Estrategias de Hitler, vigentes hoy
“¿Cómo se puede matar a once millones de personas?
Mintiendo.” Andy Andrews, escritor.
“Si la historia ha demostrado algo, es que tenemos que ser cautos sobre aquellos políticos populistas que se dicen ser hombres de paz por naturaleza, pero hombres de guerra por necesidad.” James Corbett, periodista investigador.
Dos notorios exponentes de esa política fueron Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler. Ambos aseguraron al mundo que sus conquistas nacían de la necesidad de lograr una paz mundial, y adivinen qué: la gente se la creyó. Hitler, quien fue elegido por la revista Time como “El Hombre del año” en 1938, aseguró que Alemania superaría la crisis con tal vigor que a los pobres no les faltaría nada, y hasta tendrían un automóvil. De ahí surgió el “vocho” o Volkswagen que significa “carro de la gente”. Cualquier parecido a la política actual es mera coincidencia, pues los políticos de hoy no mienten, y menos cuando los apoyan “intelectuales”.
El discurso de Hitler de darles todo a la gente y que lo que les quitaba a los “judíos ricos” lo daba a los alemanes pobres, causó un efecto psicológico en el ciudadano común de aquella Alemania sumida en deudas y crisis, pues pensaban -“si Hitler me está resolviendo mis problemas, entonces ya no dependo de mi propio esfuerzo sino de que Hitler obtenga más poder”. Pronto empezaron los casos de judíos denunciados por sus propios vecinos, la barbarie apenas comenzaba.
Pero, ¿cómo se originó la crisis económica alemana? Los mismos grupos de poder financiero que diseñaron la crisis, simultáneamente comenzaban a financiar e inflar en los medios la imagen de Hitler, el líder fuerte que “salvaría al país”. Dicha estrategia es conocida como Dialéctica Hegeliana (tesis vs. antítesis), donde los cambios políticos se aseguran mediante la confrontación fabricada, y consta de tres pasos para obtener el poder en un país: 1.- Crear el problema: ej. crisis, conflicto, amenaza, dividir al pueblo. 2.- Controlar la reacción: controlar ambos lados del conflicto. 3.- Presentar la solución: proponer al líder que resolverá el problema, o presionar para que se adopten los cambios buscados. Generalmente en este punto, debido al caos y confusión en que se encuentra el pueblo, es el mismo pueblo el que acepta con vehemencia al nuevo líder que otrora rechazaría de no haberse dado la crisis. Ahora, quienes causaron el problema lo frenan, pues ya se logró el objetivo. El paso 1 se logró con el Tratado De Versalles (por EU e Inglaterra), que limitaba seriamente la economía alemana, y el acabose fue la crisis de Wall Street de 1929.
La agitación en las calles era controlada por Hitler mediante los “camisas pardas”, su propio ejército civil de 2 millones de personas que actuaban como un “gobierno sombra”. El paso 2 estaba en marcha. ¿Pero cómo costeaba Hilter todo eso?, ¿tenía la ahorcada Alemania dinero? Entre 1923-1941, los Planes Dawes y Young, promovidos por la gigante financiera J.P. Morgan, abren camino para permitir a la élite financiera mundial costear y equipar al aparato nazi. El reconocido historiador Antony Sutton es una excelente fuente para profundizar en ello, pues recopiló vasta información sobre cómo las mismas firmas financiaron igual a Hitler que a Stalin y Roosvelt, es decir, ambos bandos de lo que sería la Segunda Guerra Mundial.
Mientras tanto, Hitler iba escalando peldaños de poder hasta llegar al último que le quedaba, y lo escaló aprovechando el suceso del atentado incendiario al Reichstag, la sede del Congreso Alemán. Hitler y la prensa lograron achacárselo al régimen de Joseph Stalin, el tirano ruso quien a su vez competía con Hitler en crueldad e ideologías de culto a la personalidad. Enseguida, Hitler impuso la suspensión de libertades individuales en aras de mantener el orden y la paz. La instalación del socialismo en Alemania estaba completa y encarnaba en el Partido Nacional Socialista, de ahí la abreviatura de “Nazi”. Después se supo que el incendio al Reichstag lo ordenó Hitler, cuyo régimen mataría a once millones de personas. ¿Pudo haberse evitado? Sí, lean la Biblia.
Torreón, Coahuila.
Antonio Arias Galán,
