‘Los generales’
El rey Magno y sus generales, conocidos como el grupo de los ocho, hablaban sobre una estrategia de guerra la cual sirviera para sujuzgar un territorio que sistemáticamente había defendido su honor con denodado heroísmo y sin tregua en el combate para impedir el yugo imperialista.
Harto ya el rey de las derrotas sufridas puso un ultimatum a quienes eran los generales más poderosos y maquiavélicos del reino dándoles de plazo tres años para esclavizar a esa comunidad.
Partieron pues los generales llevando en mente cuál sería la mejor forma de terminar pronto la tarea y ganar el afecto del soberano para ascender un día a su trono.
Pasados los tres años mismos en los que no se supo nada de los ausentes, un día tras las colinas aparecieron sus estandartes desgarrados y sin el brillo en sus hastas.
Venían derrotados, muy diezmados y sumamente tristes.
A su arribo pasaron a un gran salón del lujoso castillo y el soberano ansioso pidió un informe detallado de la violenta cruzada. Los generales empezaron a contarle.
Majestad.-dijo el primero.-yo contaminé con habladurías y falsos testimonios a aquél gobierno y la gente dejó de creer en el gobierno.
Habló el segundo.-yo corrompí sus instituciones de justicia y la gente se hizo más violenta ante la impunidad rampante en esas tierras; los dueños de los molinos y las fábricas huyeron tras esa desbandada de ilegalidad ya que a muy pocos se les aprehendía y no siempre se les castigaba.
El tercero dijo.-Yo vicié sus cárceles y di armas a quienes me las compraban para así crear grupos que se desgastaron entre ellos olvidándose que eran nativos del mismo pueblo.
Intervino el cuarto general.-yo quemé los campos, les negué el agua de sus presas y me apropié de sus remesas; llené grandes bodegas con sus granos para así venderlos al mejor postor a un precio muy alto; la naturaleza me ayudó y una terrible sequía llegó y acabó con miles de animales.
El quinto manifestó que siendo aquél un territorio donde la práctica de la religión era muy grande asestó su golpe en la conjura para restar a sus sacerdotes y ministros la credibilidad poniendo en duda el origen de la creación y la sucesión de un hijo de su Dios.
Enseguida el sexto general informó al rey.-yo hice garras su educación, la vacié de dogmas, de héroes, de relatos épicos, de heroísmos, eliminé su historia, borré a los caudillos e impuse nuestra forma de vida apegada al consumismo.
El penúltimo general dijo.-yo enaltecí a los jóvenes sobre sus propios padres y les inculqué el no respetar a sus mayores llamándolos “viejos” de tal forma que el caos en las familias fue como una reacción en cadena; sin valores, sin respeto, sin imágenes paternas a quienes respetar y obligué a que ambos padres fueran a trabajar largas jornadas y si era posible a toda la familia.
Por último el octavo general dijo.- yo apoyé todas esas tareas pero además corrompí a algunos miembros de su ejército.
Extrañado el rey Magno preguntó.-¿entonces porqué no los pudimos derrotar?
-Porque no todos sucumbieron, mi señor.-muchos se mantuvieron firmes y no cayeron en nuestras trampas, ni creyeron nuestras mentiras.
El rey insistió.-sí, en toda batalla hay resistencia; pero debe existir algo que no los desmoralizó.
El primer general que habló al inicio de esa reunión dijo.-gran monarca, me pesa en el alma no haber cumplido tus órdenes y merecemos el castigo que nos impongas, el que fuere, porque después de esta gran derrota no somos merecedores a reinar un día tu imperio.
Hubo ciertamente en ese lugar, corrupción, impunidad, injusticias, señalamientos, dudas, reproches, burlas, humillaciones, inocentes muertos o en la cárcel, mucha pobreza, poca riqueza en manos de unos cuantos, apatía, falta de civismo, de solidaridad, ausencia de fe y hasta una dosis de ignorancia. Hubo llanto, tanto más que granos de arroz en nuestros campos.
No los vencimos.-continuó.- porqué ellos siguen creyendo que vendrá un futuro mejor, que las cosas van a cambiar y que el destino les va a limpiar de todo eso porque creen en la humanidad y valoran tanto ese territorio que jamás se dejarán vencer. Sus esperanzas son tantas como estrellas en el cielo y confían que un día se harán realidad. Esa creencia no la pudimos destruir ya que a pesar de todo lo que te he dicho confían en que esos males que hoy los aquejan finalmente pasarán.
El monarca se quedó pensando y dijo una sentencia: cuando termine mi reinado se lo cederé a unos de ustedes ya que no tengo descendencia pero quedará en la historia de mi pueblo que jamás intentaremos volver a dominar ese lugar pues le lección que dan al mundo debe ser ejemplo de lealtad, unidad y perseverancia. Un país que sufre todo lo que éste ha sufrido tendrá pronto su recompensa porque están pagando con creces el resultado de nuestras intervenciones externas y sus omisiones internas y un pueblo así aprende para nunca volver a equivocarse; que así quede registrado para las futuras generaciones de todos los pueblos de la Tierra.
Gómez Palacio, Durango.
Miguel Gerardo Rivera