La partida de Carlos Fuentes nos hace reflexionar sobre las nuevas generaciones literarias que van a suplir a los viejos escritores que han ido conformando nuestro ser nacional, en todos los niveles. Estábamos acostumbrados a nombrar a los cuatro grandes: Rulfo, Arreola, Fuentes y Paz, como los pilares literarios de la segunda mitad del siglo XX. Incluiríamos a otros, por ejemplo a Elena Poniatowska o a Fernando del Paso; mencionaríamos también a Elena Garro y a otros más para darnos cuenta de que el semillero era grande; Carlos Monsivais, Carlos Montemayor. Viene a nuestra memoria la primera oleada de jóvenes a los que se llamó la generación de la onda, con José Agustín a la cabeza y con los talleres literarios, el florecimiento de la literatura de provincia y de los grupos como vuelta que comenzaron a surgir y se expresaron a través de revistas y de publicaciones: Jesús Gardea, el mismo Daniel Sada que estuvo un tiempo en esta ciudad y que también acaba recién de fallecer.
Escritores como Héctor Aguilar Camín, Juan Tovar, Enrique Krauze, Juan García Ponce, son el puente que nos llevan hasta los más modernos como Xavier Velazco, Ignacio solares, y quien despunta como el más prometedor, Jorge Volpi, sin olvidar la gran generación de mujeres como Rosa Nissan, Guadalupe Loaeza, la deliciosa Cristina Pacheco. En la poesía, el esposo de la anterior, Emilio Pacheco y muchas otras plumas que han ido tomando la estafeta para mantener a México en un constante fluir de ideas y de búsquedas, de historias que nos dibujan en este tiempo y en este espacio. La estampa del Barrio de Armando Ramírez, o de Rafael Ramírez Heredia, o la de los que tuvieron la valentía de gritar su diferencia como Luis Zapata muchas otras voces: Federico Cambells, Homero Aridjis, Raúl Prieto, Vicente Quiriarte.
Algunos querrán escaparse de nuestra memoria como Luis Spota de la vieja generación, pero a fin de cuentas vuelven a surgir porque salen a nuestro encuentro en el librero, Rosario Castellano, el tigre Elizalde, Margo Glantz, Ricardo Garibay, Ikram Antaki, José Luis Martínez en el ensayo, continuador de Alfonso Reyes; pero no quiero ir hacia atrás sino hacia adelante.
Aunque no se crea, en México se piensa y se escribe aunque se lea poco; el hacerlo es una búsqueda continua de nuestro ser, nuestras búsquedas, nuestras decepciones y nuestros logros. La literatura expresa a la alta intelectualidad, como lo hizo con los contemporáneos, y lo hace con el barrio, ya mencioné a Prieto, a Ramírez, la clase burguesa, Xavier Velazco; también nos muestra los desacuerdos como Montemayor y nos puede olvidar la historia.
Porque en México en estos últimos años se ha dado a conocer una camada de escritores que novelan nuestra historia como Krauze, como Eugenio Aguirre, como Martín Moreno, como Pedro Ángel Palou, como Taibo II quien no solo sabe contar nuestra historia a través del libro sino que también lo hace muy deliciosamente por medio de la televisión cuando el medio se presta a reconocer que es capaz de dedicarse a temas con más sustancia que la intrascendencia. Celia del Palacio, Enrique Serna son otros escritores que le han dedicado su tiempo a la historia. Habrá que ir a las librerías a buscarles, ahora que están vivos, ahora que producen la idea que nos ayude a comprender nuestra cotidianeidad.
¿Por qué esperar a que se muera la gente para hablar de ella? Eso es lo que siempre sucede, un producto más de la mercadotecnia, tantos autores que existen y coexisten, tan poco que conocemos de ellos.
Los autores de provincia son los que la llevan de perder, porque fuera de los concursos nacionales, no hay otro modo de llegar a la fama. El trabajo editorial camina como los cangrejos, cada vez existen menos posibilidades de publicación y mucho menos de promoción. Los puestos para sobrevivir son escasos y muy peleados, para la mayoría el camino es la academia o el puesto cultural.
De escribir no se vive, pero es una pasión. Quien comienza no puede dejar de hacerlo. Y con el escribir va el leer y con el leer conseguir los libros; entonces te das cuenta que ya no puedes parar, uno te lleva a otro y te comienza a faltar tiempo y dinero.
Esta es la historia, frente a ella nuestros políticos. Nomas de considerar la falta de proposiciones para resolver los grandes problemas nacionales nos damos también cuenta de la falta de lecturas. Ya no digo de toda la saga de la novela de la revolución para entender porque salieron los hombres a luchar contra un sistema que les ahogaba, para entender en que consiste la modernidad del país. Ya no digo leer a Payno y a Vicente Riva Palacio, a Guillermo Prieto, a Inclán y a tantos otros autores del siglo XIX, para tener conciencia de donde venimos y todo lo que hemos tenido que luchar para que el analfabetismo en México sea cada vez menos y tengamos oportunidad de acceder a mejores niveles de vida.
El rollo político es tan limitado en el aquí y en el ahora que nos deja con un agrio sabor de boca, un libro de Mello que se te cae de las manos con rengloncitos que no llenan el vacío que esta sintiendo el mexicano.
México país de novelas, y país de poemas y en un tiempo fue país de la dramaturgia y es el país del ensayo. Alimentar la materia gris es lo que se necesita, para encontrar las soluciones que nos urgen.
Mas nos gusta que nos engañen y nos dejamos llevar por la televisión y el internet, porque eso es más chic.
¡Ve y busca un buen libro para que te comiences a buscar a ti mismo!