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En busca del erotismo perdido

SEXUALIDAD

En busca del erotismo perdido

En busca del erotismo perdido

Psicólogo Sexólogo Silvestre Faya

Con la llegada de los hijos al hogar muchas parejas dejan para después (e incluso pierden) su vida erótica. Dan mayor importancia a atenderlos antes que a ellos mismos, se convierten en meros cuidadores y abandonan su papel de amantes. Hay que evitarlo.

La llegada de los hijos al matrimonio se considera una bendición. Pero con el nacimiento del primer bebé, con frecuencia muchos esposos permiten que las relaciones sexuales se realicen cada vez más distanciadas, al punto que muchas parejas tienen dificultad para lograr el placer que al principio les fascinaba.

Antes que ser padres, necesitan recordar que son amantes y sus descendientes son el fruto del amor que se tienen. Quienes olvidan disfrutarse mutuamente y sólo se consagran a la atención de sus pequeños terminan por caer en el hastío, la frustración o el rencor.

PROYECTANDO MIEDOS

Algunos esposos asumen que la crianza del nuevo bebé debe ser la prioridad. En cuanto éste llora la madre deja lo que esté haciendo, incluso puede interrumpir un momento íntimo con su marido, quien ve estropeado el romance y contempla cómo su hijo se vuelve su rival. Las emociones se contraponen, pues la paternidad le hace feliz y simultáneamente ve con frustración cómo aleja a su compañera.

Tal apreciación provocará en ambas partes un conflicto de creencias. El que asume como lo más valioso atender al lactante, verá como injustos los reclamos. La pareja en este punto da comienzo a un proceso lento de separación emocional.

Los bebés pasan por un desarrollo de crecimiento que los hace descubrir el mundo cuando se llevan todo a la boca, gatean y cogen con sus manos cuanto objeto se atraviesa en el camino. Quien esté al cuidado del infante sentirá cómo esa tarea le robará la energía, llevándole cansancio al final de la jornada. Además en este periodo la vida erótica puede verse amenazada por el miedo a que el niño tome algo y se lo trague, lo meta en la nariz o se cause daño de alguna manera. Sus vigilantes llevarán a la cama agotamiento físico y mental. De este modo, si no encuentran manera de combinar el goce de su sexualidad y la atención a la criatura, su vida íntima se verá relegada a un segundo plano.

Los seres humanos tienden a proyectar sus miedos y eso los hace actuar de forma sobreprotectora. Los cónyuges que viven con el temor de que cualquier cosa mala le suceda al bebé estarán en una constante tensión por algo que no ha ocurrido y tal vez nunca pase.

Cuidar a los hijos forma parte del proceso de la crianza. Cuidar el aspecto erótico de la vida matrimonial es igual de importante. Imponer abstinencia sexual o perder la frecuencia de los encuentros por estar al pendiente de los infantes, es imponer a través de ellos una carga muy pesada.

Los amantes requieren de refrendar su amor diariamente, sostener su pasión con instantes eróticos y estos no necesariamente son en la cama. Un beso, una caricia, hablar íntimamente, mantendrá viva la llama para ocasiones más oportunas.

La crianza de los lactantes no debe ser obstáculo a la felicidad conyugal ni convertirse en pretexto para solamente actuar como animales de carga que desempeñan las labores más pesadas.

Tanto el hombre como la mujer precisan aceptar que van a criar a sus bebés y que ello no debe interferir con la cobertura de sus necesidades eróticas. Una pareja feliz en la cama manifiesta con su actitud la satisfacción que tiene en su vida.

HACIENDO EL PAPEL DE EDUCADORES

Cuando los hijos ingresan a la escuela, desde preescolar requieren de supervisión, cuidados y comunicación de los tutores con los profesores. Las tareas consumen supervisión de uno o ambos padres. La dificultad en el aprendizaje, la formación de hábitos de estudio y la socialización que los niños van realizando en clase introducen a sus progenitores en otro ritmo de vida. Aquí el infundado miedo al futuro incierto de sus pequeños puede transformarse en una angustia permanente.

La vida de diversión y esparcimiento del matrimonio se ve limitada por los horarios, por ejemplo con la hora temprana de ingreso a la escuela. Los encuentros sexuales a medianoche o de madrugada se vuelven cada vez menos frecuentes, más aún la relación sexual mañanera, ya que una vez despierta la madre debe, a como dé lugar, levantar a los hijos de la cama. Luego, durante los periodos vacacionales ambos se ven presionados por llevarlos a centros de diversión. ¿Y sus vacaciones, para cuándo?

Esta rutina de vida puede prolongarse por años, convirtiendo los encuentros sexuales en meros desahogos y no en verdaderos momentos de placer. De ser así, la pareja empieza a preguntarse: “¿Cómo era cuando en verdad gozábamos?”.

LAS EXIGENCIAS DE LA ADOLESCENCIA

Excusas para no disfrutar la vida sexual existen por montones en quienes anteponen el deber de ser padres a su rol como amantes. Del “tengo que cuidar al bebé” y “es que no nos queda energía, porque hay que ayudar al niño con la tarea”, se pasa al “ya se sabe que los adolescentes absorben todo el tiempo”; es decir, aunque en esencia los hijos pueden hacerse cargo de sí mismos también aquí se toma a la paternidad como excusa para postergar la intimidad.

Los jóvenes son propensos a exigir constantemente satisfactores materiales, y además su conducta suele exponerlos a diversas situaciones de riesgo. La vida de sus progenitores puede volverse una constante zozobra y su vida íntima también.

Saber marcar límites, establecer normas de convivencia y el respeto a la autoridad es la base fundamental para mantener a flote la relación entre padres e hijos. Más que nunca, la pareja requiere sus espacios íntimos para reencontrarse amorosa y sexualmente.

Si los papás dejan que sus adolescentes lleven el ritmo de vida en el hogar, imponiendo sus condiciones, quedarán sujetos a sus demandas. La consecuencia: muchos jóvenes llegan a los 20, 30 o más años, e incluso se casan, pero no dejan el hogar paterno. Viven en una permanente adolescencia, sus padres fueron y siguen siendo sus cuidadores. Si se llega a tal punto es casi imposible rescatar la vida sexual satisfactoria del matrimonio. Está claro que los esposos en dicha situación consideran una obligación atenderlos a costa de su infelicidad conyugal. ¿Por qué llegar a ese extremo?

¡NO ESPERE A QUE SEA TARDE!

Cada pareja cuando da inicio a la relación romántica y disfrute de su vida sexual, necesita mantener ese lazo íntimo de manera consciente. Está en cada uno impedir que el carácter de papá o mamá le quite el placer sexual a su relación... es cuestión de aprender a darle su peso, lugar y momento.

www.sexologosilvestrefaya.com

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