El conocimiento de la realidad
La filosofía nació buscando el exacto conocimiento de la realidad. A lo que a ella le interesa es demostrar lo que se dice que es la verdad. De ahí se desprendió la ciencia, que anda en busca de lo mismo, conocer los secretos de la naturaleza eliminando las subjetividades; de esta forma se combate el error en la relación con ella y se le saca provecho a esta intención de dominarla.
Sin embargo, la búsqueda de la realidad no se agota ni con la filosofía ni con la ciencia. A diario la realidad se nos presenta por innumerables espejos, algunos pretendiendo ser fieles del acontecer cotidiano; otros, francamente distorsionando los hechos para satisfacer intereses personales.
Se supone que la objetividad es lo que nos acerca a la realidad y la subjetividad es solamente un punto de vista muy particular de la misma. El problema de la filosofía y de la ciencia ha sido eliminar la subjetividad para acercarse lo más posible a lo que es el objeto. Estas otras fuentes del conocimiento de al realidad parece que se empeñan en lo contrario, en forjar una visión de la realidad alejada muchas veces de la verdad con el fin de conseguir intereses personales.
Podemos enumerar esas fuentes de nuestro conocimiento cotidiano de lo que nos rodea: los medios de comunicación y el discurso político; uno y otro nos habla de lo que las cosas son o pretenden ser, sin esgrimir los métodos ni de la filosofía ni de la ciencia. Pretenden ser objetivos, eso si, pero nos damos cuenta que algunas veces que esa objetividad se encuentra a la distancia.
Si hiciéramos caso a la representación de nuestro mundo, nos encontramos en medio del caos: los diarios sensacionalistas matutinos nos hablan de puros muertos y accidentes, de colgados; nos reflejan una sociedad en decadencia donde lo que se dice vida civilizada brilla por su ausencia. No es que uno diga que eso no sea verdad, lo que se pone en duda es que eso sea toda la verdad. Ni expurgando ese tipo de diarios te encuentras la noticia donde pueda surgir la esperanza de una vida humanizada donde aspires a salir a la calle sin que se vea amenazada tu integridad o la de los tuyos. Si por los medios fueran, el estado de guerra en que vivimos es la única verdad valedera, el caos como futuro para nuestros hijos donde no hay cabida para la esperanza una vez que la fe se ha perdido.
En cambio, el discurso político peca de exagerar en la versión contraria. Para quien está en el poder, vivimos en el mejor de los mundos posibles, hasta nos reímos a pesar de la versión de los medios. Los que pretenden afianzarse en el poder, te dicen que ellos, como los antiguos caballeros andantes, han hecho todo lo posible para resolver tus necesidades aunque cada vez necesites más de todo. Los que luchan por afianzarse en el poder, se convierten en los adalides del futuro que la sociedad espera con ansias para que con sus superpoderes resuelva todos nuestros males. Ellos te dicen que son los buenos y los otros son los malos. Todo mundo nos pide su confianza para acceder a un puesto público bien pagado y desde ahí trabajar en nuestro beneficio.
Lo que uno siente en lo personal es que cada vez nos sentimos peor, ante una realidad que se nos ha vuelto un acertijo. Alguien a afirmado que el gobierno estatal pasado fue magnífico, entonces no sabemos porque lo de la deuda exagerada y mal pactada y porque de un sexenio para otro han subido tanto los costos de los servicios gubernamentales y los ninis se multiplican. Alguien nos dice que el gobierno federal es magnífico, entonces porque la vida cotidiana no se nos ha resuelto y el combate a la delincuencia ha fracasado y surgen casos como la estela de luz que es una de tantas burlas mal que le hacen al pueblo mexicano. Cosas inútiles de alto costo, mina de la estafa o premio para el inepto.
Las presidencias que iban a tener paredes de mármol ahora tendrán que consolarse con ser de cartón.
Lo peor es que se pone en juego la credibilidad. Cuando eso se pierde se nota que la conciencia es un juguete inútil y sólo produce dolor. Si la fe se pierde, entonces, el hombre vaga sin rumbo porque la vida deja de tener un sentido, una razón de ser; deja de perseguir una utopía. Ya no hay confianza en tu vecino, todo mundo se convierte en tu enemigo y sólo vives de cuidarte las espaldas.
Ninguna sociedad puede funcionar de esta manera. Si no existe la credibilidad no es posible que nada se construya porque todo tipo de trascendencia se elimina. Sólo nos quedamos en el aquí y en el ahora, en vivir de la mejor manera este minuto. No hay nada más. Esto es lo peor que le puede pasar al hombre.
Los medios y los políticos se cansan de jugar a diario con nuestra credibilidad y la fe en el mundo. Ambos han perdido la dimensión de sus actos. ¿En que nos están convirtiendo la sociedad? Nos venden por unos cuantos pesos, se burlan de nuestras necesidades sin resolverlas.
Lo han logrado, que vivamos en la plena desconfianza. Divide y vencerás. Nos han dividido. Nos parece inútil cualquier intento de acción o de depositar nuestros esperanzas en alguien porque tememos vivir defraudados. Ya no confiamos en la realidad que nos presentan y volvemos repetir: el hombre es un animal de pasiones inútiles; agregaríamos, y con una conciencia que sólo sirve para atormentarlo. ¡Qué lástima!
Por: José Luis Herrera Arce