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Fellini: circo, amor y arrabal

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Fellini: circo, amor y arrabal

Fellini: circo, amor y arrabal

Fernando Ramírez Guzmán

“Me encanta Fellini. Pertenece a otro tiempo y tiene una visión italiana de la vida, pero sus películas tienen algo. [...] Son tan mágicas y líricas, tan sorprendentes e imaginativas. Ese tipo era único. Si no existieran sus filmes faltaría una gran parte de la industria cinematográfica. No existe nada como él”. David Lynch.

De una u otra forma Italia ha estado presente en la historia del séptimo arte desde sus prolegómenos. Científicos y artistas italianos de la época del Renacimiento volvieron realidad la llamada ‘cámara oscura’, artilugio óptico que permite obtener la proyección plana de una imagen externa sobre la zona interior de su superficie, imaginada y garabateada previamente por Leonardo da Vinci, y convertida en objeto de uso práctico para dibujantes y grabadores por Giovanni Battista della Porta a finales del siglo XVI.

Al llegar al año de 1925 inició la fuga de creadores y técnicos italianos, quienes se exiliaron en busca de mejores contextos económicos para desarrollar sus capacidades; por otro lado, la ruina provocada por la guerra y la presión de los productos de la cinematografía norteamericana, provocarían un colapso casi total. No obstante, la producción no se detuvo en su totalidad y al asumir el poder el nuevo régimen, el cine fascista, de planteamiento ideológico erróneo y de aliento propagandístico, tuvo a bien rodearse de talento literario de figuras como Gabrielle d’Annunzio y de emprender un esquema de concentración de esfuerzos acompañada de una planificación inteligente. A pesar de esta situación el cine en algo pudo eludir los estrechos márgenes que ofrecía la ideología fascista y funda primero el Centro Sperimentale della Cinematografia, en 1935. En este lugar, aunque auspiciado por el poder en turno, surgiría una teoría cinematográfica muy definida y de una inspiración progresista ubicada al lado opuesto al régimen que la había creado. Dos años más tarde, se inaugura el Cinecittà, el mayor y mejor complejo internacional para la producción de películas, sin tomar en cuenta a Hollywood, al que se tenía la esperanza de destronar.

El 14 de marzo de 1943, ante el avance del ejército aliado y las protestas de la población civil por los bombardeos aéreos norteamericanos, Roma fue declarada ‘ciudad abierta’, evitando de esta manera ataques inútiles contra sus habitantes o poner en grave riesgo el patrimonio artístico y cultural de la capital italiana. Fue precisamente con la cinta Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta, Roberto Rossellini, 1945) que el neorrealismo y el cine italiano se impusieron en todo el mundo. Con este filme se inauguró una serie de grandes obras deslumbrantes y francas por cuanto buscaban la realidad de una Italia postrada y abatida. Se dice que el guión prácticamente le había sido dictado a Rossellini por un jefe de la Resistencia. Para darle forma, contó con el apoyo de un joven periodista: Federico Fellini.

¿LA VITA É BELLA?

Nacido en Rimini, Italia, en 1920, Federico Fellini estudió la primaria en la escuela del asilo San Vincenzo. Sus primeras grandes aficiones, además del cine, fueron el dibujo y la caricatura.

A los 17 años y luego de estudiar en el Liceo Clásico Giulio Cesare, Fellini publicó sus primeras caricaturas y tiempo después colaboró en el semanario La Domenica del Corriere y en el periódico florentino Il 420, en donde además difundía relatos y dibujos bajo el pseudónimo de Fellas.

En 1939, en compañía de su madre y de su hermana, viajó a Roma y se estableció ahí, y poco a poco cobró notoriedad principalmente entre lectores jóvenes, gracias a los relatos y viñetas que se incluían en la revista Marc’Aurelio. En esa época, el oriundo de Rimini comenzó a relacionarse con gente del ámbito del espectáculo de variedades y escribió rutinas (monólogos) para el popular cómico Aldo Fabrizi. También incursionó en la radio.

Fellini se abriría paso en el cine inicialmente como guionista de las películas de Fabrizi, aunque su primera experiencia fue en la cinta El pirata soy yo (Il pirata sono io!, Mario Mattoli, 1940).

Durante el mismo periodo conoció al guionista Tullio Pinelli y al exquisito músico Nino Rota, con quienes trabajaría más adelante en varios filmes, y al director Roberto Rossellini, de quien se convierte en amigo íntimo.

Luces de variedad (Luci del varietà, 1950), dubitativa historia sobre un grupo de artistas teatrales que viajan de pueblo en pueblo, sería la ópera prima de Federico Fellini en coautoría con Alberto Lattuada. En El jeque blanco (Lo sceicco bianco, 1952) acudió a su afición a las historietas para trazar una balbuceante trama de amor entre una asidua lectora de tiras cómicas y un héroe de segundo nivel salido de una de ellas.

