Visita del Papa Benedicto XVI a México
Contraste en su figura: robusta y llena de vitalidad la de uno, menuda y débil en apariencia la del otro; en su sonrisa, franca y abierta la de uno, y apenas esbozada y hasta acartonada la del otro; en su voz, grave y sonora la de uno, y casi un susurro la del otro; en su carisma (ese raro término con el que se expresa la atracción que ejerce alguien por su personalidad) arrolladora la de uno, y tímida y opaca la del otro.
La comparación era inevitable. Con base en ella se aseguraba que Benedicto XVI, el Papa frío, intelectual y hasta impopular, no atraería las grandes multitudes que convocaba a su alrededor Juan Pablo II. Los pronósticos de casi todos fallaron, el entusiasmo desbordante de la multitud que arropó al Papa Benedicto en visita a Guanajuato, en nada se diferenció de las que, do quiera que se presentaba, le daban los mexicanos a Juan pablo II.
Está visto que no es a tal o cual persona a la que la gente va a ver y a vitorear, es al Papa, quien quiera que éste sea. ¿Por qué este fenómeno? ¿Por qué tal poder de convocatoria, no equiparable, ni remotamente, a la más optimista que pudiera tener cualquier otra personalidad de cualquier actividad en el mundo? ¿Por qué horas y horas de aguante bajo el sol para verlo tan sólo unos cuantos segundos desde lejos y encerrado en la cabina? ‘Que ven en el Papa? ¿Qué buscan? ¿Qué esperan? De acuerdo a lo que se ha visto en todas las visitas papales, el pueblo ve en el Papa la cabeza de una Iglesia que, desprestigiada y todo, sigue siendo signo y continuación de Cristo y, por ello, un enclave de esperanza para un mundo mejor.
Nada importa que el Estado mexicano se haya manifestado laico por decisión política. Si como rezan los principios liberales: “el gobierno es del pueblo y para el pueblo”. Y si la democracia es, entre otras cosas, el respeto a la decisión de las mayorías, el pueblo se ha manifestado.
El Papa ha pedido, principalmente a los católicos, pero a todos en general, ser congruentes entre lo que creemos y lo que vivimos, no se puede prender cirios a la Virgencita de Guadalupe, o traer la imagen de Cristo crucificado en el pecho, y violentar, de una u otra manera, a los hombres, en especial, a los más débiles. Tampoco se puede “utilizar” a Dios para ningún fin, sea éste político, económico o de otra índole, incluyendo el religioso.
Si el esfuerzo de ser congruentes con lo que creemos (y esto va también y quizá principalmente para los que han elegido la vida consagrada para ser los guías o pastores de los demás) fuera el único fruto de la visita del Papa Benedicto XVI ya habría valido la pena pues la congruencia trae consigo la tolerancia y ésta será un punto de partida de una comunicación fraterna entre todos y el principio del fin de nuestras diferencias.
Cada quien tomará o dejará lo que dijo el Papa según su conciencia, la Iglesia ha comprendido que la libertad dada por Dios a los hombres debe ser respetada por encima de todo, pues Dios se propone, pero jamás se impone.
Gómez Palacio, Durango.
Rodolfo Campuzano Suárez del Real,