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El Síndrome de Esquilo

LA VOZ DE NEFTALÍ

El Síndrome de Esquilo

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VICENTE ALFONSO

En la recién concluida Feria del Libro de Guadalajara, el país invitado fue Chile. Por eso, y por otras razones, este fin de semana recordé la historia de ese pueblo que nos es al mismo tiempo tan cercano y tan ajeno. Quiero escribir entonces sobre Ricardo Eliezer Neftalí Reyes Basoalto, que nació hace más de cien años, en Parral, un pueblito de la provincia chilena. Muchos lo conocen como Pablo Neruda. El día exacto de su llegada fue el 12 de julio de 1904, en pleno invierno. Todos alguna vez hemos repetido sus palabras: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo, la noche está estrellada y tiritan, azules, los astros a lo lejos". Pero no fueron esos los únicos que escribió el poeta, y, me atrevo a decir, ni siquiera son los más interesantes. En los próximos meses comenzaremos a escuchar más y más su nombre de regreso. Pero no sólo será su año: se cumplirán cuarenta desde el asalto al Palacio Presidencial de La Moneda, en Chile, en donde murió el entonces presidente Salvador Allende en un golpe de Estado comandado por Augusto Pinochet. Fueron años difíciles para aquel país: a un proyecto de crecimiento económico se oponía una drástica reducción de las libertades individuales. Saldrán seguramente nuevas ediciones de las biografías que ya se han escrito (de Neruda y de Allende). Quiero anticiparme unos meses al banderazo de salida y recordar aquella experiencia chilena de la que tanto podemos aprender.

Pablo Neruda. El poeta, sí, pero también el autor de Yo acuso, un texto por el que fue destituido como senador de la República de Chile, y perseguido en su propio país, por lo que tuvo que salir de incógnito, cruzando la cordillera por la región austral. Pablo Neruda, el poeta, de acuerdo, pero también el diplomático que realizó gestiones a favor de los refugiados españoles y los embarcó en el Winnipeg con destino a Chile, aun contra las órdenes del presidente Pedro Aguirre Cerda. El poeta, claro, el mismo que un día, en La Habana, recibió la confesión de Ernesto 'Che' Guevara: cuando estábamos en la Sierra Maestra, había un libro que leía todas las noches a los hombres de mi columna, ese libro era su Canto General. El poeta, pero también el amigo de Salvador Allende que, como ya dijimos, murió en 1973 durante el asalto al Palacio de La Moneda, sólo días antes de la misma muerte de Neruda. Cuando, en 1971, le comunicaron a Neftalí la posibilidad de que fuera nombrado premio Nobel, sólo dijo: Quiero comunicárselo primero que nadie a Salvador Allende, con quien he compartido tantas luchas. No trato, de ninguna manera, de dibujar a un Pablo Neruda panfletario, ni convertirlo en militante dogmático, lo que sería tanto o más fatal que encasillarlo en la figura del gordito bonachón, pertinente boina en la cabeza, que escribía versitos de amor. La dimensión del hombre siempre será mayor que los mitos y las leyendas que le amarre la historia.

A Neruda, igual que a Frida Kahlo, a Diego Rivera y al 'Che' Guevara, Hollywood los sirve descafeinados y fríos. Sin embargo, en este caso los gringos no son el coco. Hay que reconocer que en buena parte la imagen retorcida de Neruda se debe también a los artistas e industrias culturales hispanohablantes. Basta un ejemplo. En 1999, la Fundación Pablo Neruda y Warner Music se asociaron para editar un disco compacto que homenajeara al Nobel chileno. El resultado fue Marinero en Tierra, un disco mediano tirando a chafa, hecho sobre las rodillas y sin más intención que vender.

Otros intentos han resultado más nobles cuando se trata de homenajes a Pablo Neruda: Jaime Sabines, poeta chiapaneco, grabó un disco en el que lee los poemas del habitante de Isla Negra sin necesidad de reflectores ni humo; puede conseguirse por menos de cien pesos en las tiendas del Fondo de Cultura Económica. Ediciones de bolsillo de Canto General se venden y se regalan en las estaciones del Metro en Chile. Sin embargo, para mí, el más grande tributo es el que le hizo la cantante Violeta Parra en La cuenca de los poetas, estando vivo aún el de la boina: Dice la gente sí, no cabe duda, que el más gallo se llama Pablo Neruda. Con todo, el mejor homenaje que se le puede hacer hoy al poeta es recibir su invitación y sentarse a dialogar con él, frente a frente y entre vivos; de libro a hombre.

Twitter: @vicente_alfonso

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