Introito: La primera intención fue escribir sobre la visita del Papa Benedicto XVI, pero prefiero esperarme a ver cuál va a ser la reacción del pueblo frente a ese acontecimiento, pues tengo para mí que no será como cuando nos visitaba Juan Pablo II. Creo que a Benedicto le falta carisma ante la gente y que no basta que sea solamente la cabeza de la Iglesia católica.
Además, me ofende toda la comercialización que se hace en torno a su figura. Inmediatamente aparecieron en los comercios la bonita fotografía, el llaverito, el pisapapel, la camiseta, las estampitas y todo lo que se pueda vender con la efigie del Papa. Ojalá y ello sirva para aliviar un poco las carencias de miles de familias mexicanas que viven en la pobreza.
Para colmo, ese acontecimiento y otros más, han hecho que me prive de la presencia semanal de mi amigo el sacerdote Jorge Silva, que por andar en esos trotes y desayunando con el Obispo de la diócesis, ha abandonado su misión pastoral con los que más lo necesitamos. El Papa y el Obispo, ya se salvaron sin duda y en cambio nosotros sus amigos estamos en riesgo de verle las patas a Satanás. Ojalá que pronto pueda dedicarnos un tiempo, como lo hacía antes.
Vamos a ver qué esperanzas deja esa visita, pues aunque es el nuestro un pueblo mayoritariamente católico, cada día son más las personas que se alejan de la iglesia o que se suman a otros credos, por considerar que la católica ha perdido su rumbo y continúa sin optar por los más pobres que es la mayoría de este país.
Por diversos motivos, he tenido que ir a la ciudad de Durango en diversas ocasiones durante los últimos años; y cada vez me sorprendo más con sus bellezas y atractivos.
Esta última vez acompañé a mi amigo Enrique, en busca de financiamiento para la publicación de un libro. Y aunque en otros momentos había paseado por su centro histórico, ahora me di tiempo nuevamente para visitar algunas novedades.
Me agrada la forma en que han embellecido su zona centro. Cómo han cerrado calles para convertirlas en paseos peatonales, con calles bien adoquinadas y sus iglesias y casonas coloniales perfectamente remodeladas.
Cuando me adentro en ellas no puedo dejar de pensar cómo habrá sido la vida en las mismas cuando estaban habitadas. Desde luego deben de haber contado con docenas de personas encargadas de su mantenimiento y de la atención de sus moradores.
Hay por ahí una llamada "El palacio de los Gurza", que seguramente habitaron los familiares de un buen amigo mío, pero ahora está convertida en dos museos bien montados: Uno, el del periodismo y otro el de la moneda.
En el del periodismo puede uno admirar desde las primitivas cámaras fotográficas, hasta linotipos y galeras con que se formaban las páginas de los periódicos.
Por cierto que en una de sus salas, se encuentra una fotografía de don Antonio de Juambelz, pero sin mayor identificación. Es decir, sólo es reconocible para quienes lo conocimos, pero nada se dice de su origen duranguense y su larga trayectoria periodística. Espero que eso no obedezca al hecho de que el museo parte de la historia del periódico El Sol de Durango, porque sería esa una razón inválida.
La colección de monedas que se exhibe en la parte superior de la majestuosa casona es amplia y muy completa, por lo que vale la pena verla con detenimiento. Tienen buenos guías que le van explicando a uno el contenido de todas las salas, así como con un café-bar, que aún no está en funcionamiento, pero que cuando abra sus puertas ofrecerá un servicio incomparable, por la vista y el lugar en que se ubica.
Durango es una de las ciudades coloniales más cercanas a Torreón, por lo que visitarla es obligado para quienes gustan de apreciar las joyas de esa época, incluidas sus iglesias monumentales, teatros y plazuelas que invitan sin duda a la paz y la reflexión.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".