La fe es una de las tantas cosas que nos hacen encontrar sentido a nuestras vidas. Por medio de ella le damos trascendencia a los actos que hacemos cotidianamente. Unimos el principio con el fin y lo ligamos a un después donde suponemos otro modo se ser. La fe la heredamos por tradición y la fundamentamos en los libros sagrados. Aunque nos demos cuenta de que existen otras fes, pensamos que la nuestra es la verdadera, aunque en este campo, el tratar de demostrar las creencias no resulta, porque precisamente, la fe consiste en creer sin demostrarlo.
Pero la fe tiene sus laberintos. Bien lo sabemos por al historia, que los fundamentalismos la toman como punto de partida para imponerse; y lo mismo puede decirse de los actuales como los de la edad media, en donde el no creyente era perseguido por no compartir las ideas de la iglesia establecida. Precisamente, la edad media se trató de eso, de controlar el pensamiento para que no hubiera desvíos en las verdades de la doctrina de la iglesia. (El sueño de Inocencio trata un tema relacionado con lo que digo).
Pero esto también se ha tomado para cometer despojos en contra de los que se muestran diferentes, eso les pasó a los Judíos en diferentes tiempos históricos, en España, a finales del Siglo XV y en otras épocas hasta llegar a los excesos del nazismo.
La fe parte der una verdad revelada. En el caso del cristianismo es clara, los hombres son los que han intentado hacerla confusa. Basta imaginarse a Jesús de Nazaret en medio de las acciones que hacemos que dicen seguir sus enseñanzas para darse cuenta de si hay o no sinceridad.
Jesús, el de la montaña, aquel que pedía los panes y peces que hubiera a la mano para repartirlos entre sus seguidores, ¿Ustedes creen que avalaría entre la diferencia entre los pobres y ricos tan exagerada, o estaría del lado de alguien que niega la limosna? El Jesús que esta frente a la magdalena haciendo surcos mientras que el que está libre de pecado tirara la primera piedra, ¿Ustedes creen que avalaría los excesos de la inquisición, o las críticas que hacemos a nuestros semejantes? El Jesús que con el látigo castiga a los comerciantes fuera del templo, ¿Avalaría la mercadotecnia de los actos religiosos?
Así podemos continuar. Para mí, la historia es clara y contundente, por eso es difícil dejar de creer. Tuve hambre, me diste de comer. Tuve sed me diste de beber. Estaba enfermo me visitaste. El sermón de la montaña es el complemento de lo que debiera de ser la vida del buen cristiano. Lo cual, todo refiere a las obras, a fin de cuentas, son las acciones las que hacen surgir la fuerza de la creencia y no el darle demasiadas vueltas a los textos bíblicos para acabar concluyendo lo contrario a lo que dice el texto.
Pero la soberbia, que es un mal que el hombre no comprende que lo destruye, nos hace menospreciar las enseñanzas. Es más fácil no comprometerse ni con nadie ni con nada; sólo consigo mismo, y fingir la oración, o el golpe de pecho, la apariencia para mantener sus propios privilegios, los suyos, no los de los demás. La soberbia nos hace negar la fe para que la conciencia no sea perturbada. Nos convertimos en científicos o liberales, porque con unos cuantos sofismas resolvemos el sentido de ser. Nuestra megalomanía lo único que produce es sufrimiento en quienes nos rodean. Nuestra autosuficiencia es el reflejo de nuestra soledad.
¿Ustedes se imaginan a Dios que todo lo es, en la persona de su hijo viniendo a la tierra a mostrarse humilde, a pagar por lo que no hizo, y a glorificar al hombre llamándolo hijo o hermano, avalando las acciones de quien explota a su semejante, o que establece diferencias entre pobres o ricos, o del color de la piel, o del vanidoso que presume estatus, del soberbio del patán, del engreído, del cruel? Nunca. Dios se ha encargado de decirle al hombre que sea más humilde, que sea más abierto, que aprenda a escuchar. Se lo dijo a los judíos con Jesús y a los Cristianos con San Pablo que no siendo alumno directo del Señor, porque no lo conoció, es el que más ha mostrado el camino a través de sus cartas. Y también lo dijo en la reforma y la contra reforma y también lo dice todos los días; más también afirmó: el que tenga oídos que escuche.
Hoy no se trata de apropiarse de las conciencias. En el pasado ya se ha hecho y no se puede decir que los resultados hayan sido óptimos. Cometer errores del pasado no trae nada bueno. Hay que abrirse, hay que escuchar todas las voces. Encasillarse en una sola voz es convertirse en fundamentalista. La religión se enseña en la iglesia, ahí es donde debe de enseñarse, la filosofía y la ciencia en la escuela. Que andamos perdidos, andamos plenamente perdidos; necesitamos recuperar la moral, simplemente para darle un mejor sentido de ser a nuestra conciencia, a nuestros actos a nuestras acciones. Eso es lo que vale; que cuando un pobre toque a su puerta le des lo que anda suelto en tu bolsillo. Que cuando puedas ayudar en algo a alguien, no dudes en hacerlo, que cumplas con tus obligaciones, que te comprometas con los tuyos, que no juzgues, que apliques lo que dice el texto de la biblia y no te ufanes en sacar el texto del contexto.
Disfruta la semana santa. Si no haces los oficios, por lo menos comparte con tu familia la convivencia. A fin de cuentas todo termina en el sábado de gloria y en la pascua; la aspiración de darle a nuestra vida un valor humano, un valor digno.