Foto: RAMÓN SOTOMAYOR
Su discapacidad jamás ha sido un impedimento para ayudar a los demás. Desde hace 30 años, María Dolores Ortiz Guerrero es trabajadora social del Hospital Infantil de Torreón.
A María Dolores le gusta que le digan Lolis. Tiene 54 años de edad, de los cuales 30 los ha dedicado no sólo a ayudar a los pacientes del Hospital Infantil de Torreón, sino también a sus padres cuando no tienen los recursos suficientes para pagar la cuenta, conseguir los tratamientos médicos, incluso donaciones de sangre.
Lolis siempre busca la manera, a través de voluntarias o personas filantrópicas, de ayudar a los papás para que sus hijos tengan lo necesario para su recuperación a pesar de que no tengan los recursos económicos.
Mueve cielo, mar y tierra para conseguir lo necesario, por eso cuando acuden personas altruistas al Hospital Infantil tiene la precaución de anotar muy bien sus datos para cuando haya una urgencia de ayuda.
"He logrado una pequeña lista de gente que siempre está dispuesta a ayudar cuando se necesite. Mi trabajo me deja muchas satisfacciones cuando logro el objetivo, gracias a Dios son muy pocas veces las que he regresado a casa frustrada por no haberlo conseguido".
Es una trabajadora social que jamás se queda cruzada de brazos y ayuda a los papás cuando no tienen dinero para las cuentas o tratamientos de sus hijos.
Sueño
Desde niña aspiraba a tener una profesión, un sueño que le parecía inalcanzable porque a los cuatro años de edad le diagnosticaron poliomielitis que la dejó con discapacidad física.
Tenía diez años y ni siquiera había ido a la primaria por su enfermedad. Un día le preguntó a su madre por qué no podía ir a la escuela, "por que tú no puedes", le contestó.
Recuerda que sus siete hermanos estudiaban y ella se sentía muy triste de tener que quedarse en casa.
"Le decía a mi madre 'por qué no puedo si ni siquiera lo he intentado', y me decía 've tus manos, no puedes', pero seguí insistiendo e insistiendo hasta que mi mamá, después de tanta terquedad me llevó a una escuela que le habían recomendado porque podrían aceptarme ya grande, tenía diez años", dice.
Sabía que sería difícil estudiar en sus circunstancias, pero no iba a desistir en su intento, al menos no iba a quedarse con las ganas de saber si hubiera sido capaz de lograrlo.
Lolis escribía con dos manos porque los dedos estaban pegados a la palma de sus manos, y aún así logró terminar la primaria.
Cuando terminó la primaria le dijo a su madre que quería seguir estudiando, y al principio se negó a apoyarla "me decía que ya había aprendido a leer y a escribir que para qué quería seguir, pero yo quería hacer una carrera, no quedarme sólo como la niña con discapacidad en un rincón".
Apoyo al cien por ciento
Cuando su madre vio lo mucho que se esforzaba para estudiar la secundaria, decidió apoyarla al cien por ciento para que estudiara una carrera. "Cuando tenía 17 años una doctora se interesó en mi enfermedad y me mandó a la Ciudad de México. A mis 54 años de edad he recibido 16 cirugías reconstructivas".
En su momento las operaciones fueron muy dolorosas, pero dieron resultados porque Lolis consiguió escribir con una sola mano. Además dejó de usar los aparatos ortopédicos.
"Estuve internada más de ocho meses en el hospital de la Ciudad de México porque además estudiaron mi problema, pero gracias a Dios todo fue para mejorar".
Un día, mientras la atendían en el hospital, su madre le dijo "ya sé qué debes estudiar, puedes convertirte en trabajadora social", recuerda Lolis.
"Fue idea de ella y tuvo muy buen tino. Para empezar mi carrera me ha ayudado a mí porque era una mujer muy tímida, cohibida y llena de complejos, y comencé a desenvolverme con mi profesión".
Su carrera le da satisfacciones porque ha podido ayudar a mucha gente. También le gusta apoyar a los pacientes con sus terapias ocupacionales, pues los ocho meses que estuvo en el Hospital le dieron las herramientas para hacerlo de la mejor manera.
Un reto profesional y personal
A los pacientes les lleva juegos didácticos y de entretenimiento como rompecabezas o juguetes.
Lolis recuerda que cuando estudiaba hizo su servicio social en el Hospital Infantil y desde entonces dejó su solicitud y tiempo después la llamaron para ofrecerle cubrir una vacante.
"Yo dije 'voy a trabajar' y me dio una gran emoción. El hecho de haber estudiado una carrera fue un gran reto para mí porque por ejemplo mi madre me apoyó, pero mi hermano mayor nunca estuvo de acuerdo, siempre me decía 'para qué quieres estudiar, ya sabes leer y escribir, ya es suficiente', pero no me di por vencida".
Por eso ejercer su profesión representó otro reto porque tuvo dudas si podría con el cargo. A pesar de su miedo, durante su servicio social hizo sus prácticas lo mejor posible, al grado de que nadie viera como un impedimento sus limitaciones físicas.
Tenía apenas cinco años trabajando en el hospital cuando su madre falleció. Fue la persona que más la apoyó en sus sueños, "no encontraba consuelo en nadie, pero me refugié en Jesús porque me estaba hundiendo, y gracias a Él pude seguir adelante".
Hace siete años que Lolis es una mujer independiente. Sacó su propia casa gracias a un crédito de Infonavit y eso también representó un reto porque tuvo que valerse por sí misma.
"Las limitaciones nos las ponemos nosotros mismos, y estoy convencida que jamás nos debemos sentir derrotados sin intentarlo siquiera y menos cuando se trata de ayudar a los demás".
No le impide ayudar a otros