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Se solicitan hombres: declaración de amor al pueblo mexicano

Dignos de tomar en cuenta son los acontecimientos sociales actuales que han impactado a las sociedades de todo el mundo. Destacan la caída espeluznante de Muamar El Gadafi, sacando de una madriguera a quien vivía en palacios, para ser victimado sin piedad por sus captores, esos que en otro tiempo pisoteaba el que se creía dios de Libia. Siguió el derrumbe de Hosni Mubarak, en Egipto. Y por inercia y contagio de las multitudes inconformes, vienen ya los derrocamientos de Basharal El Assad y de Saleh, para liberar los pueblos de Siria y de Yemen. Todos estos hombres coinciden en una característica muy particular que los singulariza y fosforece: que liderearon sus propios intereses y caprichos, olvidándose de ser la providencia de los pueblos que les tocaba administrar con honestidad y generosa gobernación.

Queda claro que un pueblo sin memoria está condenado a repetir los mismos errores y a perecer por falta de conocimiento. Por eso es preciso que ahora los mexicanos todos revisemos las lecciones del pasado electoral, para tomar mejores decisiones a la hora de ir a votar. Porque hasta ahora nuestras preferencias parecen gobernar con agendas por las que no fueron votados. Es que cuando buscan nuestro sufragio, extienden en campaña un catálogo de conceptos que se inclina a favorecernos, pero que en los trabajos por ejecutar cambian el discurso y el rumbo, dejando claro que se sirven a sí mismos y que a nosotros nos sirven exactamente para nada. Está claro que en todas las elecciones sólo hemos cambiado de malvados. Está claro que más que un Estado de bienestar, necesitamos una sociedad organizada, porque quienes han abierto la puerta a la inseguridad y al desempleo, son las autoridades que solapan la corrupción y la impunidad; es decir, es preciso barrer los escalones sociales y políticos, de arriba para abajo y no al revés, ya que este es el sentido más práctico y convincente. Basta ya de políticos que simulan hacer cosas por la comunidad. Los políticos no cumplen lo que prometen, y son ellos quienes primero crean la pobreza, y luego se basan en la pobreza para encumbrarse.

Basta ya! Hacen falta hombres dispuestos a resolver agravios, deshacer entuertos, en auxilio de las viudas y los huérfanos; porque hay muchas sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer. El único requisito es tener espíritu de conquista y confianza en Dios, en pos de la dignidad ciudadana, con justicia y paz social. Dios promete su favor y ayuda, como obliga su profesión de caballero, que no es otra sino es favorecer a los desvalidos y menesterosos. Porque la lucha no es contra sangre ni carne, sino contra las decisiones incorrectas de quienes nos dicen gobernar. Porque de 112 millones de mexicanos, más de 50 millones están en pobreza, pero 40 millones se encuentran en situación de vulnerabilidad. Urgen estrategias que se enfoquen en construir soluciones colectivas, y no satisfacciones individuales. El padecimiento social, económico y político es bien conocido por todos, y es preciso diagnosticar la medicina adecuada para extirpar el malestar nacional. Por eso se solicitan hombres, no títeres ni titireteros. Proclamad esto entre los mexicanos todos, proclamad la buena batalla, despertad a los valientes, acérquense, vengan todos los hombres de corazón valiente. Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestros hoces; diga el débil: Fuerte soy. Oíd esto, los que explotáis a los menesterosos, y arruináis a los pobres de la tierra, aunque algunos me tachen de quijano librezco y David bíblico. Escribo la vision y la declaro en tablas, pues el arco de los poderosos está siendo quebrado, y los débiles nos ceñimos de poder. Podrán decir que soy un soñador, sí, pero no soy el único. Estoy convencido que los mexicanos todos somos uno y que unidos somos la fuerza. Porque Dios quiere un pueblo de elevada estatura y faz radiante, y el día de crear un mundo con una sociedad iluminada se ha llegado ya. Yo, Lama Dong, siendo poeta guerrero, con mansedumbre y humilde de corazón, y escoltado por la Santa Trinidad, lo declaro y lo firmo.

Torreón, Coahuila.

Miguel Ángel Morales Aguilar,

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