Cuando recién empecé la carrera de medicina leí, entre tantos asertos médicos y morales, la siguiente idea: "El derecho a la salud es un bien universal porque afecta a la dignidad de las personas".
La oración es contundente. Las declaraciones, en el mismo sentido, de la mayoría de los ejecutivos en salud de la Organización Mundial de la Salud, y de la casi totalidad de los ministros de Salud del orbe, son también contundentes. La repiten ad náuseam, la explican hasta producir asco y sólo cesan cuando ellos mismos vomitan por mentir ad náuseam. El párrafo que ahora cierro viene a colación por dos razones. Primera: algunos médicos transmutados en políticos producen una sensación similar a la náusea. Segunda: en este mundo tan dispar, la salud es el factor de mayor peso para inscribirse o no en el torrente de la vida. ¿Es lícito alquilarse o vender porciones del cuerpo para sobrevivir?
El derecho a la salud es un bien universal incumplido. Salvo por algunos países europeos, sobre todo los nórdicos, y otros como Australia o Canadá, donde los gobiernos privilegian la atención médica, en otras naciones algunas personas venden sus órganos o alquilan sus úteros para mantener a los suyos. En el bazar de la inequidad es fácil conseguir riñones, córneas, pulmones e incluso hígados; en otros bazares se alquilan úteros para procrear hijos ajenos.
La pregunta fundamental en relación a esas prácticas proviene de la ética, filosofía en desuso, que aglutina dentro de sus quehaceres palabras como derecho, salud, dignidad y persona. Las ecuaciones y preguntas emanadas a partir de las interacciones entre el universo derecho, salud, dignidad y persona son múltiples. La ética médica se ocupa de ese entramado y cuestiona. Expongo tres ejemplos.
Desde hace muchos años algunos europeos viajan a India o Turquía en busca de los órganos indispensables para vivir, y, por extensión, para mejorar su salud. Es decir, para retomar la vida. Si la enfermedad modifica a la persona, su dignidad se deteriora o se pierde. Quienes compran una o dos córneas en India recuperan su vista. A partir de la cirugía restablecen su capacidad de trabajar y relacionarse, de juzgar y reinscribirse en la vida, es decir, de regresar a la persona que eran. Quienes compran un riñón en Turquía, al obviar la diálisis, utilizan el tiempo dedicado a procedimientos médicos para invertirlo en otros oficios, ya sean laborales o hedonistas.
Quienes venden una córnea pierden la visión de un ojo a cambio de algunos euros. El dinero, nunca "suficiente" ni "justo", sirve para mantener a la familia, y con frecuencia para costear enfermedades propias o para saldar deudas impagables. Las comillas en las palabras "suficiente" y "justo" denotan la imposibilidad de la realidad: ¿cuánto es suficiente y cuánto es justo cuando se trata de un ojo? Quienes venden un riñón no suelen sufrir consecuencias, a menos que durante la cirugía, o tiempo después, sobrevengan complicaciones, nunca cubiertas ni estipuladas en las pláticas entre comprador, equipo médico y vendedor. En los ejemplos previos figura central es el médico. ¿Es ético su proceder?; aunque sean totalmente diferentes las razones, ¿es ético efectuar ese tipo de cirugías en beneficio del receptor y el donador?, y, tomando en cuenta la complejidad de los casos, ¿es correcto cobrar por esos procedimientos?
Paralelo a la venta y el tráfico de órganos, la prensa ha informado acerca del alquiler de úteros, sobre todo en India (en Estados Unidos el arrendamiento de úteros está sujeto a otra dinámica). En India, la joven, pobre entre los pobres, es reclutada, alimentada y (casi) encerrada durante la gestación. La mujer es contratada por parejas europeas incapaces de embarazar. La gestante, cuando pare, entrega a su hijo y recibe dinero; a partir de ese momento vivirá siempre agobiada y, pienso, atormentada. Ganan los nuevos padres y la dueña de la casa de alquiler.
Tres ejemplos dentro de una amplia gama de bretes éticos-humanos-médicos. "El derecho a la salud es un bien universal porque afecta a la dignidad de las personas", es una idea cierta. Nunca se cumplirá. Son palabras solamente. Cumplir con esa idea sería uno de los mejores "sueños éticos".
La crudeza del entorno mundial es infinita. La pobreza en ascenso, aunada a la rapacidad y estulticia de la mayoría de los políticos engloba y acaba con todo. Tres ejemplos son suficientes para ilustrar algunas razones por las cuáles la salud es el factor fundamental para figurar con dignidad en el mapamundi.
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