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En lo que creo, lo que me importa

PATRICIO DE LA FUENTE

'Algún día en cualquier

parte, en cualquier lugar

indefectiblemente te

encontrarás a ti mismo,

y ésa, sólo ésa, puede ser

la más feliz o la más

amarga de tus horas".

Pablo Neruda

En memoria y celebración, para Kiko.

Hace algunos años Carlos Fuentes escribió un libro que lleva por título "En esto creo", en parte como homenaje a su hijo Carlos, quien desgraciadamente murió a temprana edad. Fuentes, una mente lúcida que padece la complejidad, claroscuros y demonios característicos de las grandes inteligencias del siglo veinte, nos regala un texto conmovedor que en orden alfabético y a modo de diccionario profundiza en todo aquello en lo que cree, en aquello que lo motiva y le causa congoja y felicidad, según el caso. Probablemente, "En Esto Creo" no será considerado como parte de sus obras más destacadas y geniales, sin embargo es quizá una de las más honestas; está escrita con el corazón y a partir de la pena inimaginable que supone la pérdida de un hijo.

El mes pasado murió mi Tío Kiko, un hombre excepcional e irrepetible quien en todos sentidos fue un segundo padre para mí. A lo largo de la vida he experimentado pérdidas, fracasos y momentos de oscuridad; todo ello me hizo más fuerte, más humano, un poquito más sabio sin duda. El que Kiko no se encuentre ya, es causa de tristeza, pero también me ha llevado a recapitular y tener presente todo aquello que a lo largo de los años le aprendí y en lo que creo y seguiré creyendo hasta el final de mis días. Es por ello que gracias al libro de Fuentes y a aquello que me significó la pérdida de Kiko -a todas luces el dolor más grande que he sentido en treinta y cuatro años- hoy plasmo estas líneas con el ánimo de que conozcas, lector querido, lo que para mí es importante, en lo que creo y lo que me importa.

Por ello:

Creo en Dios como fuente de inspiración, luz y bondad infinita. El Dios que conozco y con el cual platico todas las noches dista de ser vengativo y castigador; poco se parece a aquel personaje inventado a partir de la óptica errónea de unos cuantos. Dios todo comprende y a menudo -si no es que siempre- perdona mis torpezas y todo aquello que ignoro, ocupado en vivir.

Creo que mis padres tuvieron razón al hacerme ver que la vida transcurre demasiado rápido. Las líneas de expresión en mi cara son evidencia de que el tiempo no se detiene, de que las segundas oportunidades y la repetición de las horas perdidas no existen. Por ello atesoro los instantes, disfruto intensamente y nunca dejo de manifestar una opinión, de dar un abrazo o decirle a alguien lo mucho que lo quiero.

Creo que sentir rencor y odio hacia nuestros semejantes no sirve de nada. Ojalá entendamos que la comprensión y el perdón hacia quienes en algún momento nos hicieron daño, es una de las experiencias más liberadoras y catárticas que existen. Para pretender el perdón hay que saber perdonar...

Creo en el trabajo, en hacer lo que amas con entrega y pasión creadora. El trabajo dignifica al hombre y solidifica la construcción del porvenir. Pocas cosas tan placenteras y enriquecedoras como hacer lo que nos gusta.

Creo que México vive tiempos aciagos que ni en mis peores pesadillas pensé relatar. Sin embargo, sé que el carácter del hombre y el temple de una nación se forjan a partir de la adversidad. Estoy cierto de que la espiral de violencia en la que hoy estamos inmersos habrá de terminar. Los buenos mexicanos somos más y a la larga el bien triunfará sobre la maldad.

Creo que esperamos demasiado del Gobierno y las instituciones y a menudo hemos caído en el supuesto de que la solución a los males del país recae en los políticos. Nada más falso. La clase política está rebasada y le faltan tamaños, por ello es tarea irrenunciable y obligación ciudadana el involucrarse íntimamente con el proceso democrático y ser propositivos, coadyuvando al desarrollo desde cualquier trinchera. En tanto, es hora de cerrar filas y apoyar a nuestro próximo presidente -no importando quién sea- en la consolidación de un futuro más halagüeño para México.

Creo en el valor de la familia y en que nuestros amigos terminan por convertirse en familia escogida. Con ellos somos auténticos, nos despojamos de máscaras y hablamos con libertad. Debemos estar en cercanía, aceptando que por esencia cada ser humano constituye un universo propio, de ahí la importancia de respetar nuestras diferencias y aquilatarlos como son. Al final del día, en las horas bajas y en los momentos de triunfo, nada como aquellos que nos son especiales.

Creo en la máxima de San Agustín que reza: "La verdad nos hará libres". Sin importar cuán lacónica o desgarradora, hagamos tarea de todos los días el decirla siempre. De la verdad nacen todas las virtudes humanas.

Creo en la buena suerte, pero estimo que el éxito sólo se consigue a través de la constancia y la férrea disciplina en todos los ámbitos de nuestra vida. Una actitud conformista es la forma más certera de abrirle la puerta a la mediocridad. Huyamos de ello.

Creo que estar atados a los convencionalismos sociales y buscar el aplauso fácil y la aprobación de nuestros semejantes es una absoluta pérdida de tiempo. Por más intentos que hagamos, siempre nos van a criticar. Nadie tenemos derecho a imponer criterios o decir a los demás cómo conducirse. Vive y deja vivir, mira de frente y no hables mal de tus semejantes. Ello es propio del cobarde.

Creo que el dinero es importante y sin duda nos confiere placer y seguridad, sin embargo es secundario, no nos hace mejores personas ni debiese otorgar derechos ni prerrogativas sobre los demás. Las cosas más trascendentes y duraderas del existir son en esencia simples e imposibles de comprar.

Creo que a veces he vivido cargando demasiados lastres, miedos e incertidumbre. Al paso del tiempo aprendí a simplificarme el día a día, a verme frente al espejo y burlarme de mí mismo, a no tomar las cosas tan en serio. Cuando llegue el momento, quiero irme de este mundo ligero de equipaje. Cada vez cargo menos cosas.

Creo en la risa. Si algo le aprendí a mi tío Kiko fue a reírme muchísimo; quizá ello me salvó de la locura. Creo y hace muchos años hice propia una frase de Felipe Garrido que dice: "Ante el torbellino de la vida nada más importante que reír".

Creo en muchísimas otras cosas. Dejar de creer es comenzar a morir.

Twitter: @patoloquasto

También me puedes leer en: http//elcuakdelcanard.com

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