FALTA DE CONTINUIDAD
Estamos en el umbral de un nuevo cambio de gobierno, aun cuando el Congreso inició sus trabajos es en diciembre cuando se inicia otra era de acuerdo al perfil y diversos planes de trabajo que se delinearon en la campaña por la presidencia de nuestro país; paulatinamente nos daremos cuenta si en verdad las fuerzas políticas aprovechan la oportunidad de que busquemos nuevas formas de convivencia y dejar las conveniencias propias de cada protagonista para aprovechar la oportunidad que tenemos en este momento.
Se ha convertido en una cultura de que en cada cambio de gestión en los gobiernos en sus diferentes niveles, los planes y promesas de campaña en lo general quedan sin cumplir en ocasiones por situaciones externas, pero en lo general porque no existe un verdadero trabajo profesional en el sector público; cada dependencia o responsable de la misma deshecha de antemano cualquier iniciativa o programa que pudiera ser favorable y egoístamente se impone lo que llamaríamos el ambicioso toque personal y lo peor se llega hasta la aberración de obras en proceso.
En México, una parte importante de nuestro talento como individuos en la administración pública no suele usarse de acuerdo a su propio potencial se elimina su talento y se dirige la selección hacia los amigos, recomendados que no necesariamente pueden hacerlo bien ya que en muchas ocasiones las habilidades no son acordes hacia lo requerido en sus responsabilidades. Desde luego con sus excepciones.
En un país construido a partir de privilegios y poca competencia muchas de las oportunidades que se encuentran tanto en el mercado interno como fuera del país, se dejan de aprovechar de tal manera que resulta difícil tomar decisiones en el propio gobierno muchas veces acotado por nuestro pacto federal mal definido que en los tres niveles de gobierno, ha llevado a un traslape de responsabilidades y con ello nuestros políticos se manejan bajo recriminaciones mutuas y vacíos de las mismas responsabilidades. La complejidad de un sistema federal como el nuestro sin importar de qué partido se trate consume una gran cantidad de recursos y tiempo en la administración de los problemas, y lleva muchas veces a imposibilitar soluciones a los múltiples problemas que tenemos por encontrarse muy por debajo del nivel óptimo.
El país se halla en un equilibrio improductivo entre los principales grupos de poder público y privado y por lo general son adversos al cambio. Tomemos como ejemplo el caso que por muchas décadas se viene manejando en cada sexenio, en el sentido de llevar a cabo reformas al sector energético especialmente a Pemex y que por razones políticas y acuerdos por diversos intereses no se llevan a cabo.
El petróleo ha financiado una buena parte de las inversiones del sector público, se calcula que poco más de una cuarta parte de este tercio se va a los estados y municipios como participaciones y por otra parte no se conoce en qué programas se emplean dichos recursos.
Es indudable que se requiere un nuevo pacto social entre gobierno, partidos políticos y el sector privado que permita en conjunto aglutinar a todos los factores de la sociedad en buscar y propiciar reformas benéficas para las mayorías en el mediano plazo ya que urge, al igual desde luego que las reformas que todos conocemos pero que se frenan por la falta de liderazgos fuertes y con una visión democrática verdadera; las nuevas tecnologías pueden abrir el camino para una relación más directa entre el gobierno y la ciudadanía.