Impunidad e incompetencia
¿Cómo explicarnos el daño y robo descarado de nuestros monumentos citadinos, a los cuales se suma ahora el robo de las bancas metálicas de los parques públicos?
Es el colmo que habitantes de una ciudad recurran al robo de bienes comunales para justificar su falta de ingresos y premuras económicas; dañando, robando y traficando con otras personas de igual calaña, el fruto de “su trabajo”.
Desde tiempo atrás, los torreonenses en particular y los laguneros en general, vemos, sin hacer nada al respecto, cómo han ido resultando seriamente dañados diversos monumentos de nuestro entorno ciudadano y regional: estatuas, bustos, placas conmemorativas, ¡y ahora hasta bancas metálicas de nuestros parques y jardines!
¿Cómo explicarnos tanta impunidad de los ladrones y de sus cómplices compradores de todo lo robado; así como tanta incompetencia de nuestras diversas organizaciones policiacas?
¿Qué nuestras autoridades (así, con minúsculas) no podrán exigirle a nuestros policías que investiguen al respecto y en un plazo razonable logren resultados?, y si no, pues se vayan todos a otra parte, porque seguramente están coludidos con los delincuentes.
En cualquier película o libro de detectives, casos como éstos que citamos, serían resueltos en un santiamén, pero aquí ya llevamos años viendo cómo se repiten, aumentan y agravan, ante la indiferencia general.
La protesta ciudadana debe incrementar su presión para lograr erradicar esos actos, que nos denigran como ciudadanos de “la ciudad de los esfuerzos” y habitantes de “la región que venció al desierto”.
Comarca Lagunera.
Iván Berrón López,
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¿Hijos o ‘jijos’?
Apareció recientemente en un medio impreso de Cuernavaca una nota espeluznante y dramática que refleja la deshumanización creciente que permea en nuestro país respecto al abandono y discriminación que sufren muchísimos adultos mayores quienes literalmente son arrumbados y maltratados física y emocionalmente por sus propios hijos.
Relata sobre un hombre de la tercera edad que falleció en agosto del año pasado sentado en el retrete de su baño, cuyo cuerpo por causas naturales se momificó y que por casualidad fue descubierto increíblemente después de ¡seis meses! de su muerte en la misma posición en que perdió la vida.
Es inconcebible la frialdad e ingratitud de algunos seres -que por supuesto no merecen la categoría de humanos- quienes con su perversidad y el ejemplo negativo que dan a sus descendientes, pierden de vista que la historia siempre se repite y que con el transcurso inexorable del tiempo, con la misma vara que miden serán medidos.
No cabe duda que en este mundo hay hijos y ‘jijos’.
Cuernavaca, Morelos.
Francisco Benavides Beyer,