La mayoría de los mexicanos tenemos la mala imagen de los conquistadores y de la conquista en general porque ese ha sido el sabor amargo que nos ha dejado la enseñanza escolar; nos hablan pestes de los españoles, a pesar de que la mitad de la sangre de la mayoría de los que vivimos en México es española, de la misma manera que nos esconden los mismos actos que los aztecas realizaron con los pueblos aledaños al conquistarlos. O sea, que no los juzgamos igual.
Cortés fue un hombre de su tiempo que supo aprovechar las circunstancias para lograr una acción, que era la misma a la que estaban abocados todos los países europeos, y podríamos decir que también americanos, del siglo XVI. Portugal ya tenía conquistada toda la ruta marítima que bordeaba África para llegar a Asia. Los holandeses, los ingleses, y los franceses andaban por lo mismo, de la misma manera que los aztecas, los mayas y los Incas.
Cortés, insisto, era un hombre de su tiempo. El mismo viaje de exploración ya lo habían intentado dos personas, uno de ellos había sido Grijalva. Y habían fracasado. Cortés tomó el toro por los cuernos y supo enfrentar a su destino y sobre todo, supo ser político; esa es una de las características fundamentales de las acciones de Cortés, el saber ser político; era la única manera que con cincuenta y tantos hombres, pudiera llegar al imperio más grande de América.
Su olfato político lo hizo adivinar las circunstancias de relación que tenían los pueblos mesoamericanos. Todos estaban en contra del imperio. Ni tardo ni perezoso, tomó el papel de salvador, primero en Cempoala y posteriormente, después de derrotar a los tlaxcaltecas, los convirtió en su propio ejército.
¿Que hubo excesos? No se puede negar. Solo y sin apoyo de nadie, ya que se había enemistado con el gobernador de Cuba, Velázquez, quien lo había mandado para después quererle quitar el mando de la conquista, tenía que ser demasiado cauteloso. Lo de Cholula era lógico para un conquistador metido en territorio extraño. Los pueblos recién aliados no podían inspirarle todas sus confianzas.
Llegó a la Gran Tenochtitlán y la tomó sin armas. Posteriormente, al tener que ir a controlar a Pánfilo de Narváez, deja en manos de sus segundos la capital azteca y Alvarado mete la pata. Aún así, Cortés vuelve por sus hombres, los saca de la capital, vuelve a Tlaxcala, se rehace y retorna a la gran Tenochtitlán la que tendrá que volver a tomar metro a metro por la fuerza de las armas.
El es quien decide edificar la nueva ciudad en las ruinas del viejo imperio. Su gran error el viaje a las Hibueras, donde pierde gran parte de su renombre y tiene que matar a Cuauhtémoc por sus temores. Vuelve a la capital para verse desbancado. Va a España donde Carlos V le presta poco caso y confianza. Vuelve a la nueva España, ya convertido en el marqués del Valle de Oaxaca y continúa con su empeño de descubrir y conquistar, teniendo grandes enemigos cono Nuño de Guzmán, quien nada más venía a ver que se llevaba, sin realizar nada positivo. Cortés descubre la baja california y vuelve de nuevo a la capital pero ya los nuevos españoles y la monarquía lo hacen aparte.
Nos cuentan la historia a la distancia y no con la percepción del tiempo en que sucedió. Tenemos que recordar que el siglo XV es cuando Maquiavelo escribe su célebre libro "El príncipe" que aún en la actualidad, muchos de los políticos toman como su biblia de cabecera para detentar el poder.
Nosotros, en realidad, somos descendientes de esas personas que en su tiempo lo dieron todo por llegar a ser algo. Sus actos son distorsionados porque se les juzga partidariamente; tal vez como se les huzgó por todos aquellos que quisieron aprovecharse de lo que habían hecho para apoderarse de sus frutos.
Cito a Fernando Benítez: Cortés era un visionario doblado de hombre práctico. En tres años de gobierno ilícito… logró establecer en sus líneas generales la sólida y peculiar estructura en que descansaría el virreinato.