En Los inútiles (I vitelloni, 1953) se puede apreciar una fotografía más sugerente y una depurada composición estilística en su conjunto, en un argumento de inspiración chejoviana sobre un grupo de adolescentes burgueses que vagan por las calles y pasan el tiempo en actividades frívolas. Ese mismo año, Fellini participó en el colectivo Amor en la ciudad (L’amore in città, 1953), firmada al mismo tiempo por Maselli, Antonioni, Lattuada, Lizzani y Risi, sobre diversos aspectos del amor, sus condicionamientos, sus circunstancias y sus derrotas. La cinta es considerada por muchos como la carta de defunción del neorrealismo.

LA DOLCE VITA

El también director de La ciudad de las mujeres (La città delle done, 1980) consiguió la madurez creativa con La calle (La strada, 1954), suerte de fábula poética en donde el estilo de su realizador acusa una inflexión: el contexto social no es tan atribulado y en cambio se acentúa la estilización de los personajes. Todo un tratado sobre la inocencia, el desamparo, la bondad y la incomunicación. Geniales actuaciones de la actriz fetiche y esposa de Fellini, Giulietta Masina, y Anthony Quinn.

En Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957), Fellini cierra un ciclo temático en donde lo más importante son los personajes marginados. En esta ocasión una prostituta combativa y llena de esperanza que muestra un humanismo a prueba de todo.

Por su parte, La dulce vida (La dolce vita, 1959) resultó un contundente fresco sobre la manera en particular de entender y vivir la vida. Una viñeta sobre la moral relajada de la aristocracia romana. El éxito del filme fue colosal mundialmente, y provocó todo un alud de imitaciones.

La carrera de Fellini sufriría un cambio después de La dulce vida. Inició un periodo de autocrítica, reflexión y búsqueda interior. Atrás parecía haber dejado ya el afán por mostrar la realidad descarnada, y exploró en sus recuerdos y vivencias para reconstruir mundos barrocamente fascinantes.

En 8 ½ (Otto e mezzo, 1963) construye una suerte de biografía imaginaria y muestra una visión gobernada por el desorden y el caos. Mientras que en Julieta de los espíritus (Giulietta delgi spiriti, 1965) revisita la condición femenina en una mujer que escapa de su vida de insatisfacción, creando un mundo nuevo y propio a base de sueños.

En su filmografía posterior, Fellini siguió dando muestras de su inagotable imaginación y talento en donde a través de historias con aliento biográfico construía obras de estética superlativa aunque, eso sí, de resultados irregulares.

Volvió tras sus mismos pasos hacia su juventud en Amarcord (1973); satisfizo su pasión por el circo a través de Los payasos (I clowns, 1971); retrató de manera singular una ciudad importante en su vida en Roma (1972); se aproximó, muy a su singular modo, a personajes literarios en Satiricón (Fellini Satyricon, 1969) y Casanova (Il Casanova di Federico Fellini, 1976); trazó la metáfora de su misma creación en Y la nave va (E la nave va, 1983); y criticó, muy a su modo, el fenómeno de la televisión en Ginger y Fred (Ginger e Fred, 1986).

Reconocido y premiado en todo el mundo y merecedor de los galardones más importantes, Federico Fellini falleció el 31 de octubre de 1993. Meses atrás había recibido un homenaje y el Óscar a su carrera.

Lo fantástico y lo cotidiano, lo exquisito y lo grotesco, la aristocracia y el arrabal, la ópera y el circo, son elementos que sólo en el universo imaginativo de Fellini encuentran una convivencia armónica.

Correo-e: ladoscuro73@yahoo.com.mx

FILMOGRAFÍA SELECCIONADA

El jeque blanco (Lo sceicco bianco, 1952)

Los inútiles (I vitelloni, 1953)

La calle (La strada, 1954)

Alma sin conciencia (Il bidone, 1955)

Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957)

La dulce vida (La dolce vita, 1959)

8 ½ (Otto e mezzo, 1963)

Julieta de los espíritus (Giulietta delgi spiriti, 1965)

Satiricón (Fellini Satyricon, 1969)

Los payasos (I clowns, 1971)

Roma (1972)

Amarcord (1973)

Casanova (Il Casanova di Federico Fellini, 1976)

Ensayo de orquestra (Prova d’orchestra, 1978)

La ciudad de las mujeres (La città delle done, 1980)

Y la nave va (E la nave va, 1983)

Ginger y Fred (Ginger e Fred, 1986)

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