La semana pasada en este espacio se narró las participaciones que el candidato del Partido Revolucionario Institucional, Enrique Peña Nieto, tuvo tanto en la reunión anual para consejeros de BBVA Bancomer, como en el programa de televisión Tercer Grado.
El pasado miércoles, el turno fue para Andrés Manuel López Obrador, candidato denominado de las izquierdas, que comprende la postulación conjunta del Partido de la Revolución Democrática, el Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano (antes Convergencia), quien se presentó ante el mismo panel que ya lo habían hecho Josefina Vázquez Mota y el propio Peña. Dentro de quince días el turno será para Gabriel Quadri, del Partido Nueva Alianza.
La verdad es que López Obrador está ya dejando ver su verdadero rostro cuando se está ya a menos de un mes de las elecciones. En un principio, el popular Peje postuló un mensaje, algo que él llama la "República Amorosa" con el claro sentido de reducir todos los negativos que marcaban las encuestas hacia su candidatura. Además del amor que hace meses profesaba, López por supuesto incluía en su plataforma el mismo argumento de hace seis años: el combate a la clase privilegiada que dice ha explotado al país - que desde mi parecer tiene mucho de verdad- y a la marginación en general, la lucha contra la pobreza es un punto repetitivo y sustancial en su discurso. El exjefe de Gobierno del Distrito Federal apoya su candidatura en la honestidad que dice vivir a carta cabal y que nunca se le ha probado lo contrario. Cosa distinta ha sido el proceder de algunos de sus allegados, pero esa es otra historia. Lo cierto es que de las declaraciones de amor ha pasado a las acusaciones de guerra sucia contra él, incluso, de la maquinación de un fraude electoral en contra suya. La gente no cambia, el Peje tampoco.
Con esos antecedentes, Andrés Manuel se sometió al escrutinio periodístico, pero a diferencia de sus antecesores, él inició su participación con ataques directos a algunos de los presentes, señalándolos claramente como agentes de Enrique Peña Nieto, así como también señaló a la propia Televisa como empresa que protege al exgobernador del Estado de México y puntero en todas las encuestas.
Desde ahí el desarrollo del programa ciertamente se volvió soso, López Obrador no es un duchado en oratoria y lejos incluso está de contar con bagaje cultural robusto que le permita estructurar argumentos sólidos y concatenados para sostener alguna idea medianamente compleja, lo de él es la protesta contra todos y contra todo. Erra quien lo contradiga, México es un país inundado de injusticia y de corrupción, particularmente en el gobierno, pero eso no le da derecho a AMLO ni a él ni a nadie, de ostentarse como poseedor monopólico de honestidad y más aún de erigirse juez infalible de la cosa pública. Cree que tiene derecho a descalificar a cualquiera porque se siente una especie de mesías que lo inviste de un poder distinto a los demás que lo hace impoluto: pobre fanático, es una pena que un luchador social como él, con su autoridad moral - porque hay que reconocérsela- se pierda en esas posturas absurdas.
Me parece que realmente el impacto real que pueda tener en el resultado de la campaña la participación de López Obrador, así como de sus adversarios, será de poca monta. Fuera de la valentía que mostró antier al espetarles con o sin razón de ser esbirros del PRI, no hubo mucho que rescatar, más que entender que en este momento López Obrador es el mismo de siempre y que de perder, se puede anticipar un berrinche, tal como lo hiciera hace seis años, y pudiera optar por bloqueos y manifestaciones, tal como lo hizo en la toma del Paseo de la Reforma en la capital del país. La diferencia es que en 2006 él alegaba fraude del gobierno para perpetuarse en el poder; el asunto es que ahora quien posiblemente gane será Peña Nieto, y entonces no podrá acusar a la administración panista, pero igual esgrime eso del PRIAN, que es un sinsentido, de los que ya nos tiene acostumbrados el tabasqueño.
Falta el debate del próximo domingo, y ahí sí quizá pueda variar el rumbo de la elección, ya que en el primer enfrentamiento, López Obrador mostró tablas y atacó al puntero priista. Habrá que ver si surge alguna bomba que cierre más el proceso como ciertamente está ocurriendo y que ha sacado a los priistas de su zona de confort, porque ya no tienen la cómoda ventaja con la que han transitado estos meses, y AMLO podría quizá darles un susto; otra vez es su turno.
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