La deuda de Coahuila se ha convertido en un tema recurrente debido a la naturaleza misma de la cuestión, habida cuenta de que mientras los ciudadanos no conozcamos el destino de los recursos y el fraude permanezca impune, la herida seguirá abierta.
Lo anterior con mayor razón, porque mes a mes el pago de los intereses a los bancos que financian el megaadeudo, constituye una sangría constante que seca los recursos de la hacienda pública y de los bolsillos de los coahuilenses, y priva al futuro colectivo de cualquier visión o proyecto.
De nada sirvieron los intentos en aras de convencer a los ciudadanos de la pertinencia y bondades de la deuda, bajo el argumento inicial según el cual "las obras están a la vista...", los esfuerzos por asegurar que "la deuda es manejable..." se estrellaron en una terca realidad y tampoco ha resultado el consuelo de comparar la deuda de Coahuila con la de otras entidades federativas, tratando de hacer valer el principio inconfesado según el cual, "mal de muchos...".
La publicación recurrente de las deudas de otros estados, pretenden convencer que existen otras deudas incluso mayores que la nuestra. Es cierto que la deuda de Coahuila no es la única, pero sí es la mayor por habitante, cuatro veces superior per cápita, que el promedio de las deudas de los demás Estados de la República.
Lo peor es que como decían los padres de familia de otros tiempos, "cada problema económico viene acompañado de un problema moral" y en este caso la crisis económica está precedida de de una crisis política, que se sintetiza en el poder autocrático de los Moreira, que culmina en una increíble sucesión entre hermanos consanguíneos, construida sobre las ruinas del tejido social e institucional de Coahuila.
Hoy día el debate político se centra en el acuerdo o desacuerdo que pueda privar entre los hermanos, como si en ello se agotara en horizonte de la entidad. La realidad es que ambos Moreira responden a un mismo proyecto político y el hecho de que culmine en un pleito cortesano y un conflicto de sangre, al estilo de la época del Renacimiento, sólo confirma el anacronismo.
Pareciera que no existe una sociedad civil dispuesta y capaz de reconstruir la estructura de poder desde la base; pareciera que no existen partidos políticos, instituciones académicas, iglesias, organismos empresariales o gremiales; pareciera que nuestras minorías selectas carecieran de vocación, talento y tamaños para dirigir a la comunidad en su conjunto, hacia el objetivo de tomar su propio futuro entre sus manos.
El Estado está en manos de Heriberto Fuentes Canales, un encargado del despacho desde la Secretaría de Gobierno, que opera la contratación de un nuevo empréstito dizque para refinanciar la deuda, pero sin explicar qué monto ni qué parte del adeudo se va a refinanciar, ni qué tasa de interés se va a pagar, y en medio de tal incertidumbre, frente al reclamo ciudadano al respecto, llega al absurdo de pedir al pueblo que "tenga confianza...". ¡Para Ripley!
La evasión física del gobernador Rubén Moreira y la reaparición desconcertante de su hermano Humberto perdido en un laberinto que se advierte mezcla de dolor, cinismo y desesperación, lejos de transmitir el mensaje de que "no pasa nada", revela que los hermanos están atrapados en las ruinas institucionales y financieras provocadas por ellos mismos.
La única catarsis colectiva capaz de solucionar este ominoso panorama y cerrar la herida con el tiempo, consiste en lo que los ciudadanos han venido pidiendo desde hace un año: Rendición de cuentas, reparación del daño y castigo a los responsables.