Estudiar o no, ¿quién decide?
La mejor forma de acompañar a los hijos es aquella que incluye una preparación para la vida. Parte de ésta abarca aprender a distinguir a quién le corresponde decidir si estudian o no: ¿a ellos, o a sus padres?
En nuestro país es habitual escuchar a padres de familia que externan orgullo porque alguno de sus hijos concluyó la formación universitaria. A la par, otros tantos se muestran consternados o indiferentes (la reacción varía), al anunciar que el adolescente de la casa no quiso inscribirse a una carrera o bien la inició pero ha desertado. Incluso muchos viven esa situación antes, cuando los descendientes se reúsan a ingresar al bachillerato o lo abandonan. Las opiniones son encontradas. Algunos piensan que los progenitores no deben intervenir en si sus vástagos estudian o no. Otros, que les corresponde poner ‘mano dura’ a fin de que acudan a la escuela, obligándolos si es necesario. ¿Quién tiene la razón?
Toda manifestación conductual en los seres vivos, diferenciada del instinto y del reflejo, implica un proceso de decisión que tiene a la calidad de vida como referente principal. En el caso del animal humano, dicha calidad incluye tanto la preparación académica como el trabajo, actividades que conservan un estrecho vínculo durante la mayor parte de la existencia, comenzando en la niñez y terminando en la experiencia del adulto mayor.
DESDE LA FAMILIA
La elección de cursar o no la instrucción suficiente para obtener un título profesional tiene como antecedente que las personas concluyan la educación elemental. Aquí se aprecian dos datos estadísticos importantes: la deserción, entendida como “el abandono de las actividades escolares antes de concluir algún grado educativo”; y la eficiencia terminal, la cual señala al alumnado “que finaliza un nivel educativo de manera regular”. Para darnos una idea de qué tantos jóvenes llegan siquiera al escalón universitario, podemos tomar como referencia que Coahuila y Durango presentan índices de deserción que van del 0.2 y 0.7 por ciento en primaria, al 17 y 19.2 en preparatoria, respectivamente. Las cifras nos acercan a la realidad y presentan el reto de apoyar a la niñez y juventud en su trayectoria académica.
Dos causas principales de la deserción escolar en México han sido identificadas (Navarro, 2001). Ellas son: la decisión personal de quien no quiso o a quien no le gustó estudiar, y la imposibilidad económica sea por falta de dinero o porque la persona se vio obligada a trabajar. Ambas razones están directamente relacionadas con el estudiante y su familia, en especial con sus padres.
El fenómeno hace crisis en la transición de la primaria a la secundaria y se agrava en la preparatoria, avance que coincide con el desarrollo personal del alumno, que pasa de niño a adolescente y después a joven adulto. Y con el cambio que necesita suceder en los padres, para modificar gradualmente el acompañamiento durante las etapas mencionadas. Una resolución tan importante requiere del aporte de ambas partes, protagonistas con roles específicos, y cuya diferenciación es indispensable para alcanzar un buen acuerdo.
El poder para decidir del hijo y sus progenitores tiene una relación inversa: a menor edad del primero, más poder y responsabilidad de los segundos; a mayor edad de él, menos poder y responsabilidad para ellos. Así, la elección sobre la permanencia en la escuela secundaria radica fundamentalmente en los padres; durante la preparatoria, en ambos; tratándose de la universidad, recae principalmente en los jóvenes.
En los tres escenarios, y reconociendo la diferencia en el balance, es aconsejable la participación activa de las dos partes y el logro de un consenso, el acuerdo unánime que pasa por la expresión de propuestas, la explicación de motivos y la negociación ‘en frío’.
La intervención de los adultos se enriquece con datos actualizados acerca de la importancia de estudiar como factor para la movilidad social ascendente de los hijos (en términos de nivel educativo y de ingreso dentro de la escala socioeconómica), con el reconocimiento de la capacidad económica familiar y la opinión que se funda en la experiencia que los años les han dado.
En cuanto a los hijos, una actitud de apertura concretada en la escucha fortalece el cimiento para construir una determinación firme; mientras que la investigación clarifica las opciones tanto académicas como financieras y la identificación de aquello que entusiasma: esa actividad futura en la que se visualizan durante el resto de su vida.
UN ENSAYO EN SERIO
La adolescencia es una etapa de transición, caracterizada en nuestro tiempo por la experiencia de tomar decisiones importantes sin recibir el peso completo de las consecuencias. De ahí la recomendación de respetar el ascenso de la responsabilidad del joven sin perder el acompañamiento de sus padres. Se trata del paso de la imposición, que suele funcionar con los niños, a la exposición, la forma adulta de relación con cualquier otro, miembro o no de la familia.
Forzar el proceso a través de la rígida obligación del estudio o de la elección de la carrera ‘ideal’ (en opinión de los progenitores), produce un excesivo gasto de recursos y disminuye las probabilidades de éxito. Incluso cuando los adultos ‘tienen la razón’, la cuestión es tan delicada y trascendente que bien vale la pena aceptar una ‘equivocación’ en el muchacho. Así ellos quedarán libres de una terrible carga permanente por asumir la responsabilidad ajena y él asumirá lo propio, con la convicción de que recabó la evidencia suficiente para encontrar su camino. “Se los dije” es una expresión que sintetiza la condena filial ante la imposición del poder materno-paterno. “Se los agradezco”, lo es de la satisfacción por el ejercicio de la autoridad en todos.
Una opción irrenunciable se encuentra en el trabajo, con o sin estudio. Es una bendición cuando aparece como variable que enriquece el proceso para decidir en el adolescente, al ponerlo cara a cara con el costo de la vida digna y con el esfuerzo necesario para conseguir pagarlo. Así toma su vida en sus manos.
Correo-e: juanmanuel.torres@iberotorreon.edu.mx
Fuentes: Perspectiva estadística. Coahuila (INEGI, 2011); Perspectiva estadística. Durango (INEGI, 2011); Marginación escolar en los jóvenes. Aproximación a las causas de abandono, Navarro, N. L. (Notas. Revista de información y análisis, 2001).
Mala cosa es tener un lobo cogido por las orejas, pues no sabes cómo soltarlo ni cómo continuar aguantándolo.
Publio Terencio Afer, autor cómico latino (195-159 a. C.)
El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va.
Antoine de Saint-Exupéry, escritor francés (1900-1944)
El hombre que pretende verlo todo con claridad antes de decidir, nunca decide.
Henry F. Amiel, escritor suizo (1821-1881)