La revolución es un cambio drástico en alguna actividad del hombre. Llamamos revolución industrial, cuando la manera de producir cambió del artesano al uso de la máquina, lo que vino a cambiar el modo de relacionarse en las situación de trabajo. El artesano sucumbió y tomó su lugar la fábrica, que significó muchas cosas en la sociedad.
Otras revoluciones, como la francesa, vino también a cambiar las concepciones de lo que debería de ser la organización social. Dejó de pensarse que el poder venía de Dios que lo depositaba directamente en los príncipes. La idea de democracia afloró y la división de los poderes en tres, lo mismo. Con esto, las monarquías han ido sucumbiendo y han sido reemplazadas por sistemas democráticos con cámaras representativas que son las encargadas de elaborar las leyes que rigen a los pueblos.
Lo que en estos días estamos por festejar es la revolución mexicana y no dudo que muchos se preguntarán si la nuestra en realidad fue una revolución y si algo bueno se derivó de ella. De repente a la gente se le ocurren cosas, yo intento aclarar mi posición frente a este movimiento.
Para empezar, considero que hubo una revolución al existir un cambio que se refleja en una nueva constitución. La del cincuenta y siete es reemplazada por la del 17; drástico fue en lo que se refiere a la tenencia de la tierra, dejó de existir el latifundio para dar entrada al ejido. Por otro lado, el peón dejó de ser explotado al desaparecer la 'tienda de raya' y el obrero comenzó a tener legislaciones que le fueron más propicias. Hubo el derecho a Huelga y la seguridad social que antes no existía. En el transcurso del siglo veinte han existido otras novedades como el infonavit , el derecho a la educación gratuita y demás.
Los cambios están a la vista, nadie lo puede negar.
El problema con nuestra revolución es que no sentimos que se haya debido a un paso unitario, de un grupo de personas que propusieran una utopía a lograrse, fundamentada en una ideología, como el socialismo. Nuestra revolución, según mi manera de pensar, fue muy sui géneris, única en su tipo. Fue la amalgama de muchas proposiciones que al fin tuvieron que unificarse para lograr la paz en nuestra patria.
Como antecedente fue el anarquismo con Los Flores Magón.
La mecha detonante, fue la búsqueda de la democracia con Francisco I Madero.
Fluyó el problema de la tenencia de la tierra con el plan de Ayala.
Las ansias de recuperar la paz y el orden con el plan de Guadalupe y el Carrancismo.
El despegue cultural y social con Álvaro Obregón.
El intento de un socialismo con el General Cárdenas.
Curiosamente, entre estas facciones revolucionarias hubo rencillas y desencuentros, estiras y aflojas, se eliminaron los unos a los otros, pero a fin de cuentas, las proposiciones de todos han quedado reflejada en nuestra constitución, que unas veces da unos pasos hacia adelante y otras, parece volver atrás.
Pero esta es nuestra revolución, no tenemos otra, que se nos puede estar yendo de las manos si no nos proponemos a solucionar nuestros problemas. A fin de cuentas, cualquier utopía pretende vivir de mejor manera, ser felices y eso es lo que menos sentimos estar haciendo ahorita.
Cuando los gobiernos son testarudos y no escuchan la voz del pueblo, el sentir de las personas, y se alejan cada vez más de las bases, corren el peligro que los de abajo ya no lo soporten más y entonces prefieran hacer las cosas drásticas. Esto sucede cuando se sabe que ya no se tiene nada que perder, por haberlo perdido todo. Es cuando hay que tener cuidado.
No siempre se puede comer de palabras y de discursos.