Tradición. Los lotes baldíos son, quizá, el lugar preferido para arrojar escombros. Se hace en cualquier rumbo de la ciudad.
Aunque existen varios terrenos de la capital del estado destinados al confinamiento de escombro, muchos ciudadanos siguen optando por la vía fácil: tirarlo en el lugar más solitario que se encuentren.
El problema se agudiza, según lo observado en un recorrido realizado por El Siglo de Durango, en los alrededores de las vías del Ferrocarril.
Zonas aledañas a los fraccionamientos Jardines de Durango o La Forestal, muestran una espesa vegetación en la infraestructura ferroviaria cercana. Y debajo, semiescondidos, los desechos generados por trabajos de construcción.
El mismo caso se presenta en la periferia, al ser las vías un punto de fácil acceso para vehículos particulares.
Pero también son víctimas otras zonas, como la orilla de avenidas poco circuladas o carreteras, donde arrojan desde un costal hasta una carga completa del desperdicio.
El problema también se detectó en espacios que están en vísperas de edificarse como zonas habitacionales; la parte posterior del fraccionamiento California o Las Bugambilias.
Y es que los propietarios de los terrenos, en el caso de los privados, han descuidado medidas como la colocación de mallas; en el caso de la vía pública, la falta de seguridad agudiza el problema.
El hecho es que, aunque esté prohibido, prevalece la impunidad en cuando a escombro se refiere: casi todos lo tiran en donde pueden y no donde deben.
