Fue un debate rudo, tenso y entretenido. Por momentos los dos polemistas parecía que terminarían trenzados y dándose de golpes como si estuvieran en un ring de boxeo.
Más que declarar a un ganador y a un perdedor, lo más importante del segundo debate entre los candidatos presidenciales de Estados Unidos fue que expresaron con franqueza, apertura e incluso coraje lo que tenían que decirse sin tapujos ni contemplaciones.
Sí hubo errores y resbalones por ambas partes, por ejemplo el republicano Mitt Romney se refirió a los indocumentados con el término "ilegal" que desde hace tiempo se considera políticamente incorrecto además de que abordó el tema de manera insensible.
El presidente Barack Obama, por su parte, se burló en varias ocasiones de Romney por su fama de millonario y luego defendió a la organización Planned Parenthood que ha sido muy cuestionada por su abierto respaldo al aborto y a otras prácticas en contra de la vida.
El segundo debate que alcanzó una audiencia de 65 millones de televidentes, refrendó el espíritu democrático y de libertades políticas que se vive en Estados Unidos. A diferencia de lo que pasa en Venezuela, Cuba e incluso México, en el vecino país no se sabe quién ganará la elección ni tampoco existen dudas sobre la legalidad de la misma.
En el foro con 82 ciudadanos indecisos, Obama y Romney discutieron entre iguales, sin exagerados protocolos ni posturas acartonadas. En varias ocasiones Romney presionó a Obama a que respondiera a sus preguntas, lo que no resulta común cuando se trata del presidente en funciones que no es poca cosa.
Obama tuvo que tragarse varios comentarios agresivos del exgobernador de Massachusetts y concretarse a apretar las mandíbulas en señal de enojo. Pero lo mismo sucedió con Romney cuando un vehemente Obama lo puso en su lugar al recordar el cierre de una planta de carbón cuando gobernaba su estado.
Romney ganó de calle el debate en los temas de economía y empleo en donde el actual presidente muy poco puede decir. De nueva cuenta el aspirante republicano mencionó que son 23 millones de norteamericanos los que no pueden encontrar un trabajo estable debido a las políticas erráticas del actual gobierno.
Citó además que el número de personas que reciben estampillas para comida ascendió a 47 millones al tiempo que la economía se mantiene estancada luego de cuatro años de fallidos intentos del régimen demócrata.
Obama tuvo su mejor parte al señalar que cumplió varias de sus promesas, entre ellas detener la guerra de Irak, lanzar un nuevo plan de salud, desarticular al terrorismo con la muerte de Osama bin Laden y defender la equidad de género a nivel nacional.
El momento más complicado para ambos fue al abordar el tema de inmigración. Romney habló de ilegales, autodeportación y de ofrecer opciones permitidas por la ley para quienes deseen venir a Estados Unidos, pero sin concretar medidas específicas.
Obama a su vez reconoció que no pudo lanzar una nueva ley migratoria, pero presumió el incremento de agentes fronterizos y el desplome en el número de indocumentados arrestados al cruzar. Habló de las acciones que tomó su gobierno a favor de los jóvenes que fueron traídos a este país por sus padres sin papeles migratorios.
Obama recuperó el terreno perdido luego de su pobre desempeño durante el primer debate, pero tampoco puede afirmarse que logró una sonora victoria como expresan algunos analistas.
A Romney le faltó la contundencia de la que hizo gala en el encuentro anterior, pero demostró que tiene el carácter, las agallas y la astucia para llegar a la Casa Blanca en momentos cuando sus posibilidades parecían alejarse remotamente.
El tercer y último debate se centrará en temas de política exterior y se llevará a cabo en Boca Raton, Florida, el próximo lunes por la noche. No tendrá la participación abierta de ciudadanos como este segundo debate, pero seguramente veremos de nuevo una sólida e intensa discusión de ideas.
El lunes sabremos si se define la contienda presidencial o si habrá que esperar a la noche del martes 6 de noviembre.
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