La semana pasada me referí a la cultura como el programita que nos hace valorar los datos que obtenemos de la realidad y nos produce la visión del mundo que nos rodea y la propia visión de nuestro ser. La educación, por lo tanto, es la encargada de concluir la elaboración de dicho programa de tal manera que nuestra visión concuerde con la que tiene la sociedad que nos rodea y exista una armonía entre los objetivos individuales y los sociales.
El problema consiste en que el hombre no es una máquina; por lo tanto no se comporta tan dócil como su programador lo quisiera. En el hombre existe la libertad, por un lado, y la crítica, por el otro, que le permite valorar en un momento dado la información que se le proporciona para decidir si está de acuerdo o no con ella.
También tenemos que reconocer que nuestro programador no es perfecto; sobre todo en nuestros días, cuando ya es escandalosa la disonancia que existe entre lo que se predica y lo que se hace en la realidad.
Al individuo se le comienza a educar desde la familia. Luego vendrá la iglesia y la escuela quienes irán conformando las referencias paradigmáticas del individuo que lo relacionarán con la realidad. Si la familia falla, si la iglesia falla, y si la escuela o la sociedad que la mantiene falla, ya sabrán ustedes el caos que se suscita en la persona que por una parte se le presenta un deber ser que los mismos que se las enseñan lo corrompen mostrándole con la práctica que en la realidad no es ese deber ser.
La libertad, entonces, te permite poner en duda los parámetros adquiridos y rebelarte en contra de ellos, con la intención de conformar otros nuevos por considerar que te llevan de una mejor forma a conseguir el objetivo principal de todo hombre que es conseguir la felicidad.
En muchas etapas de la historia, se ha considerado a la educación peligrosa y se ha mantenido alejada de las personas; Así, la conciencia se intenta eliminar, como un modo de conseguir la explotación del hombre por el hombre. La educación lo que hace es acercarte a la información y valorarla; por lo menos, debería, y teniendo información aprecias de una mejor manera la realidad.
El programador insistirá en que los parámetros que el propone son el mejor camino para conseguir fines. ¿Qué fines? Eso es lo que está por verse.
En nuestros días, cuando los problemas sociales son tan complicados, no vemos que se esté consiguiendo ninguna felicidad, ni actual o futura, para el ser humano. Por el contrario, cada vez más, nos quieren conformar con menos, y las ilusiones que en un pasado nos forjamos, se van diluyendo una a una.
Como la panacea parece ser la globalización bajo la batuta de un estado poderoso como lo es nuestro vecino del norte, por ese camino nos han querido llevar en los últimos tiempos. La cultura del tener y del consumismo nos ha reducido a eso; a tasarnos por lo que poseemos o a mostrarnos que la única manera de conseguir la felicidad es irnos de compras.
Las religiones que conformaron los Estados Unidos han irrumpido en los países latinos para suplantar a la iglesia católica cuyas enseñanzas nos se llevan con la manera de pensar del liberalismo económico, y a través de ellas se reeduca a las personas para que se acoplen a los nuevos modos de producción y nos entre en la cabeza que el tiempo es dinero, o el tanto tienes, tanto vales. Nuestros sistemas educativos van por la misma senda, la de aceptar los modelos del imperio, ofreciéndole con complacencia lo que quieren de nosotros, el trabajo a bajo costo, tasado por la oferta y la demanda.
Nos han alejado del humanismo, de la reflexión que nos lleva a definir al hombre como algo más que tener o consumir. De aspirar a la justicia; que no necesariamente unos pocos tienen que poseer lo que en su vida habrán de agotar, para que los muchos carezcan de lo indispensable. Lo de los panes y los peces consistió en que quienes lo tenían lo ofrecieron a la comunidad y no viceversa, y así, sobró.
Pero bueno, mientras que siga existiendo la libertad y la crítica hay esperanza de que las cosas se perfeccionen: la posibilidad del surgimiento de nuevas utopías, lo único que puede salvar al mundo.