A casi una semana de haber tomado posesión, el presidente Enrique Peña Nieto sigue sin definir la política de su gobierno en materia de seguridad y justicia.
Entre las acciones que anunció en su discurso inaugural así como en varios de los 95 compromisos del Pacto por México, se advierten algunas directrices sobre este tema, sin duda el más álgido y de mayor interés para los mexicanos.
Sin embargo no queda clara todavía cuál será la estrategia global para enfrentar la violencia que durante el sexenio de Felipe Calderón provocó más de 65 mil muertes.
La tardanza para anunciar el plan de Peña Nieto seguramente obedece a la demora en la aprobación de cambios en el organigrama, es decir la desaparición de la Secretaría de Seguridad Pública y la creación de una subsecretaría del ramo insertada a la Secretaría de Gobernación.
Pero aún así llama poderosamente la atención que tanto en el mensaje de toma de posesión como en el pacto con los partidos políticos, no se mencionan acciones concretas contra la delincuencia ni siquiera el esbozo de una estrategia de seguridad.
La llamada "guerra contra el narco" arrancó al inicio del gobierno de Felipe Calderón en Michoacán como una respuesta a la demanda por seguridad de la población.
El entonces mandatario dispuso que el Ejército y la Marina salieran a las calles a participar activamente en el combate a la delincuencia ante la gravedad de las circunstancias.
Calderón fortaleció la Secretaría de Seguridad y a su Policía Federal que se convirtió en la favorita del régimen y que a la postre protagonizó varios escándalos como el ocurrido en Tres Marías, Morelos, además del triple homicidio de agentes en el aeropuerto del Distrito Federal.
En el proceso electoral de 2012 la demanda de un amplio sector de la población fue en el sentido inverso: frenar las acciones militares contra el crimen para detener la muerte de mexicanos.
Hay quienes opinan que al regresar el Ejército a sus cuarteles cederá la violencia por parte de los carteles y por ende bajará el número de muertos y heridos a lo largo del territorio mexicano.
Aseguran además que fue la batalla contra el narcotráfico iniciada por el gobierno de Calderón lo que originó este colosal repunte en el número de víctimas y no al revés.
Peña Nieto enfocó su plan de acción en dos puntos: atender a los afectados de esta lucha a través de la Ley de Víctimas y elaborar un programa nacional de prevención del delito para atender las adicciones, rescatar espacios públicos y activar programas productivos.
Pero poco ha dicho sobre el combate directo contra el narco, salvo confirmar que las fuerzas armadas quedan al frente de la lucha contra el crimen organizado y que el regreso a sus cuarteles será gradual en tanto se opera la nueva política de Estado en materia de seguridad y justicia.
Todo indica pues que Peña Nieto seguirá la estrategia de Calderón en el combate al narcotráfico, pero con un bajo perfil hasta definir el nuevo plan que podría contemplar el regreso de las tropas a sus bases y concentrar la lucha en los mandos civiles de Gobernación y la Procuraduría General de la República.
Por ahora resulta simplista pensar que con retirar al Ejército de la lucha se reducirá la violencia habida cuenta que buena parte de los muertos durante estos años fueron producto de las trifulcas entre los cárteles de la droga.
Además la estrategia está consensada con Estados Unidos y países del área que han encontrado magnífica cooperación con el Ejército y la Armada Mexicana con todo y algunos desencuentros.
No será sencillo cambiar el rumbo de un día para otro ni será lógico dejar en paz a los cárteles para que recuperen la fuerza y sus territorios. No hay que olvidar que el narcotráfico se infiltró a todos los niveles de México, incluso a la residencia oficial de Los Pinos.
El cambio de gobierno es momento ideal para definir la nueva política en donde se ataquen las causas de este grave fenómeno y no sólo sus efectos, pero sin quitar la presión contra los capos y sus organizaciones por demás poderosas y violentas.
El periodista norteamericano Alan Riding lo anticipó en su reciente artículo: "el mayor dolor de cabeza heredado por Peña es la guerra contra el narco".
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