un tipógrafo, un obrero y un pastor de la palabra". Autor de libros fundamentales para la literatura mexicana, como son Páramo de sueños (1940), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en Reposo (1956), fue también un editor que, como él mismo dijo, dedicó dos terceras partes de su vida a hacer libros. Un hombre de letras que desde finales de la década de los 30 participó en revistas cruciales de la vida intelectual del país, y que durante los últimos 58 años de su vida ejerció con dedicación y voluntad los oficios de editor, corrector, tipógrafo y redactor.

En 1964 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, fue también miembro del Pen Club Internacional y del Seminario de Cultura Mexicana. Con su original estilo redactó cientos de solapas, revisó con esmero las primeras ediciones de obras que habrían de consagrarse, por ejemplo Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

En él se conjugan entonces el poeta que recibió numerosos premios y el lector solitario que, con su amor a los libros, construyó una de las bibliotecas más grandes y mejor nutridas del país. Vivió desde 1937 en la Ciudad de México, perteneció al grupo de escritores que fundó la revista "Tierra Nueva" y dirigió la publicación entre 1940 y 1942. Fue también redactor de la revista "El Hijo Pródigo" y de "México en la Cultura".

En el último homenaje que recibió en vida, don Alí pidió que se le recordara así: "Quiero que a la hora de la hora cuando me vaya con la música a otra parte, me recuerden como un hombre venido de un pueblecito pequeño que se llama Acaponeta, de un estado pequeño que se llama Nayarit; buscando un sitio propio".

Twitter:@vicente_alfonso

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