Espectáculos Miss Universo Christian Nodal Julión Álvarez

El Síndrome de Esquilo

ESCRIBIR CADA VEZ PEOR

El Síndrome de Esquilo

El Síndrome de Esquilo

VICENTE ALFONSO

Hace unos días, en la Ciudad de México, Mario Vargas Llosa recibió el Premio Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Español. El novelista peruano-español se dijo entonces "el último sobreviviente operativo" del boom latinoamericano. Llama la atención que el juicio del lector común respecto a ambos autores, Fuentes y Vargas Llosa, sea terriblemente unificado en una frase: sus mejores novelas son las primeras.

Pensando en eso, dediqué el fin de semana a leer una de las más recientes novelas de Fuentes: La Voluntad y la Fortuna, publicada en 2008, justo el año en que Fuentes apagó ochenta velitas en su pastel. Se trata de una novela de 552 páginas que reflexiona sobre el poder, la legalidad, la congruencia. Los personajes que más destacan son dos: José y Jericó. El primero de ellos aspira a entender el mundo, el otro a apoderarse de él. La historia de ambos va construyéndose muy lentamente: conforme avanzan las páginas nos enteramos de que se trata de dos jóvenes elegidos por una mano invisible que se encarga de que nada les falte. Y al quedar establecidas esas educaciones paralelas, los lectores intuimos que tarde o temprano habrá un enfrentamiento.

La novela tiene párrafos excelentes y hay momentos en que se logra una disección muy certera de la clase media mexicana, la única que tiene aspiraciones que son su proyecto de vida y su razón de ser. Sin embargo, junto a este perfil y a la dinámica Estado-Capital (a la que se suma el crimen organizado) aparecen reflexiones que parecen más el boxeo de sombra que Fuentes sabía practicar muy bien, pero que no son necesariamente ideas que contribuyan a reforzar el carácter de los personajes o que hagan avanzar la historia.

Es notable, después de cincuenta años haciendo novelas, lo suelta que estaba la pluma de Fuentes. Me resultó inevitable compararlo con aquel que los lectores llaman "el primer Fuentes", es decir, el joven que publicó La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Aura… en esas primeras novelas hay un trabajo de planeación que logra convencernos de que nos desplazamos por un México real, visitamos los sótanos y los balcones de un México que cincuenta años después no ha cambiado mucho. En las últimas novelas de Fuentes, por el contrario, el narrador insiste en intercalar digresiones: reflexiona, juega, deja de lado la historia para charlar con nosotros.

Ocurre algo muy similar con las novelas recientes de Vargas Llosa, y pongo como ejemplo un título del que ya he hablado aquí: El Paraíso en la Otra Esquina. Más que intentar una biografía novelada, Vargas Llosa rescata las ideas, obsesiones e inquietudes que marcaron la vida de los dos personajes. Con concepciones drásticamente distintas de la vida, Gauguin y Tristán ofrecen un contrapunto que hace inevitable que el lector mastique y mastique la pregunta que sugiere la contraportada: ¿Dónde está el paraíso? ¿En la construcción de una sociedad igualitaria o en la vuelta al mundo primitivo? Desde que apareció, he escuchado comentarios muy distantes por parte de quienes leen esta novela. Quien no la tilda de genial, la tacha de insufrible. Imagino que reacciones tan distintas se deben a que, conocedor de la entraña humana, Vargas Llosa no cae en el juego de caracterizar a los obreros-buenos y a los patrones-malos-e-inhumanos. El paraíso en la otra esquina no intenta defender posturas o concepciones, sino cuestionarlas. Hay por ello, a lo largo de las casi quinientas páginas de la novela, un despiadado bombardeo a las ideas fijas.

Pareciera entonces que los nuevos libros del boom no son peores, sino distintos. Pareciera que con el tiempo aquellos jóvenes que narraban con maestría y fluidez se fueron inclinando por novelas en las que los cuestionamientos y los debates no quedaran del todo ocultos bajo la carpintería narrativa. Pareciera que los protagonistas del boom, décadas después, prefirieron la contundencia de la argumentación al estruendo de la forma: ¿será por eso que sus últimas novelas muestran contención en las acciones y abundancia verbal, lo que nos recuerda todo el tiempo que estamos frente a construcciones del lenguaje?.

Leer más de Espectáculos

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Espectáculos

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

El Síndrome de Esquilo

Clasificados

ID: 811822

elsiglo.mx