El año próximo será muy difícil para la economía global y por lo tanto para México. La típica estrategia macroeconómica mexicana desde hace más de una década, consistente en esperar a que Estados Unidos crezca para nosotros crecer, puede no servir.
Por una parte, la situación en la zona euro empeora. Por la otra, en EU la polarización entre demócratas y republicanos hace difícil anticipar un buen año. Hoy es un lugar común celebrar que el Banco Central Europeo (BCE) haya decidido, en contra del banco central alemán, el Bundesbank, hacer compras ilimitadas de bonos soberanos españoles e italianos con la intención de evitar un colapso, primero de España y luego probablemente de Italia.
Los que celebran ignoran, sin embargo, que con esta acción el BCE se mete aún más en un laberinto de alto riesgo para toda la zona y no sólo para su periferia. La escala del rescate que requiere solamente España, en donde la deuda pública ya tiene que contabilizarse como si absorbiera a gran parte de la deuda privada en manos de bancos, es un mal augurio para las limitadas finanzas alemanas.
En EU hay una situación menos desesperada que la europea, pero también preocupante. La Reserva Federal (el Fed), con todo y que tiene margen de maniobra financiera y legal mucho mayor que el BCE, también enfrenta límites para seguir ampliando sus compras de valores privados y con ello manteniendo el interés artificialmente bajo.
El Fed ha seguido esta estrategia en parte porque Roosevelt combatió la Gran Depresión con aumento de gasto público y a costa de altos déficits y el pensamiento dominante desde entonces dice que esto es lo que procede en condiciones de debilidad. Sin embargo, la expansión de gastos de Obama ya enfrenta furiosa oposición republicana, independientemente de que nadie sabe cómo se solventará la deuda pública de casi 100% de su producto nacional.
Ambas regiones, Europa y Estados Unidos, y ambos bancos centrales juegan con fuego. Es más, hacen que la caída de la confianza en cualquiera de ellos arrastre al otro a una nueva espiral depresiva.
Sin duda, el hilo más delgado se encuentra en Europa, en donde el voto de Alemania fue vencido por el de la mayoría de países miembros del euro, a quienes generosamente extendió el beneficio de una moneda común. Esto en gran medida para que el presidente Mitterrand, en los años 80, no objetara su reunificación tras la caída del Muro de Berlín. La objeción del Bundesbank es correcta porque el tratado monetario prohibe hacer rescates y al BCE le prohíbe financiar a gobiernos, lo que claramente hace al comprar los bonos soberanos. El BCE, en cambio, argumenta que los precios de bonos están demasiado castigados, por lo que las tasas de interés están en niveles exagerados y con ello hacen imposible la estabilización de las deudas de esas economías. Puede ser, pero es de dudarse que el BCE sepa cuáles son los precios y las tasas de interés correctos. Se confunde con frecuencia al BCE con un prestamista de última instancia, lo cual no es, como el Fed, pues no tiene a un departamento de tesoro nacional que lo apoye ilimitadamente con la recaudación. Tampoco lo permite su mandato. El rompimiento más próximo está en la pérdida de credibilidad del Banco, o bien en que en algún país la población no aguante el ajuste económico impuesto.
En estas aguas navega México. Nada pasará si el gobierno simplemente no hace nada en caso de un desplome externo. Sólo que no habría crecimiento y esto no le ganaría la aceptación buscada al nuevo gobierno.
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Economista