Benedicto XVI en México

‘Es Dios que mueve todo’

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Cortesía am.com.mx

Por Néstor Galindo.

Gerardo Arias no puede hablar con los hombres, sus problemas innatos de rigidez muscular se lo impiden. Pero su corazón, ese que late desde hace nueve años y se expresa en su sonrisa, ese puede comunicarse con Dios.

Es un niño tan especial como para que Benedicto XVI le dedique un saludo, una bendición, un empujón para seguir luchando. En los brazos de su padre, también llamado Gerardo, el pequeño sonríe y luego se asusta cuando miles lo ovacionan.

Llegó a las 12 y media a las afueras del colegio Miraflores. Su papá lo empujó en una carreola, pues la excesiva rigidez no le permite caminar, ni articular las palabras correctamente. Pudo entrar ahí, al bulevar López Sanabria, pues su hermana menor estudia en la primaria del Colegio.

“Llegamos con la fe de que (Benedicto XVI) le dé la bendición para que nos haga el milagro y Gerardo camine, es lo que te mueve siempre”, narra su padre.

Unos minutos después de las dos de la tarde, empleados del Miraflores y del Episcopado notan al niño en su carreola y lo dejan entrar a una zona especial, a cinco metros de la puerta por la que el Santo Padre entrará a su hogar leonés.

Pero el sistema de seguridad sólo le permitió a su familia entrar con un jugo y ni un liquido o alimento más. Es entonces cuando los milagros comienzan a aparecer.

“Alguien, de pronto, nos empieza a dar bolsas con agua, luego comparto una bolsa con dos señoras y, mientras Gerardo con su juguito, feliz; ni ganas de ir al baño le dieron, todo se da”, añade su papá.

“Me pongo a pensar en toda la gente que está con nosotros y es gente muy buena, somos más lo buenos que los malos. Este país tiene que cambiar y este es el ejemplo de que podemos”. Sus palabras son empujadas por la misma fe del pequeño.

Esa fe movió todo lo necesario para que el Papa, quien llegó al Miraflores a las siete y media, se detuviera unos segundos frente a ellos. El Santo Padre lo vio, acarició y bendijo. Momentos eternos que iluminan a miles y a uno solo al mismo tiempo.

“Como padre de un niño que tiene un problema así, estás colgado de Dios, porque sin Él no llegas, no haces nada”, acepta Gerardo minutos después del emotivo encuentro de ayer.

“Son ‘Diocidencias’, el que se conjugue que su hermana está en el Colegio, el que lleguemos con tiempo para que alguien vea al pequeño y lo deje entrar a una zona especial y que luego el Papa le dedique unos segundos… si lo planeas, no sale, es Dios el que mueve todo”.

Para entonces el bullicio se ha ido. Benedicto XVI descansa y Gerardo empuja a su hijo con la misma fuerza que lo reunió con el Papa. Una fuerza tan invisible como comprobable. Todo se conjugó y es imposible que sea el azar.

Hay júbilo en el Miraflores

Un total de 3 mil 500 personas de la comunidad académica del Colegio Miraflores, recibieron a las afueras de la institución a su Santidad Benedicto XVI.

La zona que comprende el bulevar López Sanabria en el tramo que va del Campestre y el Juan Alonso de Torres, estuvo custodiada por 300 elementos del Estado Mayor Presidencial, y un númeno no confirmado de miembros del Ejército Nacional Mexicano.

El arribo del Santo Padre a la escuela se dio a las 7:30 de la noche.

Joseph Ratzinger asistió acompañado del Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario del Estado Vaticano, y los Cardenales mexicanos Norberto Rivera Carrera y Juan Sandoval Iníguez, Arzobispos de la Ciudad de México y Guadalajara, respectivamente.

A la entrada de la Casa de la congregación de las Esclavas de la Santísima Eucaristía, se encontraba un grupo de padres de familia del Colegio Miraflores) con niños que padecen algún tipo de capacidad diferente, quienes le dieron la bienvenida al Santo Padre.

Luego de bendecir a cada uno de los pequeños y a los padres de familia, Benedicto XVI ingresó a su residencia leonesa, no sin antes saludar a los fieles católicos que le dieron la bienvenida, tras el recorrido de 10 mil 267 kilómetros que realizó del Aeropuerto Da Vinci en Roma, al Aeropuero Internacional de Silao.

Testimonios. Tiene una gran bienvenida

Padres de familia del Colegio Miraflores que tienen hijos con capacidades diferentes, dieron la bienvenida a Benedicto XVI. Ellos fueron Dariush Moetamedi y su mamá Gisela Nava; Dora Vázquez y su hijo Elías Villegas Vázquez, joven de 20 años lesionado en un accidente en motocicleta; Gerardo Arias, niño con espasticidad y su papá Gerardo Arias; así como Lourdes Sánchez Herrera y Fátima Segoviano, de 10 años, que padece parálisis cerebral.

Tres milagros

Para la familia Sánchez Segoviano la vida ya no volverá a ser la misma, ahora que han recibido la bendición del Papa.

Lourdes Segoviano Herrera y su hija Fátima Segoviano, fueron parte del grupo de padres de familia que recibieron al Papa.

“Lulis”, como la conocen todos, es maestra y psicóloga de los estudiantes del colegio.

Junto a su esposo Santiago Segoviano recuerda que hace 10 años les dieron la noticia de que iban a ser papás por partida triple.

Seis meses después la emoción se convirtió en preocupación pues el embarazo tuvo complicaciones y las bebés nacieron prematuras.

Begoña nació pesando 500 gramos, Regina pesó 800 y Fátima un kilo.

A pesar de ser la bebé que nació con más peso, Fátima tenía un transtorno que posteriormente limitaría su desarrollo, pero no el cariño de su familia.

“Las tres tienen 10 años, las tres fueron prematuras y las tres son un milagro”, aseguró su mamá, quien con las trillizas, su esposo y su hijo Santiago, recibieron al Papa.

‘Ya sucedió’

Elías Villegas Vázquez fue uno de los afortunados jóvenes que recibieron la bendición papal, aunque tal vez no alcanza a comprender la magnitud del evento, el joven sin duda se cimbró de la emoción en el momento en el Benedicto XVI tocó su cabeza y lo bendijo.

Éste joven de 20 años de edad padece desde hace 3 años y medio paralisis cerebral, ocasionada por un severo golpe que sufrió cuando tuvo un accidente en motocicleta a los 17 años.

Ahora su familia sólo espera un milagro. Luego de muchos tratamientos y opiniones médicas todas coinciden en lo mismo: nada se puede hacer.

Para su mamá Dora María Vázquez Padilla las posibilidades de su hijo no se quedan ahí, ella tiene esperanza.

“Yo pido un milagro, se lo pedí al Papa cuando besé su anillo y tocó a mi hijo, puso sus manos en su cabeza y le dije que era lo que más deseaba en este mundo, yo se que va a suceder algo grandioso”.

“Hemos hecho muchas cosas pero los doctores nos dicen que está mal, que así va a quedar, buscamos un milagro divino y creo que ya sucedió”, aseguró profundamente emocionada la señora.

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