Entre perversos y desprotegidos
Sin duda alguna, uno de los oscuros paisajes que el mundo actual vive es el maltrato en toda su expresión a los niños, víctimas de abusos de parte de una sociedad desquiciada, envuelta en una violencia acosadora sobre los más desprotegidos. Niños algunos que desde temprana edad ven el lado perverso de los adultos, en una nación desahuciada y cuyo epitafio temprano se colapsa entre corrupción, injusticia, deshonestidad y deshumanización.
Las estructuras de nuestro sistema social, político y sobre todo de justicia son endebles cuando de niños se trata. Tratándose del maltrato o las violaciones a la ley del trabajo, nuestras ‘incorruptas’ autoridades son cobardes, con el síndrome de avestruz.
Tenemos el caso de la región carbonífera de Coahuila, con la explotación de infantes que desde temprana edad se convierten en topos, escarbando en las tripas de la tierra para que los monopolios del carbón y las distintas fundidoras o las termoeléctricas funcionen. Alguien se llena los bolsillos de dinero y nadie mueve un dedo, incluyendo a Derechos Humanos y al mismo IMSS, tan celoso de sus cuotas.
Lo mismo pasa en los campos de cultivo y cosecha en Sinaloa, Sonora, Coahuila, Guanajuato y otros estados en donde enganchadores esclavizan a miles de niños y sus familias, en las narices de los luchadores sociales, de la llamada izquierda e incluyendo a los impartidores de justicia; lo peor: estos niños trabajan ingratas y largas jornadas entre insecticidas, plaguicidas, herbicidas en el agua o foliares.
Alguien miente, la SEP, la sociedad o el mismo gobierno en su círculo dantesco se devuelven la bolita, cuando se habla del artículo Tercero de la carta magna, acerca de que la educación es laica. Es una vil mentira para comenzar, más ahora con la apertura del artículo 24. Pero bueno, gratuita: otro sofisma más, sólo hay que preguntar a los padres de familia de cualquier escuela pública lo que cuesta la inscripción y lo que vale un diploma o ya no se diga título. Y, obligatoria ¿para quién? ¿El gobierno, el niño, el padre o el profesor? Esa es la mentira más grande. Si la educación es obligatoria, qué hacen los niños en las esquinas limpiando vidrios, en los semáforos haciéndola de de tragafuegos, payasitos, malabaristas; o cuidando coches, o de franeleros afuera de antros y restaurantes. Ahí muere el estado de derecho tan pregonado por la ilustre clase política, cuyos miembros a cada rato juran ante la bandera y hasta besan la Constitución cuando brincan de un puesto a otro.
Dos historias de la vida real. Una noche de 2004 en el Festival Cervantino se celebraba una gran obra de teatro, a la cual asistió lo más granado de la sociedad, incluyendo a personalidades internacionales. A 150 metros de la euforia artística, en el estacionamiento, se desarrolló un drama. Una señora de 52 años que aparentaba tener 70, ofrecía para servicios de sexo a su hija de 13. Ambas fueron llevadas a la autoridad y lo que dijo la señora fue para dejar helado a cualquiera. “La ofrezco porque estoy vieja y ya no sirvo para hacer el sexo, mi hija para eso está”. Confesó que cobraba entre 150 y 200 pesos, que en lugares de ‘gente bien’ era donde le salían los mejores clientes, y que ella no era la única, ya que conocía a otras familias con hijas de 12 a 14 años que hacían lo mismo.
El otro. Señora ‘respetable’, profesionista divorciada y con asomo de tabaquismo delirante, recurre a diversos hospitales, clínicas y centros médicos a altas horas de la noche. Nadie presta atención al niño de 14 meses de edad, que la señora carga sin soltar su cigarrillo. El pañal sucio es lo único que trae como ropaje, las piernitas y glúteos muestran verdugones color violeta, quemaduras de cigarro en espalda y hombros, tres deditos de la mano derecha desarticulados. El bebé ya no llora, sólo emana un leve quejido y sus ojitos llenos de lágrimas miran con el dolor interno y la impotencia ante la tortura que le espera si sigue llorando. Es el amante de la mujer quien desde hace tiempo lo tortura, porque llora o por cualquier motivo. Lo peor está por venir. Sucede ante la Agencia del Ministerio Público, a donde acude por insistencia de los doctores del ISSSTE que al fin se dignaron a atenderlo, con la condición de que ponga la denuncia: tal denuncia no procede porque el agresor es abogado, casi jefe de algunos ministerios públicos (padrino). Esto sucedió en Pachuca, Hidalgo en este año de gracia del Señor, 2012.
Las dos notas anteriores llegaron hasta las más altas esferas de nuestras ‘incorruptas’ autoridades, pero no pasaron de ser simples estadísticas, gráficas y declaraciones bofas como las que cada día escuchamos por parte de la llamada ‘casta divina’, es decir los políticos que nos gobiernan.
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